Fundamentos de la Ética Clásica: Virtud (Areté), Felicidad (Eudaimonía) y el Intelectualismo Moral
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La Ética de los Antiguos: Virtud y Felicidad
La conducta humana puede justificarse a través de diversas teorías éticas. Denominamos «ética de los antiguos» al periodo filosófico más dilatado en el tiempo.
El Nacimiento de la Ética: ¿Relativismo o Universalismo?
Los términos clave para la ética clásica son la felicidad (eudaimonía) y la virtud (areté).
El Concepto de Virtud (Areté)
En el mundo antiguo, la virtud era la cualidad de una persona que había alcanzado la excelencia en la función que le era propia, valorando aquellas características que la sociedad tenía en más alta estima.
El término virtud comienza a aparecer en los poemas homéricos, donde areté designa las cualidades del noble feudal y del guerrero: la valentía y la fuerza física.
En el siglo VI a. C., la antigua organización feudal griega dio paso a la ciudad (la polis). El modelo del héroe cedió su lugar al del ciudadano.
El Desafío Sofista: Relativismo Moral
El contacto de los sofistas con otras culturas y la existencia de diferencias notables los llevó a cuestionar si las normas y costumbres de cada grupo humano eran naturales o convencionales.
Según ellos, solo existían dos pautas de comportamiento naturales:
- La búsqueda de placer.
- El ansia de poder.
Todas las demás normas eran relativas a un pueblo y, por lo tanto, convencionales. Los juicios morales no indicaban la virtud, bondad o maldad de la persona, sino su destreza, astucia y eficacia en la consecución de sus objetivos.
La Respuesta Socrática: Razón y Universalismo
Sócrates argumentaba que la postura de los sofistas solo podía conducir al caos, ya que haría imposible establecer normas universales para orientar la conducta humana.
Su conclusión, diferente de la de los sofistas, afirmaba que la facultad suprema y universal, por encima de los deseos de placer y poder, era la razón.
El Intelectualismo Moral
Esto llevó a Sócrates a plantearse dos cuestiones fundamentales:
- Averiguar la meta de la conducta humana.
- Determinar si se podía o no enseñar la virtud.
La respuesta central fue: «Conócete a ti mismo». Esto significaba conocer el significado de todas y cada una de las propias acciones e ir mejorándose continuamente como individuo.
Con Sócrates, el Saber y la Virtud se identificaron. El sabio era virtuoso; aquel que conocía el bien solo podía hacer el bien, y el malvado lo era únicamente por ignorancia. El sabio era quien aprendía que, al hacer el mal a los demás, no seguía su propio bien. Este concepto se conoce como intelectualismo moral.