La verdad en la filosofía: Un recorrido histórico
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Filosofía Analítica
La última gran aportación sobre la definición de verdad la encontramos en la Filosofía analítica del siglo XX, procedente del Círculo de Viena. Esta corriente se caracteriza por el llamado «giro lingüístico», que considera que todo conocimiento es de naturaleza lingüística y se expresa mediante proposiciones del lenguaje. Se produce así un cambio desde la «filosofía del conocer» moderna hacia la «filosofía del decir», considerando que la verdad es una propiedad de determinados enunciados.
En efecto, el enunciado «Ahora estoy escribiendo con el ordenador» tiene la propiedad de ser verdadero porque se adecua, refleja o coincide con el hecho de que estoy escribiendo en este momento con el ordenador. Se trata de la teoría de «la verdad como correspondencia» entre el lenguaje y el mundo: para pensadores como Russell y Moore, un enunciado es verdadero si hay correspondencia entre este y el hecho o hechos que enuncia. El enunciado describe los supuestos «objetos», aunque existen casos complejos donde no podemos establecer tal relación.
La filosofía analítica ha desarrollado importantes y complejas teorías lingüísticas de la verdad, como la verdad como redundancia de Ayer y Ramsey, la teoría de la verdad como imagen o figura de Wittgenstein, o la teoría semántica de la verdad de Tarski. Sin embargo, por su complejidad y extensión, no profundizaremos en ellas en este texto.
La verdad en la Edad Media
Ya en la Edad Media, la verdad deja de ser ese «algo» buscado por los griegos y se convierte en una cuestión de otra naturaleza. Los medievales consideraron la verdad como la conformidad o convergencia entre la realidad y la mente (o intelecto). Esta concepción presupone que la realidad es inteligible, es decir, que puede ser conocida. La verdad es la adecuación de la mente con la cosa, de la inteligencia con el mundo: «veritas est adaequatio intellectus et rei». La verdad sería entonces más que una cosa, una relación «adecuada», lo cual se aproxima más al sentido común.
En la Edad Media, se considera que hay una fuente de la que proceden todas las verdades: Dios. Por lo tanto, el conocimiento de la verdad nos acerca inevitablemente al conocimiento de Dios. Esta concepción de la verdad ha tenido muchos seguidores dentro de la Filosofía y ha adoptado diversas formas a lo largo de la historia. A la relación de adecuación se la ha denominado correspondencia, conformidad, sintonía, asimilación, etc., y a los elementos relacionados se les ha llamado anima-ens, pensamiento-ser, sujeto-objeto, conocimiento-realidad, lenguaje-mundo, etc. Esta concepción ha calado tan hondo que gran parte de las teorías posteriores hacen uso parcial de ella o contienen alguno de sus elementos.
En la Edad Moderna, persisten las concepciones medievales: si el pensamiento es pensamiento de la realidad, la verdad del pensamiento será la misma que la verdad de la realidad, pero también la verdad de la realidad será la misma que la del pensamiento. El orden y conexión de las ideas serán, como dice Spinoza (1632-1677), los mismos que el orden y conexión de las cosas. Faltará, pues, establecer ese orden a través del cual establecer su identidad, a lo que se han dedicado muchos e importantes filósofos de esta época.