Fundamentos Metafísicos de la Existencia Divina: Aristóteles y Santo Tomás
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Noción 1: El Movimiento y el Primer Motor Inmóvil
Para Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, el concepto de movimiento trasciende la mera alteración de posición o lugar. Se refiere a cualquier modificación que experimentan los seres. En esencia, todos los entes poseen una potencialidad, una capacidad inherente para cambiar. Por lo tanto, el movimiento se define como el paso de la potencia al acto.
Se distinguen diversos tipos de cambio o movimiento:
- Cambio sustancial: Ocurre cuando una sustancia desaparece para dar lugar a otra, como en los procesos de generación o corrupción.
- Cambio accidental: La sustancia se modifica, pero su esencia permanece inalterada. Este puede manifestarse de varias formas:
- Según la cualidad: Por ejemplo, cuando una hoja cambia de color en otoño.
- Según la cantidad: Como el crecimiento de un niño.
- Según el lugar: Cuando nos trasladamos de un sitio a otro.
Santo Tomás de Aquino toma esta observación empírica —"en este mundo algunas cosas se mueven"— como el punto de partida de su Primera Vía racional para demostrar la existencia de Dios. Argumenta que todo lo que se mueve es necesariamente movido por otro, y este, a su vez, por otro. Sin embargo, esta cadena de motores no puede extenderse hasta el infinito, pues ello implicaría la ausencia de un origen del movimiento. Por consiguiente, es imperativo postular la existencia de un Primer Motor.
Este Primer Motor, identificado con Dios, es concebido como Acto Puro. Debe ser acto para poseer la capacidad de mover, y debe ser puro, es decir, sin mezcla alguna de potencialidad, ya que mueve siendo él mismo inmóvil e inmutable. Solo aquello que es la existencia misma puede "hacer existir" a otros.
Noción 2: La Causa Eficiente Primera y el Ser Necesario
Al contemplar el universo y las cosas sensibles, percibimos una intrínseca relación de causas y efectos. Cada efecto observable posee una causa que lo precede. La indagación sobre la cadena de causas de los seres nos conduce, ineludiblemente, a la postulación de una Causa Eficiente Primera.
Esta Causa Primera posee atributos esenciales:
- Es infinitamente perfecta, ya que, al ser la existencia misma subsistente, engloba todas las perfecciones.
- Es inmaterial, pues la materia es intrínsecamente potencia, y la Causa Primera es Acto Puro.
- No experimenta cambios, precisamente por ser Acto Puro.
- Es no subordinada e incausada, lo que significa que no puede ser causada por otra entidad. Si lo fuera, dejaría de ser la primera y perdería su independencia absoluta en el actuar y en el causar.
A esta Causa Eficiente Primera la identificamos como Dios.
En este contexto, surge el concepto de Ser Necesario: aquel ser que no puede no existir, pues posee en sí mismo la razón absoluta de su propia existencia. Este concepto se contrapone directamente a la idea de contingencia. Los seres contingentes son aquellos que tienen la posibilidad de ser o no ser; su existencia no es intrínseca, sino que depende de otro ser distinto a ellos que les comunique el ser.
Admitir la existencia de un ser contingente incausado sería una contradicción lógica, pues implicaría que un ser tiene y no tiene en sí mismo la razón suficiente de su existencia. Por lo tanto, la existencia de lo contingente exige forzosamente la existencia de su causa.
Sin un ser que exista por sí mismo (un Ser Necesario), nada podría existir, ya que algo no puede surgir de la nada. En consecuencia, una serie de seres contingentes no puede existir sin que, fuera de ella, haya un Ser Primero No Causado, al que denominamos Dios.