Hispania: Legado Romano, Visigodo y Al-Ándalus
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El Legado Romano en Hispania
La conquista romana de Hispania se inició tras el desembarco de Escipión en Ampurias el 218 a. C., en el contexto de la Segunda Guerra Púnica. Fue un proceso largo, extendiéndose a lo largo de dos siglos durante varias fases y guerras, como las Lusitanas, Numantinas o Cántabras.
La economía romana en Hispania tenía como base las ciudades, como Mérida, Cádiz o Zaragoza. Se cultivaban principalmente cereales, vid y olivo. Además, Hispania era rica en metales preciosos como el oro en Asturias, la plata en Sierra Morena o el cobre en Riotinto. Este comercio discurría por vías y calzadas, como la ruta de Roncesvalles a Astúrica o la Vía de la Plata. Asimismo, Hispania disfrutaba de un tráfico marítimo fluido con Roma a través de puertos como Tárraco, Cartago Nova y Gades (Cádiz).
El denario de plata romano se impuso como moneda única y la administración dividía Hispania en seis provincias. La romanización supuso la integración plena de la sociedad hispana en el conjunto del mundo romano. Por este proceso, los pueblos indígenas, como iberos o celtas, fueron asumiendo la cultura romana. El latín se impuso como lengua común, se aplicó el derecho romano y se adoptó la religión politeísta romana, aunque posteriormente, en el siglo I, el cristianismo se difundió por Hispania. Fue una de las provincias del imperio más romanizadas. Buena prueba de ello fue que varios emperadores nacieron en la península, como Trajano o Adriano.
Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato
La conquista y Emirato independiente (711-756): Los musulmanes, dirigidos por Tariq, vencieron al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete en el 711 y, en poco tiempo, dominaban toda la Península Ibérica. Al-Ándalus se constituyó como una provincia del imperio islámico, y sus emires fijaron su capital en Córdoba. Esta etapa se caracterizó por el asentamiento en el territorio y las sublevaciones de tribus como los bereberes.
Emirato Independiente (756-929)
Abderramán I se proclamó emir independiente y tuvo que hacer frente a una situación inestable tanto en el interior como en el exterior.
Califato de Córdoba (929-1031)
Abderramán III se proclamó califa. Posteriormente, se impuso la figura de Almanzor, perdiendo poder los califas, que establecieron su residencia en la ciudad palacio de Medina Azahara. Tras la muerte de Almanzor, estallaron guerras civiles.
Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos (1031-S. XIII)
Al-Ándalus se fragmentó en 20 pequeños estados independientes o taifas. En 1085, los castellanos ocuparon Toledo. Los almorávides invadieron Al-Ándalus y vencieron a los cristianos en Alarcos (1195). Más tarde, tuvo lugar la invasión de los almohades, fijando su capital en Sevilla. En la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), fueron derrotados por los reinos cristianos. Así, el reino de Granada fue el último reducto del Islam en la península y se mantuvo independiente hasta 1492.
El Reino Visigodo
El Imperio Romano encargó a los visigodos expulsar a los invasores de Hispania en el 415. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los visigodos establecieron su propio reino con capital en Tolosa. El reino se extendía por el sur de Francia y gran parte de Hispania. Tras ser derrotados por los francos, establecieron la capital en Toledo. Leovigildo fue el artífice de la unidad política de la península bajo el dominio de los visigodos. Posteriormente, Recaredo decretó la conversión al cristianismo del pueblo visigodo, y Recesvinto publicó el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.
Organización Política Visigoda
La monarquía visigoda era electiva y no hereditaria. Existían varias asambleas, como la del ejército o las de hombres libres. El Officium Palatinum consistía en el Aula Regia y los Concilios de Toledo. Las provincias estaban gobernadas por duques y, a su vez, estaban divididas por condados. El último rey visigodo, Rodrigo, fue derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete en el 711.