La Filosofía Vitalista de Nietzsche: Reafirmando la Vida frente a la Razón Occidental

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El Vitalismo de Nietzsche: Una Ruptura con la Tradición Filosófica

La Razón como Valor Supremo en la Filosofía Occidental

Desde Platón, el valor central y supremo de la tradición filosófica occidental ha sido la razón. Para el filósofo ateniense, existe una identidad entre ser y pensar, recogiendo en esto las enseñanzas de Parménides. Es decir, el ser, la realidad, es aprehensible mediante la razón. Platón se rebela, pues, contra el relativismo sofista, especialmente contra Gorgias y sus famosas tres tesis. Recordémoslas:

  • 1. No existe realidad alguna, no existe el ser de Parménides.
  • 2. Si existiese, no lo podríamos conocer; no sería cognoscible para los hombres.
  • 3. Si, por fortuna, existiese el ser, no lo podríamos expresar mediante el lenguaje; sería inefable, incomunicable.

Nietzsche y la Afirmación de la Vida

Frente al racionalismo socrático-platónico, Nietzsche proclamará que el valor supremo es la vida, no la razón. La vida es dinámica, es movimiento, cambio. La vida es la realidad. Una realidad que no puede ser aprehendida mediante la razón, puesto que la razón crea la ilusión de inmutabilidad, de permanencia, donde solo hay movimiento constante. La razón momifica, diseca la realidad, la convierte en algo muerto. Los filósofos se caracterizan por su “egipticismo”, por su vocación de taxidermistas; temen y odian a la vida, a todo lo que sea dinámico, a todo lo que cambie, al devenir; en definitiva, a la realidad. La vida es la realidad, la verdadera realidad, porque la vida es cambio. Frente a la ontología estática de Parménides, Nietzsche sostendrá una visión dinámica de la realidad, como Heráclito.

Implicaciones Morales del Vitalismo Nietzscheano

Este vitalismo de Nietzsche lleva aparejado no solo una ontología, como acabamos de ver, sino también una moral. La moral de Sócrates, la moral que ha dominado a Occidente desde hace más de dos mil años, es una moral de esclavos, de débiles, de resentidos temerosos de la vida. Es la moral de quienes, no siendo capaces de vivir, se refugian en la ensoñación, en la fabricación de mundos fantasmagóricos, mundos en los que no se acepta el devenir, mundos donde reina la inmutabilidad. Este es el caso de Platón, ese “alucinado del trasmundo”, o del cristianismo (“ese platonismo vulgarizado”). Será el superhombre el que cree una nueva moral vital, una moral que no reniegue de la vida. Será el superhombre el que realice una transvaloración de todos los valores. Así, donde Platón y el cristianismo decían “malo”, el superhombre dirá “bueno”.

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