Hitos Fundamentales del Cristianismo Primitivo: Concilios, Figuras Clave y Desafíos Históricos

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Concilios Eclesiásticos Fundamentales

Concilio de Jerusalén (Siglo I)

Mencionado en los Hechos de los Apóstoles, este concilio debatió si los gentiles debían circuncidarse para ser cristianos.

Concilio de Nicea (325 d.C.)

Estableció el Credo Niceno, afirmando que el Hijo es consustancial al Padre.

Concilio de Constantinopla (381 d.C.)

Completó el Credo, afirmando la divinidad del Espíritu Santo y su rol como dador de gracia.

Concilio de Éfeso (431 d.C.)

Definió que en Jesús coexisten dos naturalezas, humana y divina. Afirmó que Jesús es Dios y María es su verdadera Madre (Theotokos, Madre de Dios).

Concilio de Calcedonia (451 d.C.)

Precisó que en las dos naturalezas de Cristo no hay mezcla ni confusión.

Conversiones Significativas

Centurión Cornelio

Tuvo una visión en la que un ángel del Señor le indicó que debía buscar a Pedro, marcando un hito en la apertura de la Iglesia a los gentiles.

San Pablo de Tarso

Anteriormente perseguidor de cristianos, en su viaje a Damasco fue rodeado por una luz celestial y Dios le habló. Esta experiencia transformó su vida, convirtiéndolo en el Apóstol de los Gentiles.

Viajes Misioneros de San Pablo de Tarso

Primer Viaje Misionero

Evangelizó Chipre, predicó, bautizó y organizó comunidades de creyentes.

Segundo Viaje Misionero

Llevó el Evangelio a Europa, evangelizando importantes ciudades de Grecia y Macedonia.

Tercer Viaje Misionero

Evangelizó Éfeso, regresó a Grecia y Macedonia. Al volver a Jerusalén, fue tomado prisionero.

Persecuciones a los Cristianos en el Imperio Romano

Bajo el Emperador Nerón (64-68 d.C.)

Nerón, emperador de Roma, fue sospechoso de causar varios incendios en la ciudad. Para desviar la atención pública, acusó a los cristianos, iniciando una cruel persecución durante la cual, según la tradición, fueron martirizados San Pablo y San Pedro.

Bajo el Emperador Domiciano (95-96 d.C.)

Organizó persecuciones, inicialmente contra los judíos que se negaban a realizar la ofrenda anual al emperador, confundiendo a menudo a los cristianos con ellos. Domiciano, devoto de la religión romana, veía con recelo la expansión de otras creencias.

Bajo el Emperador Trajano (98-117 d.C.)

Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, consultó al emperador Trajano sobre cómo proceder con los cristianos. Trajano ordenó que no se les buscara activamente, pero si eran denunciados y no renegaban de su fe, debían ser ejecutados. También se planteó qué hacer con aquellos que habían sido cristianos pero ya no lo eran.

Bajo el Emperador Decio (249-251 d.C.)

Publicó un edicto que ordenaba a todos los ciudadanos del Imperio realizar sacrificios a los dioses romanos. Esto desencadenó una persecución sistemática contra los cristianos que se negaban. Algunos cristianos cedieron y ofrecieron sacrificios (conocidos como lapsi).

Bajo el Emperador Valeriano (257-260 d.C.)

Organizó una persecución con la intención de dar un duro golpe a la estructura de la Iglesia, enfocándose en el clero, confiscando bienes eclesiásticos y ejecutando a obispos y sacerdotes.

Bajo el Emperador Diocleciano (303-311 d.C.) - "La Gran Persecución"

Instigado por sus consejeros, Diocleciano desató la llamada "Gran Persecución", la más severa y extensa de todas, con el objetivo de erradicar el cristianismo y consolidar el imperio. Implicó la destrucción de lugares de culto, la quema de las Sagradas Escrituras y la privación de derechos civiles a los cristianos.

Martirio de San Esteban

Considerado el primer mártir cristiano (protomártir). Fue acusado por algunos judíos de predicar contra la Ley de Moisés y el Templo, y murió lapidado.

Dogma de la Asunción de la Virgen María

Este dogma fue proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus. Sostiene que la Virgen María, Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La primera parte de la oración del Ave María tiene su origen en las Sagradas Escrituras, específicamente en el saludo del Arcángel Gabriel a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1:28).

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