La Herencia de Beethoven y la Evolución del Sinfonismo en el Siglo XIX

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La Herencia de Beethoven: Sinfonismo Clásico y Programático

Ampliación de la Forma Sinfónica: Beethoven, particularmente en sus sinfonías 3, 4, 5 y 9, expandió la concepción de la sinfonía clásica. La Eroica (Sinfonía n.° 3), por ejemplo, fue considerada una obra difícil por el público debido a su extensión y complejidad, marcando un cambio significativo en la escritura sinfónica. Introdujo una larga sección de desarrollo, mayor que la exposición, y una coda casi tan extensa como la exposición. Otra innovación fue la exposición del tema principal por la trompa justo antes de la reexposición.

Esta sinfonía, junto con la Novena, contribuyó a la noción del siglo XIX de que la esencia de la música residía en el desarrollo. Esto planteó un desafío para los compositores posteriores, quienes tuvieron que encontrar la manera de convivir con el legado de una figura tan influyente como Beethoven.

Dos Orientaciones Sinfónicas en el Siglo XIX:

  • Ampliación del concepto clásico: Compositores como Schubert, Mendelssohn, Schumann, Brahms y Bruckner buscaron expandir el concepto clásico de la sinfonía como música instrumental pura a través de medios románticos.
  • Nuevas formas sinfónicas a través de un programa extramusical: La Sinfonía Pastoral de Beethoven sirvió como modelo para Berlioz en la construcción de una forma clásica que giraba en torno a un conjunto de sentimientos o pasiones. Mientras que los temas de Beethoven en la Pastoral eran sentimientos sugeridos por un día de campo, los temas de la Sinfonía Fantástica de Berlioz representaban pasiones desencadenadas por las fantasías acerca de la amada. Esta corriente llevó, a través de la sinfonía programática (Berlioz), al poema sinfónico (Liszt).

La Línea Clásica: Schubert, Mendelssohn, Schumann, Brahms y su Música de Cámara

Schubert:

Las influencias en la música sinfónica y de cámara de Schubert provienen de Haydn, Mozart, Cherubini, el primer Beethoven y Rossini.

Sus sinfonías presentan formas regulares clásicas y son románticas principalmente por su lirismo, sus fascinantes excursiones armónicas y sus matices tímbricos. Su producción sinfónica consta de 9 sinfonías. En las primeras 6, su búsqueda estilística se remonta al pasado vienés, con una orquestación y un orden de movimientos tradicionales.

La Sinfonía Incompleta en Si menor (n.° 8) propone un camino diferente. Los materiales que utiliza no se ajustan al modelo de desarrollo melódico beethoveniano. Las melodías de Schubert tienen un carácter lírico y cerrado, resultando en una repetición de segmentos musicales rítmicamente regulares y nítidamente fraccionados, reprimiendo cualquier tipo de progresión. El éxito de esta sinfonía se debe a la gracia melódica, al colorido instrumental y a los giros armónicos.

La concepción de la forma "tema y variaciones" es muy distinta entre Schubert y Beethoven. En obras como el Quinteto La Trucha (D. 667) y La Muerte y la Doncella en Re menor (D. 810), las variaciones son muy claras. El movimiento lento de La Muerte y la Doncella deriva del lied homónimo del compositor.

A lo largo de su carrera como compositor de cuartetos y sinfonías, Schubert vaciló entre la poderosa influencia de Beethoven y su propia tendencia natural como compositor, influenciado por el sonido y los ritmos de la música popular vienesa cotidiana (danzas, marchas y música de tabernas) y la experimentación armónica. Al final de su vida, desarrolló estas tendencias en los tríos con piano en Si bemol y en Mi bemol y el quinteto de cuerda en Do mayor.

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