Filosofía Medieval: San Agustín y Santo Tomás de Aquino
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San Agustín de Hipona
Agustín de Hipona ofrece una síntesis entre el cristianismo y el neoplatonismo, reflejando una continua búsqueda hacia lo más interior de sí mismo. Es en el interior del ser humano, de su alma, donde debe buscarse la razón y la verdad. Así se logrará la felicidad.
Conocimiento
Agustín se interesa por el problema de la verdad. El ser humano tiene una tendencia innata hacia la sabiduría que debe intentar satisfacer, ya que en la sabiduría está la auténtica felicidad. El pensamiento que busca la verdad ha de comenzar por la evidencia de sí mismo. Es así como supera la duda de los escépticos. Una vez superada la duda escéptica, comienza la búsqueda de la verdad necesaria, inmutable y eterna. De esta forma, Agustín distingue diferentes niveles de conocimiento:
Conocimiento sensible
Se obtiene a partir de la información recibida por los sentidos. Es la capacidad para recibir los objetos exteriores. Es el nivel más bajo de conocimiento, inseguro y sometido a cambios y errores.
La memoria
Es la facultad que nos permite entender algo como lo mismo a pesar de los sucesivos cambios que pueda sufrir. Se trata de ser capaces de recordar y unificar el conjunto de sensaciones obtenidas.
El entendimiento
Es la capacidad de elaborar ideas sobre las cosas. Este tipo de conocimiento es lo que Agustín de Hipona denomina razón inferior. A pesar de su carácter racional, tampoco puede procurar la plena felicidad.
La sabiduría
El alma se vuelve sobre sí misma y en su interior encuentra verdades inmutables y eternas, anteriores y superiores a todo lo que ha aprendido. Estas verdades eternas sólo pueden tener su fundamento en un ser eterno e inmutable: el objeto de esta sabiduría o razón superior es el conocimiento de Dios. La iluminación es lo que permite reconocer las verdades eternas y a Dios como su fundamento necesario. La fe es la guía más segura: hay que creer lo que Dios revela para llegar a comprender. Pero también la razón puede preceder a la fe, no para demostrar las verdades reveladas, sino demostrando que es razonable creer. Razón y fe no pueden ser sino complementarias. La razón sin la fe está expuesta a error. La fe es la encargada de guiar a la razón, es el medio para llegar a la verdad. La razón debe encargarse de profundizar en la fe.
Teología
En su visión de Dios se mezclan aspectos filosóficos y los propios de su visión cristiana. La existencia de Dios es algo absolutamente evidente. Dicha existencia la justifica recurriendo a diferentes argumentos:
La existencia de verdades eternas
El ser humano encuentra en su propia razón verdades necesarias y universales. Las ideas de justicia, bien, belleza, etc. son para Agustín verdades eternas. Sería contradictorio que estas verdades necesarias no encuentren su fundamento en un ser necesario. Así surge Dios como ser necesario a partir de un razonamiento racional.
Las ideas ejemplares
Agustín sitúa en la inteligencia divina las ‘ideas ejemplares’. En la mente divina están presentes los modelos de cada una de las cosas que irán apareciendo en el tiempo según la acción creadora de Dios.
Las razones germinales
Las que Agustín llama ‘razones germinales o seminales’. La materia lleva en sí misma las semillas de las que se originan las cosas. Al cambiar el concepto neoplatónico se afirma en Agustín, como en toda la filosofía cristiana, la absoluta trascendencia de Dios. No hay una materia eterna, no hay un mundo de ideas, no hay un Demiurgo distinto de Dios.
Antropología
Considera al hombre como la unidad de cuerpo y alma. Aborda la cuestión desde un punto de vista filosófico y adopta el dualismo platónico. Siguiendo su herencia platónica, afirma que el hombre está compuesto de alma (inmortal) y cuerpo (mortal). Se caracteriza por los siguientes rasgos:
- El alma tiene tres facultades: la memoria, por la que se recuerda el pasado, la inteligencia, que busca la verdad, y la voluntad por la que se tiende a la felicidad.
- La memoria es la facultad que posibilita la vida interior y la búsqueda interior.
- La voluntad va unida al amor. Es principio vital y principio espiritual y racional, que tiene el poder para dominar el cuerpo y ejercer funciones espirituales e intelectivas.
- El ser humano posee un alma racional: razón inferior (sólo puede conocer las cosas sensibles) y una razón superior (que puede llegar a contemplar las ideas eternas).
- Es inmortal, son las verdades eternas que es capaz de aprehender.
- Ha sido creada por Dios y, por tanto, es temporal, no eterna.
Mantiene con firmeza la unión de alma y cuerpo: ambos han sido creados por Dios y es el compuesto lo que constituye el hombre. El alma ha sido colocada en el cuerpo como castigo.
Ética
Agustín propone una ética de la felicidad, una ética eudemonista: la cual sólo puede encontrarse en Dios con ayuda de la gracia divina. Dios es amor que concurre con la libertad humana para remediar su caída. El hombre, como ser mutable, tiende hacia lo que es superior a él, busca la unión con Dios: la voluntad es libre de inclinarse hacia el bien o hacia el mal.
- El mal es ausencia de bien; el mal moral consiste en la privación de un bien en una naturaleza que podría poseer ese bien.
