La Fundación de Buero Vallejo: Realidad y Ficción en Escena
Clasificado en Plástica y Educación Artística
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La Fundación de Buero Vallejo: Realidad y Ficción en Escena
Evolución de Tomás y la Percepción de la Realidad
En La Fundación, Tomás experimenta una progresiva confrontación con la realidad, inicialmente distorsionada por su percepción. A continuación, se detallan los momentos clave de esta evolución:
- Tomás percibe la animadversión de Tulio y malinterpreta sus acciones. Un ejemplo de esto es cuando Tulio simula recoger vasos de cristal inexistentes. Este incidente marca un punto de inflexión, ya que Tomás comienza a darse cuenta de que su percepción difiere de la de los demás.
- En el segundo cuadro, la disonancia se intensifica. Tomás, "angustiado" (según una acotación), nota que su entorno se desmorona: la lámpara no se enciende, la televisión no funciona, la música no se oye. La desaparición de la máquina de fotos y su sustitución por "un vaso roñoso" le llevan a la correcta conclusión de que el problema reside en él, no en los demás. Además, al oír que Asel no es médico, se reaviva su preocupación por el extraño "enfermo".
- Una escena de gran dramatismo ocurre cuando Tomás "oye" al "enfermo" pedir ayuda. Las palabras del enfermo resuenan en la mente de Tomás, pero provienen de su propio interior. Son sus propios pensamientos, incapaces de comprender por qué Asel no responde a las urgentes demandas del cadáver que solo él escucha. La entrada de los carceleros revela que el "enfermo" lleva varios días muerto.
Transformación del Espacio y la Revelación de la Prisión
- Al inicio del tercer cuadro, el mobiliario ha cambiado: el sillón ha desaparecido, la mesa es de hierro y está empotrada en el suelo, al igual que la cama en el muro. Los personajes visten uniformes de presos, excepto Tomás, que conserva su ropa inicial. Él aún intenta encender las lámparas, que finalmente desaparecen.
- El paisaje también se ve afectado: la parte visible desde la puerta se transforma en el corredor de la prisión. El resto, visible a través del gran ventanal, comienza a oscurecerse por primera vez.
- Tomás vuelve a imaginar a Berta, en un último intento de negar la realidad. La música de Rossini suena y el paisaje se ilumina con la luz de la mañana. Sin embargo, Berta no hace más que exponer el subconsciente de Tomás, que se debate entre su deseo de permanecer en la Fundación y la cruda realidad.
- El paisaje se oscurece y Tomás finalmente acepta la desaparición de la Fundación. Reconoce la cárcel.
- En el último cuadro, el ventanal ha sido reemplazado por una pared gris. Tomás viste el uniforme de preso. La cortina que simulaba el cuarto de baño desaparece y la luz inunda toda la escena de manera uniforme. Solo en este momento el espacio representa en su totalidad la realidad de la prisión. Los carceleros que aparecen posteriormente visten los uniformes reglamentarios.
La Locura como Arma y el Simbolismo del Final
- Tomás utiliza su locura por última vez para encubrir la muerte de Max. Sin embargo, ahora él controla su imaginación, en lugar de ser dominado por ella. La Fundación ya no es una vía de escape, sino un arma contra los carceleros para lograr el traslado a las celdas de castigo y, desde allí, una posible liberación.
- Antes de caer el telón, la escena se transforma y recupera la apariencia de la Fundación: la librería, la nevera, el paisaje, la luz irisada y la música de Rossini regresan. El Encargado abre la puerta e invita a entrar a nuevos, pero ya invisibles, inquilinos. Este final no engaña al espectador, que ha conocido, a través de Tomás, la verdadera naturaleza de la Institución.
Reflexión Final: Crítica Social y la Metáfora de la Fundación
Esta escena final es emblemática. Buero Vallejo parece advertir al espectador sobre las "Fundaciones" que acechan en la realidad fuera del teatro, instándole a permanecer alerta ante todo aquello que limita o enajena al ser humano en la sociedad. Aunque esta prisión concreta ha sido refutada, muchas otras persisten en el mundo.
A través de esta técnica, Buero denuncia la pobreza y la ambigüedad de nuestra sociedad. En cierto modo, muestra comprensión hacia el delator, a quien el público, cómplice del personaje alucinado por compartir sus mismas experiencias mentales, llegará a entender y perdonar, tal como lo hace el noble Asel.