Hitos Históricos de España: Paz de Westfalia, Repoblación y Expulsión Morisca

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La Paz de Westfalia: Un Hito en la Configuración de la Europa Moderna

La Paz de Westfalia se refiere a un conjunto de tratados de paz firmados en 1648. Estos acuerdos pusieron fin a la devastadora Guerra de los Treinta Años en el Sacro Imperio Romano Germánico, que enfrentaba a príncipes protestantes contra el Sacro Imperio y los católicos. También concluyeron la Guerra de los Ochenta Años entre España y la República de las Siete Provincias Unidas (Países Bajos), un conflicto que se había extendido por más de ocho décadas.

Los representantes del Sacro Imperio Romano Germánico, Francia, España, Suecia, los Países Bajos y numerosos príncipes alemanes se congregaron para negociar estos tratados, tras un conflicto que había devastado Alemania y provocado la ruina de la Casa de Austria.

Consecuencias Geopolíticas y Territoriales

Una de las principales consecuencias de la Paz de Westfalia fue el debilitamiento de las posiciones de España y Austria en Centroeuropa. Por otro lado, Francia emergió fortalecida, aunque continuó su conflicto con España. Gracias a estos tratados, las Provincias Unidas lograron su independencia plena, y Suecia se consolidó como la principal potencia del norte de Europa.

Transformación Ideológica y Política

Más allá de los reajustes territoriales, la Paz de Westfalia marcó un cambio paradigmático en la concepción política europea. Rompió con la idea de la universitas christiana, que postulaba la unidad de la cristiandad bajo la autoridad del Papa y el Emperador. En su lugar, se consolidó la noción de una Europa compuesta por estados soberanos, cada uno con sus propios poderes y tradiciones.

El papado quedó definitivamente apartado de las decisiones políticas seculares, y los estados alemanes obtuvieron una mayor autonomía. Este nuevo orden buscaba establecer la paz en Europa al margen de los conflictos religiosos, sentando las bases para el desarrollo de nuevas ideologías políticas, como el liberalismo.

La Repoblación en la Península Ibérica: Modelos y Consecuencias

La Repoblación fue un proceso histórico fundamental en la Península Ibérica, mediante el cual los reinos cristianos, tras la conquista musulmana, recuperaron y asentaron población en los territorios reconquistados. Este proceso implicó la organización de nuevas estructuras políticas, sociales y económicas. Es importante destacar que la repoblación no siempre significó la llegada de nuevos pobladores; en sus últimas etapas, se centró más en la reorganización de la población existente.

Modelos de Repoblación

1. Presura (Siglos VIII-X)

Este modelo fue predominantemente liderado por la Iglesia y llevado a cabo por campesinos. Sufrió un retroceso significativo debido a las campañas de Almanzor. Durante el reinado de Alfonso III, mozárabes también ocuparon estas tierras. El rey o la Iglesia reconocían las tierras donde el campesino podía cultivar, otorgando derechos sobre ellas.

2. Concejos (Siglos XI-XII)

Impulsado por la iniciativa real, este modelo dividía el territorio en concejos. Cada concejo contaba con un representante del rey, caballeros para la defensa y campesinos a quienes se les ofrecían tierras con la posibilidad de adquirirlas posteriormente.

3. Órdenes Militares (Siglo XIII)

Este modelo se aplicó en tierras poco pobladas o en zonas de frontera, donde la presencia cristiana era escasa. Los territorios eran entregados a las órdenes militares, y a estas posesiones se les denominaba encomiendas.

4. Repartimientos (Siglos XIII-XIV)

Este sistema se utilizó en territorios ricos y densamente poblados, donde las tierras eran distribuidas entre los nobles como recompensa por su participación en la Reconquista.

Impacto en la Estructura de la Propiedad

La repoblación configuró la estructura de la propiedad de la tierra en España hasta bien entrado el siglo XX. En las zonas donde no hubo repoblación o fue escasa, predominó el minifundio, caracterizado por pequeñas parcelas. En las áreas de presura, se estableció una estructura de pequeña y mediana propiedad. Las tierras concegiles tendieron a la mediana propiedad, mientras que en las zonas repobladas por las órdenes militares, el latifundio (grandes extensiones de tierra) fue la forma de propiedad predominante.

Mudéjares y Moriscos: Convivencia y Expulsión en la España Moderna

Las conquistas cristianas en la Península Ibérica introdujeron un nuevo factor social: la presencia de mudéjares (musulmanes que permanecieron en territorio cristiano bajo dominio cristiano) y, posteriormente, moriscos (musulmanes convertidos forzosamente al cristianismo).

Inicialmente, los mudéjares fueron expulsados de algunas ciudades donde sus mezquitas fueron demolidas, impidiendo la práctica del culto islámico. Aunque en ciertos lugares gozaban de derechos propios, la presión creciente los llevó a la conversión forzosa o a la migración hacia el sur.

Los mudéjares y moriscos eran especialmente numerosos en los reinos de Aragón y Valencia, donde representaban una importante fuerza de trabajo y, en ocasiones, recibían cierta protección. Dada la necesidad de repoblación, su expulsión masiva no fue una opción inicial.

Las rebeliones en el sur de la península contribuyeron a la disminución progresiva de la población musulmana, que se dedicaba principalmente a la agricultura. Paralelamente, el arte mudéjar, una fusión de técnicas y estilos musulmanes con elementos cristianos, se había arraigado profundamente en la arquitectura y el arte español.

La Expulsión de los Moriscos (1609)

En 1609, el rey Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de toda la Península Ibérica. La tregua con los Países Bajos (Holanda) facilitó la organización de la operación naval para trasladar a los moriscos al norte de África. La expulsión comenzó en Valencia y Aragón, extendiéndose posteriormente a los demás reinos.

A pesar de las protestas y algunas rebeliones por parte de los moriscos, la medida se llevó a cabo. Esta decisión tuvo un impacto socioeconómico significativo, especialmente en las regiones donde los moriscos constituían una parte considerable de la población (en algunos lugares, casi la mitad). Los nobles perdieron una valiosa mano de obra, aunque se beneficiaron al adquirir las tierras abandonadas. Sin embargo, la repoblación de estas tierras resultó ser un proceso lento y complejo.

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