Formación de Síntomas y Mecanismos de Represión en la Teoría Psicoanalítica

Clasificado en Psicología y Sociología

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Capítulo II: ¿Qué Pone en Marcha la Constitución del Proceso Sintomático?

Rasgos Básicos de la Formación de Síntoma

El síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada; es un resultado del proceso represivo. La represión parte del yo, quien, por encargo del superyó, no quiere acatar una investidura pulsional incitada en el ello. Mediante la represión, el yo consigue coartar el devenir-conciente de la representación portadora de la moción desagradable.

Por obra del proceso represivo, el placer de satisfacción que sería de esperar se muda en displacer (mudanza de afecto), ya que el decurso excitatorio intentado en el ello no se produce, sino que el yo consigue desviarlo o inhibirlo.

El yo adquiere la posibilidad de exteriorizar influencia sobre los procesos del ello a consecuencia de sus vínculos con el sistema percepción, que constituyen su esencia y son el fundamento de su diferenciación con el ello. La función de este sistema P-Cc (preconciente) se conecta con el fenómeno de la conciencia, ya que recibe excitaciones de afuera y de adentro, y, por medio de las sensaciones de placer y displacer, intenta guiar los decursos del acontecer anímico en el sentido del principio del placer.

Cuando el yo se revuelve contra un proceso pulsional del ello, emite una señal de displacer para alcanzar su propósito con la ayuda del principio de placer. La energía empleada para producir esta señal proviene del patrón utilizado en la defensa frente a un estímulo exterior; es decir, a raíz de un peligro externo, el ser orgánico inicia un intento de huida: quita la investidura a la percepción de lo peligroso, luego realiza acciones musculares que vuelvan imposible la percepción del peligro para sustraerse de su campo de acción.

La represión equivale a un intento de huida. El yo quita investidura de la agencia representante de pulsión que se quiere reprimir y la emplea para el desprendimiento de displacer (angustia).

A pesar de la represión, la moción pulsional ha encontrado un sustituto inhibido. Ya no es reconocible como satisfacción. Si ese sustituto llega a consumarse, no se produce ninguna sensación de placer.

Resumen

El síntoma se origina en el yo, pero lo excede. El yo emite una señal de displacer, y una moción pulsional es coartada. A raíz de ese displacer, el yo pone en marcha una operatoria de la represión. Se forma una formación de compromiso entre el yo y el ello. El síntoma es el resultado de este conflicto. El monto de afecto puede retornar, y su vía más directa es la angustia. Síntoma y angustia eran consecuencia del mecanismo represivo. La angustia sería el acto de descarga por el cual se reconduce la libido insatisfecha.

Freud rechaza esta antigua concepción, según la cual la energía de investidura de la moción reprimida se mudaba automáticamente en angustia. Sostiene que el yo es el genuino almácigo de la angustia; es su sede, el eje, su lugar específico, ya que el mecanismo de formación de la angustia pasa por el yo[1]. Ahora propone que la angustia no es producida a raíz de la represión, sino que es reproducida como estado afectivo siguiendo una imagen mnémica preexistente. Respecto al origen de esa angustia, se establece que los estados afectivos están incorporados en la vida anímica como sedimentaciones de vivencias traumáticas y despiertan como símbolos mnémicos.

En el hombre, el acto del nacimiento, en su calidad de primera vivencia individual de angustia, parece haber prestado rasgos característicos a la expresión del afecto de angustia. Toda modalidad de angustia es en relación al nacimiento como fuente y modelo afectivo. Ante una situación de peligro (desborde libidinal) similar, se reacciona de esa manera: angustia.

Características del Síntoma

  • El síntoma se engendra a partir de la moción pulsional afectada por la represión; es decir, siempre implica una represión. No es algo que le sucede al yo. No hay territorio específico para él: es extraterritorial.
  • El yo huye de las consecuencias que traería lo reprimido: un peligro real que la satisfacción pulsional conllevaría.
  • Dos tipos de angustia: neurótica y realista (el yo se angustia ante situaciones de la vida real que ponen en peligro su existencia). Estas no son tan diferentes, sino que se reconducen a algo único ante el hecho de ubicar al yo como sede de la angustia.

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