El Hombre Descalzo: Un Viaje a Través de la Memoria
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CONTENIDO: Capítulo I. El Hombre Descalzo: La narradora-protagonista, incapaz de dormirse, ve las imágenes que desde niña la han acompañado en las noches de insomnio. Da por imposible el sueño y decide levantarse. La habitación es un caos de cosas, un desorden externo que es reflejo del mental. Un grabado cuelga de la pared, una premonición de la conversación que mantendrá con el misterioso hombre de negro. Coge un costurero familiar (depósito de la memoria), pero un tropiezo hace que todos los objetos (recuerdos) rueden por el suelo. El percance ha sido provocado por el libro que tiene a la autora en sequía creativa. El deseo de escribir un libro en que los límites entre lo real y lo fantástico se confundan ha provocado en la narradora un bloqueo de cinco meses. Otro hallazgo en el suelo: una carta de amor. La protagonista imagina al hombre descalzo que echa a andar junto al rompeolas y se aleja. Esa carta ha sido muchas veces reescrita por la protagonista, en su intento de explorar el amor ante una realidad que no se lo permite. Finalmente, se queda dormida sobre el suelo, encima de la carta. Capítulo II. El Sombrero Negro: A las doce y media de la noche, la despierta el teléfono. La llamada es efectuada por un hombre vestido de negro con el que supuestamente había concertado una entrevista. La aparición desafiante de una cucaracha de gran tamaño anticipa el misterio. Fuera, la tormenta arrecia. El desconocido se instala en el cuarto de estar y el hombre deja su sombrero, como si fuera un pisapapeles, sobre unos folios que asoman una hoja en la que se puede leer "...al hombre descalzo ya no se le ve". La protagonista no recuerda haber escrito esos folios. El hombre comienza la conversación sugiriéndole la escritura de un libro de misterio y la confianza la lleva a recordar escenas del pasado. Hablan de El Balneario; en aquel momento, la narradora era una jovencita de provincias, producto de la educación sentimental del momento. La conversación revela el papel de la literatura en su vida como refugio de la realidad. Su amiga de estudios había inventado una isla, Bergai, en la que las dos niñas se protegían del miedo y el frío de aquellos años. Él la invita a vivir "al raso" o incluso a entender la literatura como un laberinto en el que perderse. El capítulo termina recordando a Franco y su hija, Carmencita, una niña de edad parecida a la suya, a la que imaginaba triste y aburrida. Capítulo III. Ven Pronto a Cúnigan: La anfitriona va a la cocina para ofrecer té frío a su invitado. La estimulante conversación ha refrescado un viejo tema: los usos amorosos de la posguerra. El reflejo en un espejo antiguo le devuelve la imagen de una muchacha de dieciocho años. Es la época en la que surge su rebeldía contra el orden, la limpieza, las leyes del hogar, al tiempo que se despierta la curiosidad, el deseo de emancipación, el anhelo de perderse en el laberinto de calles de Madrid. En alguna de ellas estaría Cúnigan, un local de música que se convirtió desde entonces en el símbolo mítico de la libertad. Recuerda también las actividades que hacía la familia en cada viaje a la capital. El viejo aparador familiar trae consigo el recuerdo de su madre. La evocación da pie a reflexionar sobre el modelo de educación femenina que se impuso durante el franquismo, con instrumentos como el de la Sección Femenina. Capítulo IV. El Escondite Inglés: La protagonista regresa al cuarto de estar y aumenta la confusión: el visitante de negro le pregunta si teme al diablo con el grabado de Lutero en la mano y ella comprueba que el texto de la máquina de escribir ha cambiado y el montón de folios ha crecido. Él la invita a no interpretarlo todo con la ley de la lógica. La protagonista entiende que ha llegado el momento de escribir ese libro que se le resiste. El visitante le ofrece una cajita dorada que contiene unas píldoras de colores que ayudan a la memoria. La narradora expone su impresión del paso del tiempo y lo compara con el juego del escondite inglés. Entonces recuerda el viaje a Burgos y su sueño de libertad. Y vuelve al tema de sus problemas con la escritura. El consejo del invitado es otra vez el mismo: que "se fugue", que desate su mente y la escritura. Los recuerdos se centran ahora en la figura de Franco. Con su muerte, el tiempo se desbloquea; es el momento de intentar comprender aquellos años. La conversación se interrumpe con una llamada de teléfono. Capítulo V. Una Maleta de Doble Fondo: El capítulo comienza con una llamada telefónica. Una mujer, aparentemente despechada por el extraño invitado vestido de negro, llama desde Puerto Real para hablar con él, para rogar su perdón y enderezar la relación sentimental que se ha ido a pique por una tercera persona, supuestamente nuestra narradora, a quien atribuye la autoría de las cartas de amor que la mujer ha descubierto. La protagonista desconoce la existencia de esas cartas, misteriosamente firmadas con la C. de su nombre. De repente, el invitado de negro se funde con el Alejandro de la novela rosa que empezó a escribir con su amiga de la infancia. Este triángulo amoroso es una parodia del género que alimentó la educación sentimental de la narradora. El capítulo se cierra con el enfado de la protagonista con la desconocida del teléfono. Capítulo VI. La Isla de Bergai: Encuentra el cuaderno de tapas azules que andaba buscando desde el principio, el que empezó la mañana del entierro de Franco y contiene las notas del libro que intentaba escribir sobre la posguerra. Retoman la conversación y el tema es la escasez. Los años de la guerra y la posguerra estuvieron marcados por la necesidad. Y de la necesidad surgió la inventiva. Así fue como su amiga de la infancia y ella crearon la isla de Bergai, un escondite ante la vida. Cuando el cuarto de jugar de la casa familiar de Salamanca se transformó en despensa para hacer frente a los momentos de escasez de alimentos, el único refugio que conocía desapareció y, con él, se apagó el deseo de poseer juguetes. Desde entonces se ha pasado "la vida sin salir del refugio, soñando sola". El vendaval hace que se abra la ventana y vuelen el sombrero y los folios que pisaba. Mientras el invitado recoge y ordena las hojas, ella, exhausta, se echa a descansar en el sofá, reconfortada por la presencia de su invitado. Capítulo VII. La Cajita Dorada: Son las cinco. Un beso de su hija despierta a nuestra protagonista. La escena plasma las pequeñas diferencias generacionales existentes entre madre e hija y su deseo de que la joven estudie más y salga menos. La hija se percata de que su madre ha podido tener visita: en la bandeja hay dos vasos. También está el montón de folios, grueso y bien ordenado, titulado El Cuarto de Atrás, y la cajita dorada, convertida ya en el amuleto que, debajo de la almohada, alimenta sus sueños.