La Guerra de los Treinta Años: Un hito crucial en la crisis y la modernidad europea
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La acción militar y la diplomática interfieren entre sí, los diplomáticos intervienen en el curso de la guerra porque muchas potencias, como Francia, tienen intereses contrapuestos y les resulta tan peligroso perder como que sus aliados venzan claramente. Además hay mediadores, como el Papa, Venecia y en un primer momento Dinamarca, sin resultados claros.
La larga duración de la guerra explica la evolución sufrida por los ejércitos, que primero son mercenarios con mediocre armamento reclutados por un empresario que se contrata con dicho fin, por lo que se necesita una buena financiación para mantenerlos. Estos soldados son muy variados en lenguas, credos y nacionalidades y su único vínculo es su jefe, en ocasiones con intereses propios, cuando no son pagados recurren al pillaje y su estrategia principal es demorar el enfrentamiento para evitar bajas.
Luego, con la intervención de Suecia, aparece un ejército nacional, tropas homogéneas animadas por un mismo ideal, patria y religión, pagadas regularmente, bien armadas y disciplinadas que arrasan. Este ejército si busca el enfrentamiento abierto para aprovechar su eficacia.
El conflicto acaba por el cansancio de los contendientes y lógicamente por las dificultades financieras que había agravado al máximo la carga fiscal de sus respectivos países. Su conclusión requirió de un nuevo sistema de conferencias de paz y creó un nuevo orden en el mapa europeo. Debemos decir que sin lugar a dudas la Guerra de los Treinta Años va a constituir uno de los hitos más importantes de la crisis en que se verifica el triunfo de la plena modernidad. Además, va a echar el cimiento de la política de la Europa moderna hasta su reciente progreso de unificación.