El Gótico Radiante: Sainte-Chapelle y la Pintura sobre Tabla

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La Sainte-Chapelle de París: Joya del Gótico Radiante

El edificio más representativo del gótico radiante es, sin ninguna duda, la Capilla Santa (Sainte-Chapelle) de París. Se trata de un inmenso relicario que se construyó entre 1241 y 1248 para albergar en su interior algunas de las más importantes reliquias de la cristiandad, procedentes del saqueo de Constantinopla que habían llevado a cabo los cruzados. Entre estas reliquias se encontraba la punta de la lanza que hirió el costado de Cristo, trozos del madero donde este fue crucificado y la corona de espinas.

Como era frecuente en los edificios medievales construidos por iniciativa real, se construyó en dos pisos. El inferior se destinaba al público en general, mientras que el superior era la capilla privada del rey, unida al Palacio Real por una galería.

El interior de Sainte-Chapelle es espectacular: el muro se desmaterializa y la espiritualidad se excita, dando la sensación de estar dentro de un joyero iluminado por millares de facetas de diamantes multicolores. Los nervios y las tracerías están pintados de tonos dorados, lo que magnifica esta impresión. Los enormes vanos están cubiertos de vidrieras, dando la impresión de que apenas existe el muro, como si nos encontráramos dentro de la propia corona de espinas.

El piso superior es mucho más esbelto y elegante, de gran altura, cubierto, como el inferior, de bóvedas de nervios cuatripartitas, pintadas en azul celeste. En el piso inferior, las columnas son rojas con castillos dorados, ya que el rey Luis IX era hijo de Blanca de Castilla, aunque otras son azules con la flor de lis.

El exterior es esbelto y grácil, con delgados contrafuertes coronados de pináculos que enmarcan imponentes gabletes, y una cubierta muy inclinada coronada por una delgada aguja.

La Pintura sobre Tabla en el Gótico

En pintura, cuando las obras utilizan la madera como soporte hablamos de tablas. En el gótico, este fue el soporte por excelencia.

El proceso de la pintura sobre tabla era muy laborioso. En primer lugar, había que montar el soporte a partir de tablones obtenidos de madera seca, aplanados con azuelas y unidos entre sí mediante clavijas, uniones en forma de cola de milano, etc., reforzados por el reverso mediante listones y bandas de tela.

Una vez obtenido un soporte liso, tras lijar bien la madera, se imprimaba la superficie de diversos modos. Aunque a veces se aplicaba un estuco o se pegaban tiras de lienzo mediante cola, lo más corriente era aplicar una fina capa de yeso ligado con cola, que se alisaba y pulía hasta obtener una superficie tersa y uniforme, que se dejaba secar.

Cuando el soporte estaba listo, se procedía a pintar con temple (también llamado témpera). En la Edad Media los colores se mezclaban en el propio taller a partir de óxidos o sustancias orgánicas que se mezclaban con un aglutinante proteico, que solía ser la yema de huevo o la caseína (obtenida cortando la leche para extraer una cuajada natural).

Se cubría toda la tabla con una imprimación (una capa uniforme que se aplica antes de empezar a pintar) del color que se quería resaltar en el fondo (cuando era verde se usaba el italianismo verdaccio), y se procedía a la pintura. La técnica del temple es rápida, ya que seca a gran velocidad, por lo que los maestros eran hábiles y acababan sus obras en poco tiempo. Además, el temple debe aplicarse en delgadas capas, que aceleran el efecto del secado, por lo que a veces se cuartea con los años.

A veces se mezclaba en el temple algún aceite para retrasar el secado, lo que daría lugar al descubrimiento de la técnica del óleo, ya que en un principio se usó este para veladuras y resalte de detalles.

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