La Filosofía de San Agustín: Razón, Fe y la Búsqueda de la Verdad

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La Filosofía de San Agustín: Pilares del Pensamiento

El Conocimiento en San Agustín de Hipona

La filosofía de San Agustín de Hipona gira en torno a una profunda búsqueda interior, en la que la razón debe abandonar el límite y la exterioridad de los sentidos. El proceso de conocer se inicia en Agustín con la vuelta hacia sí mismo. Según la interpretación platónica del alma, el conocimiento sensible tiene solo un valor relativo y mudable; es un mero reflejo de las ideas inmutables. La verdadera realidad es solo accesible en el interior de la razón.

Tanto el conocimiento sensible como el racional forman parte de lo que Agustín de Hipona llama la razón inferior, la que se ocupa de la exterioridad del mundo. Por encima de ella, la razón superior o contemplación alcanza la verdadera interioridad o significado del mundo en virtud de la fe. Este último es el verdadero conocimiento para San Agustín. Se trata de un proceso doble en el que la investigación racional viene animada por la luz de la revelación. Los sentidos conducen a la relatividad del conocimiento y a la duda, desviando la mirada filosófica al exterior y sembrándola de incertidumbre.

San Agustín y la Existencia de Dios

Las verdades inmutables, necesarias y eternas desbordan los límites de nuestro conocimiento y apuntan a la fuente de esa inmutabilidad. Si mi alma es mutable, no puede ser el origen de esas ideas. Solo el ser inmutable es su origen adecuado. San Agustín demuestra la existencia de Dios no tanto con una prueba racional cuanto como una condición necesaria del alma. Dios es la verdad de la que no puede prescindir el alma y que se hace patente por la iluminación y la gracia. Dios es lo más íntimo de la propia intimidad, y sin la existencia de Dios sería imposible su presencia.

Para los griegos no había una verdad absoluta y evidente. O si la había, era compartida por diversas escuelas filosóficas y se alcanzaba tras un largo proceso racional. Por el contrario, el cristianismo afirmaba categóricamente que la verdad era única, absoluta y alcanzable por la razón humana en virtud de la Revelación. La filosofía griega no aceptaba que las cosas surgieran de la nada, ni que hubiera un Dios único, omnipotente y además preocupado por la historia humana.

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