Finanzas y Burguesía en la España del Siglo XIX: Peseta, Banca e Inversiones
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La Peseta como Unidad Monetaria y el Desarrollo de la Banca Moderna
El sector financiero adoleció de la misma debilidad que el resto de la economía española. En 1856 se aprobaron dos leyes: la primera reguló la emisión de moneda y creó el Banco de España; la segunda, la Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias, reglamentó el sector. Posteriormente, durante el Sexenio, el ministro Figuerola acometió una reforma monetaria que introdujo la peseta. Durante los primeros años de la Restauración se vivió un gigantesco proceso de inversión financiera, mientras surgía una poderosa banca. Tras el desastre de 1898, se fundaron algunos de los bancos más importantes como el Santander, Bilbao o Vizcaya, gracias a la repatriación de capitales procedentes de Cuba.
Los Problemas de la Hacienda Pública y las Inversiones Extranjeras
El sector público fue consolidándose tras la reforma fiscal de 1845 y la consolidación de la deuda en 1852. Se acometieron grandes obras públicas, como la construcción del Canal de Isabel II. La crisis de 1865 hundió el crédito público. Tras 1898 se produjo un saneamiento de las deudas del Estado, consiguiendo superávit entre 1902 y 1909.
Falta Crónica de una Burguesía Emprendedora y de Capitales Financieros
España careció durante el siglo XIX de una burguesía pujante y emprendedora que fuera el motor del proceso industrializador, como había ocurrido en otros países. Las razones de esta realidad son diversas, pero, sin ánimo de ser exhaustivo, podríamos destacar las siguientes:
- La inestabilidad política que propicia la Guerra de la Independencia, las tres Guerras Carlistas y los continuos pronunciamientos militares, motines y atentados que jalonan el siglo.
- La pobreza de la mayor parte de la población española, que a duras penas logra sobrevivir, empleando casi todos sus recursos solo en alimentarse. Eso hace que la demanda de productos manufacturados sea escasa, lo que desincentiva al sector fabril. A esto hay que añadir la desaparición de la demanda de las colonias hispanoamericanas tras el triunfo de los movimientos independentistas.
- El mantenimiento de obstáculos estructurales como el sistema gremial, la falta de infraestructuras viarias, la inexistencia de un mercado único por la pervivencia de aranceles internos, etc.
- El prestigio social de la propiedad de la tierra, lo que explica que bastantes burgueses deriven capitales al sector agrícola aprovechando los procesos desamortizadores. La abundancia de jornaleros, mano de obra barata, desincentiva la inversión de maquinaria agrícola y la adopción de nuevas técnicas agrícolas.
Así, la burguesía española del XIX tenderá a dedicarse a los negocios especulativos, a las inversiones con mínimo riesgo o a la corrupción política, caracterizándose por su carácter absentista, ya que Madrid será la residencia habitual de la alta burguesía.