Grandes Historiadores Romanos: De César a Tito Livio
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GAYO JULIO CÉSAR (I a.C), vivió activamente los años finales de la república. Sus dos obras conservadas están íntimamente ligadas a su actuación política y militar. En los Commentarii de bello Gallico, narra año a año su conquista de las Galias, y los Commentarii de bello civili, cuentan su actuación desde el comienzo de la guerra civil hasta el asesinato de Pompeyo. Su propio asesinato impidió a César continuar la obra.
Escritos como si se tratara de unos informes al senado, sin embargo, el cuidado del estilo y la introducción de digresiones narrativas denuncian que César concibió estos libros como obras literarias destinadas a su publicación. Escritos en 3ª persona para dar mayor impresión de objetividad e imparcialidad, lo que no esconde la intencionalidad propagandística. El estilo de César se caracteriza por la sencillez y la claridad. Junto a Cicerón, César es el modelo de latín clásico.
GAYO SALUSTIO
Contemporáneo y partidario de César. Tras el asesinato del dictador abandonó la política para consagrarse a la Historia. Salustio prefirió la monografía centrándose en un acontecimiento concreto. La conjuración de Catilina, trata un suceso casi contemporáneo, mientras que La guerra de Yugurta trata hechos anteriores. El genio histórico de Salustio vio en estos hechos antecedentes de la guerra civil que desgarraba la Roma de su tiempo y que a él mismo le tocó sufrir.
Salustio tomó como modelo al mejor historiador griego, Tucídides, a quien imitó no solo en su concepción de la historia, sino hasta en el estilo, de una rudeza arcaica, muy distinto de la prosa clásica de Cicerón o César. La concepción de la historia en Salustio es moralizante y es también maestro a la hora de retratar psicológicamente a los personajes, ya sea por descripciones directas o mediante discursos. Por su espíritu crítico y su agudeza intelectual ha sido alabado hasta nuestros días.
TITO LIVIO
Pertenece a la generación posterior que vio nacer el régimen imperial de Augusto, por el que, igual que su contemporáneo Virgilio, acabó sintiendo una enorme admiración. Consagró toda su vida a su monumental historia de Roma, que tituló Ab urbe condita porque comenzaba con la fundación de la ciudad. De los 142 libros publicados conservamos una cuarta parte, aunque de los libros perdidos conservamos resúmenes (o “epitomes”, como se les llamaba entonces).
Actualmente es más valorado como literato que como historiador. Su excelente prosa se aproxima al clasicismo de Cicerón. En cambio, se le reprocha su falta de sentido crítico. No se le puede negar un afán por descubrir la verdad. Muy preocupado por la religión, con frecuencia se entretiene en narrar presagios, agüeros, apariciones...