- El alma se hace esclava del cuerpo y el mal nace de un uso inadecuado del libre albedrío.
- Por tanto, el hombre es responsable del mal, no Dios.
Agustín distingue entre los conceptos de libre albedrío (capacidad del ser humano de obrar voluntariamente, orientada hacia el mal, a partir del pecado original) y de libertad (capacidad para hacer buen uso del libre albedrío.
Sociedad
Agustín entiende que el orden es condición para que reine la paz y la justicia. El orden exige planificar y organizar. El orden se manifiesta mediante el ejercicio de la justicia. Sus exigencias serán el respeto a la igualdad, el reconocimiento de derechos subjetivos y la exigencia esencial del Estado. El Amor es la causa de las sociedades. Define la sociedad o ciudad como ‘un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidad de objetos amados’. Dos ciudades conviven en el mundo: la ciudad de Dios y la ciudad terrenal. Cada uno de nosotros pertenece a una de las ciudades, en función de si ama a Dios o si se ama a sí mismo. En el Juicio Final, ambas ciudades se separarán y sólo los que pertenecen a la ciudad de Dios se salvarán. Sólo en un estado cristiano puede haber verdadera justicia. Agustín defiende la intervención de la Iglesia en la sociedad civil: el poder temporal debe estar supeditado al poder espiritual. Esta doctrina ha sido denominada “agustinismo político”.
Santo Tomás de Aquino (1224-1274)
Defendía la armonía entre la razón y la fe. Al contrario de lo que sostenían los averroístas latinos (los seguidores del filósofo árabe Averroes en el occidente medieval), él negaba la tesis de la doble verdad, es decir, que haya dos verdades distintas y opuestas entre sí: la verdad natural y la verdad sobrenatural. Según Tomás de Aquino, toda verdad emana en último término de Dios mismo y, por tanto, no tiene cabida dicha tesis. La verdad sobrenatural no se opone a la verdad natural, sino que la prolonga y la complementa. La fe, por tanto, llega allí donde la razón por sí sola no puede llegar, pero no negando la razón, sino apoyándose en ella. No existe la posibilidad de que surja un auténtico conflicto entre la razón y la fe, ya que o bien se ocupan de ámbitos distintos (la razón de las cuestiones naturales y la fe de las sobrenaturales) o, incluso, comparten ciertas verdades que se pueden demostrar racionalmente pero sirven de apoyo a la fe, a las cuales Tomás de Aquino denominaba “preámbulos de la fe” (como, por ejemplo, la existencia de Dios). En aquellos casos, muy pocos, en los cuales parezca existir un conflicto irresoluble entre lo que se dice en el dogma y lo que parece derivarse del uso de la razón, debemos confiar en el dogma y revisar los argumentos supuestamente racionales, que probablemente estén equivocados. Así ocurre, pensaba Aquino, con respecto a la inmortalidad del alma, que Aristóteles y algunos averroístas habían negado, lo cual constituye un error. En todo caso, una verdad racional verdadera nunca puede contradecir la verdad de la fe, pues ambas son congruentes. La posibilidad de una Teología racional, como la que pretende hacer Aquino, se basa en esa congruencia. Así pues, y en resumen, la verdad racional no contradice la fe e, incluso, puede prestarle apoyo, mientras que la verdad de la fe, sin contradecir la verdad natural, la prolonga y la complementa. En sus propias palabras: la gracia no anula la naturaleza, sino que la perfecciona.
Teología
Las cinco vías para demostrar la existencia de Dios:
Primera vía
Se funda en el movimiento. Se trata de un argumento de Aristóteles que Aquino acepta enteramente. Para explicar el movimiento Aristóteles utilizaba los principios de forma-materia (hilemorfismo) y acto-potencia. Esto le llevaba a afirmar la existencia de un ser que no está compuesto de materia y forma, sino que es forma inmaterial, y que es sólo acto y no está en potencia de llegar a ser nada distinto.
Segunda vía
Se basa también en el movimiento y es un argumento muy similar al primero. En esta vía se considera a los seres en tanto mueven activamente a otros, son motores y a la vez están movidos por otros.
Tercera vía
Ya no se apoya en el movimiento. Parte de la limitación de los seres del mundo. Esa limitación es en este caso una limitación temporal. Son seres que pueden ser o no ser, es decir, son contingentes.
Cuarta vía
También se apoya en la limitación de los seres del mundo, pero ahora se trata de su limitación en cuanto a su perfección. Los seres que tienen una perfección limitada la tienen porque participan de un ser que tiene esa perfección en el grado máximo.
Quinta vía
Vuelve a considerar el movimiento de los seres, pero considera otro aspecto de ese movimiento: su finalidad. El mundo manifiesta un orden que hace necesario concluir una causa inteligente que lo gobierna, Dios.
La doctrina cristiana de la creación establece una diferencia radical entre Dios y los seres creados. Para explicar esta diferencia entre Dios y los seres creados Santo Tomás establece la distinción esencia / existencia. Sin embargo, en Dios esencia y existencia se identifican, son una; la esencia de Dios incluye necesariamente su existencia. La esencia es potencial, la existencia es acto de ser. De ahí que para Santo Tomás podemos decir que los seres creados existen en cuanto participan de Dios. Se trata de un concepto platónico.