Filosofía Moral: Estoicismo, Epicureísmo y Ética Cristiana

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Estoicismo y Epicureísmo: Una Perspectiva Moral Universal

Estoicos y epicúreos: Para ambos, la moral se redefine, trascendiendo la polis para abrazar el universo. El problema moral se fundamenta en la necesidad física y natural del mundo.

Para los estoicos, el cosmos es un ser único, con Dios como principio, alma y razón, animador y ordenador. En este mundo, la fatalidad es absoluta, regida por la voluntad divina, sin libertad ni azar. El hombre, parte de este mundo, está sujeto a su destino, debiendo aceptarlo y actuar conscientemente. Esta es la actitud del sabio. El bien supremo reside en vivir conforme a la naturaleza, en armonía con la razón, conscientes de nuestro destino y papel en el universo, sin ceder a pasiones o influencias externas. El estoico vive moralmente como ciudadano del cosmos, no de la polis.

Para los epicúreos, todo, incluyendo el alma, se compone de átomos materiales con cierta libertad de desviación. No hay intervención divina en los fenómenos físicos ni en la vida humana. Liberado del temor religioso, el hombre busca el bien en este mundo, siendo el placer el bien supremo para Epicuro. Sin embargo, no todos los placeres son iguales. Se deben elegir los más duraderos y estables, que son los espirituales, contribuyendo a la paz del alma. El epicúreo alcanza el bien retirándose de la vida social, sin temor a lo sobrenatural, encontrando en sí mismo, o en un pequeño círculo de amigos, la tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia.

La Ética Cristiana Medieval

La Ética Religiosa

La ética religiosa se basa en verdades reveladas sobre Dios, la relación del hombre con su creador y el camino para la salvación en el más allá. Dios, creador del mundo y del hombre, es un ser personal, bueno, omnisciente y todopoderoso. El fin último del hombre es Dios, el bien más alto y el valor supremo. Dios exige obediencia y sujeción a sus mandamientos, que son imperativos supremos en este mundo. El hombre proviene de Dios y su conducta debe dirigirse a Él como objeto supremo. La esencia de la felicidad es la contemplación de Dios; el amor humano se subordina al divino; el orden sobrenatural prima sobre el orden natural, humano. La doctrina cristiana de las virtudes refleja esta superioridad de lo divino. Mientras las virtudes cardinales regulan las relaciones humanas, las virtudes teologales regulan la relación entre el hombre y Dios. El cristianismo busca elevar al hombre de lo terrenal a un orden sobrenatural, donde pueda vivir una vida plena, feliz y verdadera, sin las imperfecciones e injusticias terrenales. Al proponer la solución a los males mundanos en un más allá, el cristianismo introduce la idea de la igualdad de los hombres, una noción de enorme riqueza moral.

La Ética Cristiana Filosófica

El cristianismo no es una filosofía, sino una religión. En su elaboración conceptual, aprovecha el legado de la antigüedad, especialmente el de Platón y Aristóteles, sometiéndolos a un proceso de cristianización. Esto se refleja en la ética de San Agustín (354-430) y de Santo Tomás de Aquino (1226-1274). La purificación del alma, en Platón, y su ascenso liberador hacia la contemplación de las ideas, se convierte en San Agustín en la elevación ascética a Dios, culminando en el éxtasis místico, una felicidad inalcanzable en este mundo. San Agustín se distancia del pensamiento griego antiguo al enfatizar el valor de la experiencia personal, la interioridad, la voluntad y el amor. La ética tomista coincide en sus rasgos generales con la de Aristóteles. Dios es para el Estagirita el bien objetivo o fin supremo, cuya posesión causa goce o felicidad, que es un bien subjetivo. Pero, como en Aristóteles, la contemplación, el conocimiento, es el medio más adecuado para alcanzar el fin último.

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