La Guerra de Independencia Española (1808-1814): De la Resistencia Popular a la Revolución Política
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La Guerra de Independencia Española (1808-1814)
La Guerra
La Guerra de Independencia Española se inicia el 2 de mayo de 1808 con el levantamiento del pueblo español contra las tropas francesas en Madrid. El detonante fue el intento de las tropas francesas de deportar a los miembros restantes de la familia real española. Aunque el levantamiento fue sofocado ese mismo día y se llevaron a cabo fusilamientos indiscriminados, la noticia se extendió rápidamente por toda España, provocando una oleada de levantamientos populares contra la ocupación francesa.
Napoleón Bonaparte, quien había subestimado la reacción del pueblo español a la invasión, se encontró con una resistencia mucho mayor de la que esperaba. La Batalla de Bailén, en julio de 1808, marcó un punto de inflexión en la guerra. En esta batalla, el ejército español, unido a las fuerzas populares, logró derrotar a las tropas francesas, suponiendo la primera gran derrota del ejército napoleónico.
Napoleón reaccionó enviando a España a la élite de su ejército, bajo su propio mando. Con la llegada de refuerzos, las tropas francesas en España alcanzaron los 300.000 hombres, mientras que el ejército español, apoyado por Gran Bretaña y Portugal, apenas contaba con 60.000 soldados, bajo el mando del Duque de Wellington.
Ante la superioridad numérica del enemigo, la resistencia española adoptó la táctica de la guerrilla. Grupos de civiles, muchos de ellos sin formación militar, pero con un profundo conocimiento del terreno, hostigaban constantemente a las tropas francesas. Estas guerrillas, que contaban con el apoyo de la población local, obtenían alimentos, refugio e información, lo que les permitía llevar a cabo ataques sorpresa y emboscadas, desgastando al enemigo y dificultando su avance.
La guerra se convirtió en un sangriento punto muerto. La guerrilla española, aunque no podía derrotar al ejército francés en campo abierto, lograba mantenerlo a raya, impidiendo que Napoleón desplegara toda su fuerza militar en España. Esta situación, que se prolongó durante años, terminó por desesperar al emperador francés. En 1812, con la decisión de invadir Rusia, Napoleón retiró gran parte de sus tropas de España, debilitando considerablemente su posición en la península.
El ejército español, aprovechando la retirada francesa, lanzó una ofensiva final. En la Batalla de Vitoria, en junio de 1813, las tropas francesas fueron derrotadas de manera decisiva. Esta victoria marcó el principio del fin de la ocupación francesa en España. En 1814, Napoleón, derrotado en Rusia y presionado en otros frentes, firmó la paz con España, reconociendo a Fernando VII como rey legítimo.
La Revolución Política
Paralelamente a la guerra, se desarrolló en España una profunda revolución política. Ante el vacío de poder dejado por la ausencia del rey Fernando VII, prisionero de Napoleón, surgieron en todo el país Juntas revolucionarias que asumieron el gobierno de las zonas libres de la ocupación francesa. Estas Juntas, que no reconocían la autoridad del rey impuesto por Napoleón, José I, se unieron en la Junta Central Suprema, la cual convocó a las Cortes Generales y Extraordinarias en Cádiz en 1810.
Las Cortes de Cádiz, elegidas por sufragio universal masculino, elaboraron y aprobaron la Constitución de 1812, conocida como “La Pepa”. Esta constitución, una de las más avanzadas de su época, establecía la soberanía nacional, la división de poderes, la libertad de prensa, la abolición de la Inquisición y la supresión de los señoríos, sentando las bases de un nuevo orden político y social en España.
La Constitución de Cádiz (1812)
- Soberanía nacional: el poder reside en el pueblo, que lo delega en las Cortes.
- División de poderes: Legislativo (Cortes), Ejecutivo (Monarquía) y Judicial.
- Libertad de prensa.
- Abolición de la Inquisición.
- Supresión de los Señoríos (fin del régimen feudal).
Sin embargo, el regreso de Fernando VII a España en 1814 supuso un duro golpe para las aspiraciones liberales. El monarca, haciendo caso omiso de la Constitución de 1812, restauró el absolutismo, dando inicio a un periodo de represión política que se prolongaría durante varios años.