Guerra Hispanoamericana: Causas, Consecuencias y Regeneracionismo en España
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La Guerra Hispanoamericana y sus Consecuencias
En 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España, utilizando como pretexto el hundimiento del Maine en el puerto de La Habana. El 18 de abril, los estadounidenses intervinieron en Cuba y Filipinas, desarrollando una rápida guerra que culminó con la derrota de la escuadra española en Cavite y Santiago. La intervención estadounidense en Filipinas propició un nuevo alzamiento que finalizó con la expulsión de los españoles. En diciembre de ese mismo año, se firmó la Paz de París, que significó el abandono de Cuba, Puerto Rico y Filipinas por parte de España, territorios que quedaron bajo la influencia y dominio americano.
El Impacto del 98 en la Sociedad Española
La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Para quienes la vivieron, significó la destrucción del mito del imperio español, en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asia y África, y la relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional.
Repercusiones Económicas y Políticas
A pesar de la envergadura del "desastre" y de su significado simbólico, sus repercusiones inmediatas fueron menores de lo que se esperaba. No hubo una gran crisis política, ni la quiebra del Estado, y el sistema de la Restauración sobrevivió, manteniendo la supremacía del turno dinástico. Los viejos políticos conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos tiempos y a la retórica de la "regeneración", y el régimen mostró una gran capacidad de recuperación. Tampoco hubo crisis económica, a pesar de la pérdida de los mercados coloniales protegidos y de la deuda causada por la guerra. Las estadísticas de la época muestran que en los primeros años del nuevo siglo se produjo una inflación baja, una reducción de la Deuda Pública y una considerable inversión proveniente de capitales repatriados.
Los movimientos nacionalistas conocieron una notable expansión, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña, donde la burguesía industrial comenzó a tomar conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y orientó su apoyo hacia las formaciones nacionalistas.
El Regeneracionismo como Respuesta a la Crisis
La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Tras el 98 surgieron movimientos regeneracionistas que contaron con el respaldo de las clases medias y cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que propugnaba la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad, y alfabetizar a la población. Defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida española al margen del turno dinástico con unos nuevos planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral.
El "desastre" dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98. Se caracterizaron por su profundo pesimismo, su crítica frente al atraso peninsular y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.
El Fracaso del Gobierno Regeneracionista de Silvela
El gobierno de Sagasta estaba desgastado y desprestigiado y, de acuerdo con los mecanismos del turno, en 1899, la Reina Regente entregó su confianza a Francisco Silvela. El nuevo gobierno mostró cierta voluntad de renovación, dando entrada a algunas figuras ajenas a la política anterior, como el general Polavieja o el regionalista conservador Manuel Durán y Bas. Se inició una política reformista, se esbozaron proyectos de descentralización administrativa, y se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra. Las nuevas cargas fiscales impulsaron una huelga de contribuyentes y los ministros más renovadores acabaron dimitiendo ante las dificultades que debían afrontar sus propuestas de reforma.