La Filosofía de Ortega: Generación, Razón Vital y la Realidad Radical

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Introducción a la Filosofía de Ortega: El Concepto de Generación

Ortega considera que el concepto de generación es el más importante para entender la historia. Una generación es el conjunto de seres humanos de un momento histórico que comparten una sensibilidad. La sensibilidad es el modo en que el ser humano ve y entiende qué es su vida. De esta sensibilidad dependen las ideas o los gustos económicos del momento. Las transformaciones económicas y políticas son consecuencia de estas ideas y, por ende, consecuencias de la sensibilidad.

Una generación está formada por una vanguardia, una minoría selecta que es la primera en darse cuenta de los cambios históricos y en modificar su sensibilidad, y por una masa que ofrece su apoyo a las nuevas ideas. Cada generación se caracteriza porque tiene una misión que cumplir: es el tema de este tiempo.

«Nuestro tiempo» es una expresión con la que Ortega se refiere a la época que, con él y su generación, empieza. Su generación tiene un tema: sustituir la razón pura por la razón vital y mostrar que es la cultura quien ha de servir a la vida. Esto implica enfrentarse al racionalismo y al relativismo.

Ortega propone la doctrina del punto de vista. Con este nombre se refiere Ortega a su posición filosófica sobre el conocimiento y la realidad. Ortega afirma que cada uno somos «yo y circunstancia», y que el conocimiento es siempre desde un punto de vista, teniendo acceso solo a la parte de la realidad que este le permite. Pero antes de exponer su perspectivismo, Ortega critica el racionalismo y el relativismo.

La Vida como Realidad Radical

Para Ortega, la filosofía es la reflexión sobre la realidad y el intento de clarificar nuestra vida. Juzgó que había que crear una ontología y una antropología que se apoyasen en conceptos nuevos y en las que la vida ocupase un lugar central y radical.

Unidad del Yo con las Cosas

El realismo da por supuesto que la verdadera realidad son las cosas mismas con independencia del yo que las conoce. Descartes trató de corregir el realismo, y Ortega pasó a atender a las cosas mismas y no a la mente que las conoce.

El idealismo, por el contrario, sostiene que las cosas me son ajenas; no se sabe nada de ellas puesto que son ideas mías. En consecuencia, para el idealismo, la auténtica realidad es el yo, independiente de las cosas.

Ortega piensa que el idealismo acierta al afirmar que no se puede afirmar la existencia de las cosas con independencia de mi pensamiento. Pero pierde la razón cuando afirma la independencia del sujeto, porque reduce las cosas a mi pensamiento. Es cierto que las cosas necesitan del pensamiento, pero también el pensamiento de las cosas. Pensar consiste en descubrir cosas.

Así, la realidad radical no son las cosas ni el yo. Eliminados, solo queda como realidad la coexistencia del yo con las cosas. Así, la verdad indudable es: «Yo vivo, luego pienso».

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