Fundamentos de la Filosofía Aristotélica: Materia, Forma, Alma y Virtud
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Este es el conocimiento sobre el que versa la ciencia: lo universal, no lo particular. La materia es imprescindible para que algo exista, pero sin forma carece de identidad. En la realidad, ambos conceptos son inseparables. (Por otra parte, denomina sustancias segundas a las nociones o definiciones abstractas y universales que permiten definir las sustancias).
Se denomina potencia a todas las posibilidades de realización que se encuentran inscritas en la sustancia. Los actos son aquellas posibilidades que han llegado a ser realidades. La materia es pura posibilidad, es potencia. El paso de la potencia al acto es lo que define al movimiento. Los cambios, para Aristóteles, se producen entre atributos accidentales, pero, debajo de todo cambio, la sustancia permanece inalterable. Menciona cuatro causas para que se produzcan los cambios: causa material, causa formal, causa eficiente (se refiere al agente productor) y causa final (el para qué). Todo movimiento o cambio tiende a un fin. Esta idea da lugar a la concepción teleológica de Aristóteles, tanto en el ser humano como en la naturaleza.
Para Aristóteles, el movimiento es eterno, por tanto, debe existir un motor que también lo sea: no puede haber movimiento sin motor: todo lo que se mueve, se mueve por algo. Ahora bien, como todos los seres que nos rodean están en potencia, debe existir algún ser que esté siempre en acto. Este es el primer motor, causa del movimiento de todos los demás. Surge así la teoría del motor inmóvil: el primer motor es inmóvil, es un ser perfecto, inmaterial y eterno, un acto puro (sin potencia).
Antropología
La antropología aristotélica se denomina hilemorfismo. Su concepción de la vida se basa en que todos los seres, vivos e inertes, son una fusión de materia y forma. En los seres vivos, la forma se identifica con el alma, que es un principio vital. El alma no es, como dijera Platón, una realidad separada del cuerpo, sino que, unida a él, forma una unidad sustancial. El ser vivo está formado por unos materiales que adoptan una forma específica con unas capacidades y funciones jerarquizadas. Estas capacidades específicas residen en el alma. Como hay tres tipos de capacidades diferentes, existen también tres tipos de alma:
- El alma vegetativa (propia de los vegetales, pero presente en todos los seres vivos): desarrolla las capacidades de alimentación y reproducción.
- El alma sensitiva (presente en los animales y en el ser humano): desempeña funciones irracionales de movimiento, percepción, deseo o emoción; permiten sentir placer y dolor.
- El alma intelectiva o razón (propia exclusivamente del ser humano): se caracteriza por la capacidad de pensar y obrar conforme a la razón; es la capacidad más elevada.
El ser humano está formado por un elemento racional (el alma intelectiva) y otro irracional (el alma sensitiva).
Virtudes del alma intelectiva
La virtud o excelencia, para Aristóteles, consiste en cumplir una función de la mejor manera posible. Las tres funciones del alma intelectiva (teórica, práctica y productiva) pueden alcanzar la perfección a través de las virtudes de la razón o virtudes dianoéticas.
- La virtud de la función teórica se denomina sabiduría. Se alcanza cuando la función de distinguir entre la verdad y la falsedad se cumple de forma excelente. La sabiduría surge de la unión de dos capacidades complementarias que son el entendimiento (nous) y la ciencia demostrativa (episteme).
- La virtud de la función práctica es la prudencia y consiste en saber escoger siempre el término medio más adecuado entre dos extremos. Puede adquirirse mediante la experiencia o tomando como modelo a personas prudentes.