El Ser Humano y su Realidad: Circunstancia, Creencias y Generaciones según Ortega y Gasset

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El Yo y su Circunstancia

Ortega y Gasset parte del concepto de mundo entorno. La relación del hombre con el mundo es sustancialmente diferente: el animal no tiene mundo, sino ambiente natural. El mundo es un ámbito exclusivo del hombre y está compuesto por realidades no naturales, como los símbolos y la cultura. Este mundo humano es lo que Ortega denomina circunstancia. La existencia auténtica del hombre consiste en hacerse cargo de la situación en que está.

El individuo aislado, el sujeto trascendental, el yo puro, no existe separado del mundo-circunstancia en el que está inserto. Nuestro yo vital se configura con y por las circunstancias en que vivimos. Las cosas, el mundo, las circunstancias carecen de sentido si no hay sujeto que las contemple, pero el yo no puede darse sin las circunstancias. El hombre debe salvar su mundo, es decir, buscar el sentido de cuanto le rodea, si quiere salvarse él, es decir, si quiere conocerse a sí mismo. Mi circunstancia no es solo el coexistir con el mundo, sino también y, sobre todo, con los demás: no se puede concebir al hombre sin la sociedad.

La existencia humana consiste, pues, en vivir el mundo que nos ha tocado, ocupándonos de las cosas del mundo. Esta tesis obliga a plantearse la cuestión de la libertad, puesto que las circunstancias parecen imponer una determinación del individuo y, en principio, parece que la libertad solo podría existir si el peso de las circunstancias fuese cero.

Ortega afirma, sin embargo, que nuestra circunstancia nos permite márgenes de acción: dentro de mis circunstancias también están las posibilidades de mi vida, ante las cuales no me queda más remedio que elegir. De ahí que, para el hombre, la vida sea un problema: el hombre ha de decidir hacer con su vida lo que ha proyectado ser.

Las Ideas y las Creencias

La representación que nos hacemos de la realidad no tiene una estructura única, sino que hay diferentes formas de pensar la realidad. Ortega distingue entre ideas y creencias. Las ideas son representaciones de la realidad, sean verdaderas o falsas, que podemos valorar, someter a crítica y examinar. Las creencias son representaciones de la realidad que están en nosotros, aunque no hayan pasado por la razón.

Las ideas y creencias, por tanto, se pueden distinguir, pero no se pueden separar, ya que ambas pertenecen al mismo género: una idea puede ser una creencia o viceversa, en función de su significado en la vida del sujeto.

Lo que realmente mueve nuestra vida son las creencias y no las ideas. Las creencias están difusas en el momento histórico que nos corresponde y no pueden ser eliminadas por la fuerza de la razón.

Ortega no está negando la racionalidad, puesto que es consustancial al hombre la predisposición a la objetividad y a ejercitar la razón, que nos permite orientarnos en la existencia. Las creencias nos permiten enfrentarnos a la dificultad de comprender la existencia y dar un sentido a las circunstancias que nos ha tocado vivir.

El Método de las Generaciones

En este cambio histórico hay una cierta estabilidad que cristaliza por periodos. Ortega llama a estos periodos generaciones. Esta cristalización de la historia en épocas le lleva a exponer otra idea característica de su filosofía de la historia: la separación entre dos tipos de humanos, masa y minoría. La masa tiende a conservar esquemas fijos, a vivir en el presente. La minoría, a romper moldes, a vivir mirando al futuro.

La sensibilidad vital es lo que está a la base de cualquier estadio histórico y modifica nuestras valoraciones morales o estéticas, y estas, a su vez, condicionan las transformaciones políticas e industriales.

Las relaciones de una generación con la anterior pueden ser, a su vez, de homogeneidad, es decir, ambas se mueven por los mismos intereses, y entonces estamos en una época acumulativa; o de heterogeneidad, es decir, ambas se mueven por intereses divergentes, y entonces estamos ante una época revolucionaria.

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