La Fuga y el Concierto: Orígenes y Evolución en la Música Barroca

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La Fuga: Origen y Estructura Polifónica

Según M. Pérez, «la fuga nació del ricercare y de la canzona renacentistas, como la más compleja composición polifónica de estilo horizontal o contrapuntístico, en un solo movimiento, estructurado según un plan que consiste fundamentalmente en la reaparición constante del personaje principal o tema, acompañado normalmente de su paje o tema secundario, saltando por las diferentes voces o tonalidades, en las que, como huyendo unas de otras, es imitado libre o rigurosamente (canon) en las más variadas formas; al final se alcanzarán unas voces a otras, para terminar juntas en un final común.»

El Concierto: Evolución de una Forma Musical

El Concerto Grosso

Entre finales del siglo XVI y principios del XVII, toda composición en la que intervinieran grupos de instrumentos podía recibir el título de concierto. Sin embargo, también era designada con nombres como sinfonía, canzona o sonata, como las Sacrae symphoniae de Giovanni Gabrieli.

La forma definitiva del género no se estableció hasta después de 1680, bajo la influencia de Giuseppe Torelli (1658-1709) y Arcangelo Corelli (1653-1713). Los 12 concerti grossi de Arcangelo Corelli, que aparecieron publicados en 1714, ya son obras donde al conjunto instrumental (el tutti) se opone un grupo de solistas (el concertino), formado en muchas ocasiones por un trío de cuerdas. La forma no estaba aún completamente definida, pues la alternancia entre tutti y concertino no respondía a un plan determinado, sino que establecía una especie de eco entre ambos.

Johann Sebastian Bach representa la culminación del Barroco musical, llevando estas formas a su máxima expresión.

El Concierto para Solista

En el concierto para solista, la oposición tímbrica se establece no entre un grupo de solistas y la orquesta, sino tan solo entre el solista y el tutti. Será Antonio Vivaldi (1678-1741) quien acabe imponiendo lo que sería el modelo clásico del concierto para solista.

Se trata de un concierto en tres movimientos, a veces con una introducción lenta precediendo al primer allegro, muy rítmico y con una tonalidad muy afirmada. Además, Vivaldi otorgó a la parte del solista autonomía, lirismo y virtuosismo. La expresión, en Vivaldi, también se vio enriquecida con indicaciones muy precisas que iban desde el tradicional procedimiento del eco hasta la dinámica.

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