Heráclito vs. Parménides: El debate filosófico sobre el cambio y la permanencia

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1. Definiciones

Alétheia: Se traduce al español como “verdad”. Es una composición a partir de “a” (en griego significa “no”) y de “lethe” (en griego “oculto”). La traducción literal debería ser “no-oculto”. En la poesía y el lenguaje ocular más antiguo, alétheia tenía un significado similar al de memoria, ambas expresiones entran en un sistema de oposiciones frente a léthe. Pero alétheia aparece también como lo opuesto a apaté; a pseudés y a doxa.

Physis: Se traduce al español por “naturaleza”, pero esta traducción no nos da el sentido original que tenía en la Grecia antigua. Los griegos arcaicos no entendían la physis en oposición a la técnica, ni a la vida humana en sociedad. La expresión physis viene de la raíz bhu que significa “crecer”. Physis es aquello que aparece y, por lo tanto, en último término, la naturaleza entera. Al concebir la physis como algo dinámico, lleva a conocer otro sentido de physis, sea “aquello que las cosas realmente son” y que, por lo tanto, permanece a través de los cambios. A este segundo sentido de physis se le conoce como arkhé.

Arkhé: Etimológicamente significa “lo antiguo”. Es aquello que hay tras lo que aparece, el principio de donde nace lo que nace. Es el origen de lo que hay. A medida que se impone la noción rectora, conocer se convierte en dar cuenta de lo que hay remitiéndolo a su naturaleza más íntima, a su arkhé. El sabio es quien conoce, quien está en la verdad y esto quiere decir: a quien lo oculto se le manifiesta.

2. Heráclito vs. Parménides

A lo largo de toda la historia se han repetido dos concepciones del mundo antagónicas y enfrentadas. Heráclito y Parménides son los fundadores de estas dos visiones del mundo arquetípicas.

Por un lado, la observación y la reflexión sobre el cosmos que realiza Heráclito le conducen a afirmar que todo está en constante proceso de cambio. Él sabía muy bien que nada es perdurable. Por otro lado, la especulación filosófica que lleva a cabo Parménides afirma antagónicamente que los cambios visibles son una apariencia que esconde una permanencia más profunda.

2.1 Heráclito de Éfeso

Concibe el mundo como un proceso continuo de cambios. Su tesis fundamental radica en la afirmación del perpetuo fluir de todas las cosas: todo pasa, todo corre. Heráclito afirma el dinamismo o la movilidad universal.

El fuego es la metáfora que expresa su pensamiento: todas las cosas son llamas de un gran fuego. Bajo los elementos contrarios en lucha constante, se esconde un logos, que es justicia. Y la justicia es enfrentamiento.

2.2 Parménides de Elea

Su pensamiento es visto en polémica directa con el de Heráclito. Escribió una obra filosófica titulada Sobre la naturaleza, en la que proclama la inmutabilidad radical de la realidad.

Parménides asume esta concepción: si los sentidos nos dicen una cosa y la razón otra, debemos guiarnos más por la razón; los sentidos muchas veces nos engañan, en cambio, un razonamiento lógico nunca engaña.

Parménides afirma que una diosa le ha revelado una verdad incuestionable: “el ser es y el no ser no es”. La consecuencia más importante es la negación del cambio. Un cambio sería el paso de ser una determinada cosa a no ser esa cosa, es decir, un cambio sería pasar del ser al no ser o del no ser al ser.

3. Sócrates frente a los sofistas

Según Platón, Sócrates se diferencia radicalmente de los sofistas; él es su crítico y polemizador: rechaza el escepticismo y el relativismo. Sócrates afirma irónicamente, “solo sé que no sé nada”; pero no niega la posibilidad de acceso al conocimiento por parte del hombre.

Sócrates comparte con los sofistas la preocupación por la educación de los jóvenes y por alcanzar la excelencia o areté. Pero su preocupación es distinta, para él, la excelencia es conocimiento. Las pretensiones de los sofistas, argumentaba, son absurdas. La adquisición de una habilidad depende del conocimiento; si los humanos no conocemos el areté, no podemos enseñar: los sofistas no saben nada y pretenden enseñar, criticaba.

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