Historia de la Urbanización en España: Transformación de Ciudades y Desarrollo Urbano
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El Proceso de Urbanización en España: Una Visión Histórica
El proceso de urbanización es el tránsito de un poblamiento mayoritariamente rural a otro mayoritariamente urbano, incluyendo las transformaciones que supone este cambio. A continuación, se detallan las etapas cronológicas clave en la urbanización de España.
La Ciudad Preindustrial
Este período, muy extenso, abarca desde hace 3.000 años hasta el siglo XIX. Se caracterizaba por la existencia de muy pocas ciudades con una baja densidad de población. La ciudad destacaba por su valor defensivo, su función como centro económico de la comarca y su protagonismo político-administrativo sobre el entorno.
Las primeras ciudades reconocidas se remontan a las fundaciones fenicias surgidas en el siglo VIII a.C. También los griegos fundaron ciudades desde el siglo VIII a.C. Estas ciudades se establecieron como factorías comerciales que completaban la red que fenicios y griegos crearon en el Mediterráneo. Los íberos también fundaron ciudades en el siglo IV a.C., aunque de menor entidad.
Los romanos adaptaron algunas ciudades a sus criterios urbanísticos y crearon muchas ciudades nuevas. Fueron ellos quienes introdujeron innovaciones como el alcantarillado, la pavimentación o el suministro de aguas. La red de calzadas conectaba ciudades, facilitando el transporte y las comunicaciones, fundamentales para los cometidos de las ciudades romanas. A partir del siglo II d.C., se levantaron murallas para defender las ciudades ante las invasiones germánicas.
La caída del Imperio Romano en el siglo V d.C. y el inicio de la Edad Media conllevaron un proceso de ruralización en Europa y la desaparición de algunas ciudades. En España, esto supuso la coexistencia de ciudades cristianas y musulmanas. Las ciudades musulmanas borraron los modelos urbanísticos existentes y adquirieron características propias. Las ciudades cristianas se fueron fundando a medida que se producía el avance cristiano hacia el sur. Durante los primeros siglos, la actividad urbana era casi nula, y las ciudades se fundaban con carácter militar, estratégico o defensivo.
El Estado moderno se consolidó durante los siglos XVI y XVII, y se abandonaron las murallas interiores, ya que no había enemigos internos. El crecimiento urbano fue escaso, destacando solo la construcción de plazas mayores. La Ilustración supuso, en el siglo XVIII, un nuevo impulso reformador para el urbanismo, seguido de la política de nuevas poblaciones. Se aplicaron medidas higiénicas y sanitarias que modernizaron las ciudades.
La Ciudad Industrial
En el siglo XIX, se produjeron importantes transformaciones motivadas por la implantación del sistema político liberal y la Revolución Industrial. Durante la primera mitad del siglo, los cascos antiguos experimentaron los efectos de las desamortizaciones. Se aplicaron numerosas medidas higiénico-sanitarias, mejorando el alcantarillado, la pavimentación y la instauración del transporte urbano.
Durante la segunda mitad del siglo, comenzaron a manifestarse plenamente los efectos de la Revolución Industrial. El derribo de murallas y cercas se produjo por la necesidad de suelo urbano. Se realizaron planes de ensanche alrededor de los centros históricos, dando lugar a barrios de plano ordenado y barrios de plano ortogonal. Otras operaciones urbanísticas completaron esta expansión de las zonas residenciales y de negocios por parte de la burguesía.
A finales del siglo XIX, surgieron otros modelos inspirados en urbanistas británicos, como la ciudad-jardín. También fue necesaria la creación de barrios de casas populares en las nuevas zonas de expansión, en la periferia de las ciudades, para trabajadores con ingresos bajos.
En el primer tercio del siglo XX, se continuaron con las mismas prácticas. Para paliar el desorden existente en los barrios populares del extrarradio, se promulgaron las Leyes de Casas Baratas, que permitían a los ayuntamientos planificar y ordenar el alojamiento obrero. Esto dio lugar a la segunda generación de ensanches, que convirtió los barrios de la periferia en los protagonistas urbanísticos al incorporarse a la ciudad.
Tras la Guerra Civil, las prioridades fueron reconstruir los núcleos devastados y atender las necesidades del crecimiento urbano producido por la migración, creándose el Instituto Nacional de la Vivienda, que ofrecía viviendas protegidas.