Goya: Saturno Devorando a su Hijo y El Tres de Mayo
Clasificado en Lengua y literatura
Escrito el en español con un tamaño de 4,32 KB
Saturno Devorando a su Hijo
1820-1823. Pintura mural trasladada a lienzo. 143,5 x 81,4 cm. Museo del Prado, Madrid.
Es una de las siete pinturas que decoraban el comedor situado en una de las salas de la planta baja de la Quinta del Sordo, una de las más famosas de todo el conjunto y también de las más impactantes, entre las denominadas Pinturas Negras.
Representa a Saturno, hijo de Urano y Gea, quien destronó y mutiló a su propio padre. Se casó con Rea y devoraba a sus propios hijos para impedir que se sublevasen contra él. Sin embargo, uno de ellos, Júpiter, se salvó y echó a Saturno del cielo.
En este caso aparece representado como un ser monstruoso, que sostiene entre sus manos el cuerpo mutilado de su hijo, al cual ya ha devorado la cabeza y se dispone a devorar el brazo izquierdo. El rojo de la sangre que surge del cuerpo mutilado y la furia en los ojos desorbitados por la locura de Saturno, contrastan con los tonos sombríos, negros y pardos.
Goya otorga protagonismo a las manchas de color y a la distorsión feroz de las formas, frente a la corrección del dibujo. La obra es de carácter expresionista y provoca en el espectador angustia.
Se interpreta la obra en relación con los acontecimientos de la historia de España, con la voracidad de la tiranía absolutista, que devora a sus hijos. También es una reflexión sobre el paso del tiempo, que lo consume todo. Goya se adelanta a su tiempo, anticipando algunas de las corrientes vanguardistas del arte del siglo XX.
El Tres de Mayo en Madrid de 1808 o Los Fusilamientos
1814. Óleo sobre lienzo, 2,68 x 3,47 m. Museo del Prado, Madrid.
La Guerra de la Independencia llevará a Goya a una amarga reflexión sobre la irracionalidad latente en la naturaleza humana y a un profundo pesimismo. Reflejó su visión de los hechos en dos obras magistrales: El Dos de Mayo o “La carga de los Mamelucos en la Puerta del Sol” y Los Fusilamientos del 3 de Mayo, además de la serie de grabados Los Desastres de la Guerra, en la que denuncia los horrores y la tremenda crueldad de la Guerra.
La obra representa la brutal represión que sucedió a la jornada de enfrentamientos en diversos lugares de Madrid el 2 de mayo de 1808, hechos reflejados en la obra “La carga de los Mamelucos”. En la madrugada del día 3, todos aquellos madrileños que habían sido detenidos por los franceses fueron pasados por las armas, sin juicio alguno. El lugar donde tuvieron lugar los fusilamientos se ha situado en los altos de la Moncloa, aunque algunos señalan que sucedieron en la montaña del Príncipe Pío.
Un pelotón de fusilamiento, formado por anónimos soldados franceses, cuyos rostros no vemos ya que están colocados de espaldas, se disponen a fusilar a los madrileños detenidos en los enfrentamientos del día anterior. Se aprecia en la posición de piernas y fusiles. Una gran fila de detenidos, que vienen caminando desde el fondo, aparece entre los dos grupos de la composición.
La escena se desarrolla por la noche y la iluminación intensamente dramática sobre los que van a morir procede de un gran farol situado en el suelo, junto a los soldados franceses, que están en la penumbra. Goya lleva a cabo un profundo estudio de las distintas reacciones de los seres humanos ante la inminencia de la muerte. Algunos se refugian en la oración y encomiendan su alma a Dios. Otros, desesperados y aterrorizados, se tapan los ojos. El centro de atención está en la figura del patriota madrileño que, con pantalón amarillo y camisa abierta blanca, abre sus brazos, en un gesto que supone una clara referencia a Cristo en la cruz. Su actitud denota valentía y arrogancia.
En primer término y dramáticamente ensangrentados aparecen tendidos en el suelo algunos cadáveres.
La aplicación de los colores en manchas violentas, con predominio de ocres, negros y grises, y acorde con el sentido dramático y nocturno del acontecimiento, es espléndida. Espléndido es también el cromatismo claro e intensamente iluminado del personaje central.
Estamos ante una obra auténticamente estremecedora en la que la violencia se manifiesta en toda su crudeza, al igual que en Los Desastres de la Guerra, en un auténtico alegato contra la guerra.