Glosas Silenses y Emilianenses: Orígenes del Español Escrito

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¿Qué son las Glosas?

Las glosas son anotaciones en latín, romance o vasco, interlineadas o marginales, escritas en códices latinos medievales. Su objetivo principal era resolver dificultades en la comprensión de dichos textos. Sin embargo, también encontramos en ellas los primeros intentos de construir un discurso íntegramente en romance, siendo este una interpretación libre del texto latino.

Las glosas son textos de gran valor cultural y filológico, ya que gracias a ellas los filólogos han podido comprender la evolución de la lengua, los diferentes fenómenos lingüísticos y el sentido semántico y gramatical que estos textos contienen. Representan las primeras palabras escritas en español, porque al aplicar la grafía latina al nuevo hablar, aún carente de usos y normas, se dotó de un sustrato cultural que favoreció su difusión y formación.

Glosas Silenses y Emilianenses: Contexto Histórico

Las glosas que trataremos en este trabajo son las Silenses y Emilianenses. El códice Emilianense se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, en Madrid, pero fue hallado en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja. El códice Silense estuvo en el Monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos, hasta su venta al British Museum.

El contenido del manuscrito latino se divide en dos partes: una extensa para uso litúrgico y una segunda parte formada por un texto Penitencial, presente en otros códices de la época. Las glosas más importantes se encuentran en una parte específica del texto, donde reside el principal interés.

A diferencia del códice Emilianense, el Silense contiene solo glosas léxicas, sin indicaciones gramaticales. Algunas coinciden con las de San Millán, lo que sugiere una fuente común, pero otras difieren completamente.

Glosas Emilianenses: El Primer Ejemplo Histórico de Nuestra Lengua

El lingüista Emilio Alarcos Llorach (1982) sostiene en múltiples estudios sobre el origen de la lengua española que, al analizar las Glosas Emilianenses, nos encontramos frente a «la más antigua aparición escrita (por ahora) de algo que no es latín y parece castellano», ante «el primer ejemplo histórico de nuestra lengua». La aparición de las glosas data del siglo X, cuando entre los márgenes de las composiciones pertenecientes al códice latino Aemilianensis 60 se encuentran estas anotaciones. La intencionalidad de aquellos monjes era brindar claridad a los textos latinos.

Glosas Silenses: Un Testimonio Posterior

Las Glosas Silenses, llamadas así por haber sido encontradas en el Monasterio de Santo Domingo de Silos (provincia de Burgos, Castilla y León), datan de finales del siglo XI. Podrían ser copia de un manuscrito anterior, el Códice Albeldense, comenzado en el año 776 y procedente del Monasterio de San Millán de la Cogolla.

El hecho de que un manuscrito proceda del mismo lugar donde se encuentra una copia del códice hermano, el Emilianense, en el que podría haber participado el mismo glosador, lleva a los filólogos a adoptar diferentes posturas respecto a la posible hipótesis de su origen y autor. Ruiz Asencio, a diferencia de otros estudiosos como Menéndez Pidal, Gómez Moreno, García Villada y Millares Carlo, explica que la copia conservada es de finales del siglo XI, aunque el original copiado fuera muy anterior, posterior al manuscrito latino que contiene las glosas de San Millán.

Tras observar las coincidencias de ambos códices, Ruiz Asencio afirma: «Ahora ha llegado el momento de considerar que tantos puntos de coincidencia no pueden ser producto del azar, sino que han de tener una explicación más lógica».

Importancia de las Glosas en la Historia de la Lengua Española

El primer y más valorado uso de las glosas —silenses y emilianenses, respectivamente— se fundamenta en desvelar el origen primigenio de la formación, propiamente dicha, de la lengua española, además de instruir al público lector en la lengua latina. Desde su aparición a finales del siglo X, contamos con testimonios de diversos glosadores, pues un mismo texto aparece glosado de distintas maneras —esto se explica a raíz del costoso precio del papel y la compleja adquisición de copias en aquella época—. Los más reconocidos por su labor didáctica —en múltiples ocasiones cuestionada por diversos estudiosos de la lengua— fueron los monjes y demás miembros de la Iglesia.

Su utilización ha ido prosperando de generación en generación, mientras la lengua avanza, la caligrafía cambia con cada glosador y la primaria orientación o propia intencionalidad del texto se transforma.

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