Historia de España: de los Austrias a los Borbones
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Siglos XVI y XVII en España
Durante el siglo XVI, España experimentó cambios trascendentales. Socialmente, la nobleza ocupaba la cúspide de una sociedad predominantemente campesina. La mezcla cultural (cristianos, musulmanes y judíos) era una realidad, aunque la Reconquista, culminada en 1492 con la toma de Granada, estableció el dominio católico.
Económicamente, el crecimiento demográfico y el descubrimiento de América inauguraron una era de prosperidad, conocida como el "Siglo de Oro español".
Esta época dorada también se reflejó en la cultura, influenciada por el humanismo. La arquitectura gótica prevalecía, mientras que la literatura, con autores como Miguel de Cervantes, experimentaba un renacimiento.
En el siglo XVII, la población española disminuyó en aproximadamente un millón de habitantes debido a factores como la expulsión de los moriscos, guerras, epidemias y la emigración a América. Esta situación agravó la crisis económica. El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, intentó implementar medidas para paliar la crisis, pero fracasaron. Los elevados impuestos y las guerras provocaron un aumento significativo de la pobreza.
En la sociedad, la burguesía aspiraba a ascender a la nobleza, abandonando sus negocios para adquirir títulos y tierras. A pesar del declive, el siglo XVII fue un período artístico excepcional, conocido como el Siglo de Oro, con figuras como Góngora, Lope de Vega, Quevedo y Velázquez.
La Guerra de Sucesión
A principios del siglo XVIII, la muerte de Carlos II sin descendencia desencadenó una crisis sucesoria. Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, fue nombrado sucesor como Felipe V en 1701, marcando el fin de la dinastía Habsburgo y el inicio de la dinastía Borbón en España. Sin embargo, un sector de la nobleza apoyó las pretensiones al trono español del archiduque Carlos de Austria, lo que condujo a la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), un conflicto internacional que involucró a las principales potencias europeas.
A pesar de las victorias iniciales de Felipe V, la obtención por parte del archiduque Carlos de la herencia de los territorios austriacos en 1711 cambió el curso de la guerra. Finalmente, el Tratado de Utrecht en 1713 reconoció a Felipe V como rey de España, pero a cambio de significativas pérdidas territoriales. España cedió sus posesiones en Italia y los Países Bajos a Austria, y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña. Felipe V también firmó el Tratado de Rastadt (1714) con Austria, renunciando a sus derechos sobre el Franco Condado y cediendo territorios en Italia y los Países Bajos.
Tras la guerra, la política exterior española se centró en recuperar su posición en Europa y América. Felipe V firmó el Primer Pacto de Familia con Francia en 1734, apoyando a su aliado en la Guerra de Sucesión Polaca. En el Segundo Pacto de Familia (1743), España intervino en la Guerra de Sucesión Austriaca a favor de Francia. Durante el reinado de Carlos III, el Tercer Pacto de Familia (1761) llevó a España a participar en la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra, obteniendo Luisiana como compensación por la pérdida de Florida. Posteriormente, el apoyo español a los colonos americanos en su lucha por la independencia permitió recuperar Menorca, Florida y Sacramento.
Monarquía Borbónica
La llegada de la dinastía Borbón a España trajo consigo importantes cambios, incluyendo la introducción de costumbres francesas y, especialmente, la instauración de un sistema centralizado de gobierno.
Felipe V inició medidas centralizadoras a través de los Decretos de Nueva Planta (1707-1716). Estos decretos abolieron los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca), que se habían opuesto a su acceso al trono. Se exceptuaron el País Vasco y Navarra, que le habían apoyado en la Guerra de Sucesión. Como institución, se mantuvo únicamente el Consejo de Castilla, que se convirtió en el principal órgano consultivo del rey.
Se crearon las Secretarías de Despacho, equivalentes a los ministerios, para gestionar las diferentes áreas de gobierno. Se unificó la economía y se estableció la ley sálica, que impedía a las mujeres heredar el trono.
Tras la muerte de su esposa, María Luisa Gabriela de Saboya, Felipe V cayó en una profunda depresión y abdicó en su hijo Luis I en 1724. Sin embargo, Luis I murió meses después, y Felipe V se vio obligado a reasumir el trono, que ocupó hasta su muerte en 1746.
Le sucedió Fernando VI (1746-1759), cuyo reinado se caracterizó por una política de neutralidad en política exterior. Su principal reforma fue la firma del Concordato con la Santa Sede en 1753, que otorgaba a la Corona española un mayor control sobre la Iglesia Católica en España.
En América, el Imperio español se reorganizó durante el siglo XVIII. México se convirtió en el Virreinato de Nueva España, mientras que el Virreinato del Perú se dividió en los virreinatos de Nueva Granada (Colombia), Río de la Plata (Argentina) y Perú. Cada virreinato estaba gobernado por un virrey, que representaba al rey, y se dividía en intendencias, dirigidas por intendentes, con funciones administrativas, económicas y militares.
Durante el siglo XVIII, España continuó la colonización de América del Norte, estableciendo asentamientos en territorios como Arizona, Colorado y Texas. En el Virreinato del Río de la Plata se fundaron las ciudades de Montevideo y Sacramento.
Reformas Borbónicas
Las Reformas Borbónicas fueron un conjunto de medidas implementadas por los monarcas borbones Felipe V, Fernando VI y, especialmente, Carlos III (1759-1788), con el objetivo de modernizar el Estado y la economía española, así como recuperar la hegemonía colonial de España en América. Estas reformas buscaban fortalecer el poder real, mejorar la administración, fomentar la economía y aumentar los ingresos de la Corona.
Los Borbones se enfrentaron a la creciente autonomía de los criollos (españoles nacidos en América) y al poder del clero en las colonias. Felipe V y Carlos III desafiaron las disposiciones reales que llegaban al Virreinato del Perú, buscando afirmar su autoridad sobre las élites locales.
Con la ayuda de ministros ilustrados, se llevaron a cabo cambios económicos, políticos y administrativos tanto en la metrópoli como en las colonias. Se implementó una política centralista para recuperar el control sobre las colonias, creando la Secretaría de Indias para centralizar la administración colonial. Carlos III la dividió en dos secretarías en 1787, y Carlos IV suprimió la Secretaría de Indias en 1790, distribuyendo sus funciones entre otras secretarías.
Se crearon los Virreinatos de Nueva Granada (1739) y Buenos Aires (1776) para mejorar la administración y el control de los territorios coloniales. Se establecieron las intendencias en América, reemplazando a los corregimientos, para mejorar la recaudación de impuestos y la administración local. Se intensificaron las visitas y los juicios de residencia para controlar a los funcionarios coloniales y combatir la corrupción.
En el ámbito económico, se promovió el comercio y la industria. Se trasladó la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz en 1717 para mejorar la eficiencia del comercio con América. Se estableció la libertad de comercio entre puertos españoles y colonias en 1778, lo que supuso un importante impulso para la economía colonial. Se liberalizó el comercio de esclavos, lo que tuvo un impacto significativo en la economía y la sociedad colonial.
Las Reformas Borbónicas modernizaron la administración colonial y revitalizaron la economía española, pero también generaron tensiones sociales y políticas en las colonias. El aumento de la presión fiscal y el control sobre el comercio colonial generaron descontento entre los criollos, que veían limitadas sus aspiraciones de autonomía. Las reformas borbónicas sentaron las bases para las futuras crisis del Imperio español y los movimientos de independencia en América Latina a principios del siglo XIX.