Filosofía del Mal: Teodicea, Tipos y la Cuestión de la Libertad Humana

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La Pregunta por el Mal: Una Aproximación Filosófica

Una aproximación filosófica a la cuestión del mal nos remite, en primera instancia, a la teodicea. El término teodicea es un neologismo introducido por Leibniz. Desde el punto de vista etimológico, nos remite tanto a la justificación de Dios ante el mal como a la propia justicia de Dios. Los filósofos han considerado las dos vertientes del problema: no solo han tratado de justificar la existencia del mal en un mundo cuyo principio es Dios, sino que en ocasiones han vislumbrado en Dios la única posibilidad de triunfo frente al mal, la única baza que les queda a los seres humanos para que la injusticia no sea la última palabra en la historia.

La Justificación de un Dios Bueno ante el Mal

Epicuro planteó un dilema en el cual abordaba el intento de justificar a Dios frente a la existencia del mal. Las doctrinas emanantistas del neoplatonismo antiguo y medieval responden que si del principio benéfico proceden todas las cosas por emanación, entonces el mal se debe a una degradación inevitable que afecta a las distintas clases de seres emanados de la divinidad. Sin embargo, el problema se agudiza cuando el principio bueno del mundo es, además, su creador.

Tipos de Mal

Podemos distinguir principalmente tres tipos de mal:

  • El mal metafísico se identifica con la finitud de las cosas.
  • El mal físico procede del funcionamiento de las leyes naturales.
  • El mal moral tiene su raíz, en último término, en la libertad de los seres humanos para elegir entre diferentes formas de acción.

Del Mal Metafísico al Mal Moral

La reflexión sobre el mal metafísico supone que es imposible que en el mundo no exista el mal, porque el mundo es finito y los seres son limitados. El problema con el que Dios se encuentra es el de crear o no crear un mundo cuya inevitable finitud da cabida necesariamente al mal. No obstante, la pregunta por el mal surge más de la conciencia moral que de la reflexión metafísica; por ello, podemos encontrar más indicios de respuesta en la razón práctica que en la teórica. La finitud no es un mal en sí misma, sino que forma parte de la constitución del universo, y las leyes naturales proceden según su propia regulación. Cosa distinta es que afirmemos que estas leyes naturales están en manos de un creador bondadoso y omnipotente, con lo cual regresamos al dilema de Epicuro, porque ese creador podría evitar el sufrimiento causado en ocasiones por tales leyes o por la propia voluntad humana.

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