El Ser Humano y la Sociedad: Un Estudio de la Sociabilidad y la Cultura

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Sociedad y Cultura

El niño salvaje, ¿niño o animal? Así rezaba el título de la película que llevó al cine la historia de este pequeño salvaje de los bosques de Aveyron. Y es que el caso de Victor ha pasado a la historia por ser el primer caso documentado de un niño no socializado, es decir, no integrado en la sociedad humana. Pese a los esfuerzos de médicos y especialistas, no llegó a integrarse socialmente. Vivió en París hasta su muerte a la edad de 40 años y jamás consiguió hablar. Accedió a vestirse y a asearse, pero apenas habló. Como apuntaban algunos cronistas de la época, parecía que no deseaba dominar el habla humana.

Pero el caso de Victor no es el único. Hay otras historias: la de Genie Wiley, que data de los años 70. Nacida en California, vino al mundo con un defecto en la cadera. Al cumplir 20 meses, su padre decidió aislarla del mundo y la encerró solo con un orinal y una cuna. Allí vivió durante 10 años sufriendo malos tratos hasta que un día su madre, ciega y también retenida, huyó con ella de la casa. Cuando la policía descubrió el caso, Genie solo arañaba, olfateaba y escupía. No se mantenía erguida y caminaba como un homínido. Tampoco sabía hablar y apenas razonaba como una persona. Al igual que en el caso de Victor, médicos y científicos trataron de integrarla en un entorno social, de forma que pudiera relacionarse con otros seres humanos y aprendiera a hablar. Incluso fue adoptada por uno de los médicos y la verdad es que hubo progresos: accedió a vestirse, aprendió a comer, etc. Sin embargo, jamás llegó a dominar la habilidad humana de hablar, jamás comprendió el significado de las palabras. Las historias de Victor y de Genie revelan por sí mismas que el ser humano no puede vivir sin la sociedad, sin ella no se puede desarrollar parte de las habilidades. En definitiva, el ser humano es un ser sociable que solamente puede crear y conocer mundo junto a los demás.

Sociabilidad

Cuando hablamos de sociedad, lo primero que pensamos es en la imagen de un grupo/s (comunidades, familias, etc.) de personas que viven y se relacionan entre sí, aunque esta capacidad no es exclusiva de los humanos. La mayoría de los animales viven también en grupos, las plantas, se agrupan formando ecosistemas vegetales. Algunos insectos viven además de manera organizada (cooperando en la búsqueda de comida y tareas de protección).

Es fácil detectar algún grado de agrupación en la mayoría de las especies. En casi todas existen grupos en los que los progenitores cooperan para proteger y alimentar a sus descendientes y en la mayoría se agrupan para vivir o para defenderse, lo que significa que existen al menos un mínimo de cooperación entre ellos. La convivencia no es exclusiva de los seres humanos. Hablar de convivencia es hablar de interacción (acción entre o en medio) entre los miembros de un grupo o una especie. Las ovejas y los elefantes son especies sociales, el grado de interacción en cada una es diferente.

Podemos clasificar las especies de animales y humanas distinguiendo varios tipos de convivencia:

a) Gregarismo

Si vamos al campo y observamos con atención el comportamiento de los rebaños, veremos cómo sus miembros galopan o vuelan juntos. No se aíslan sino que permanecen juntos. La razón de esta conducta no responde a la necesidad de alimentarse, ni de protegerse. La razón obedece sencillamente a la necesidad de estar junto a sus iguales.

Somos gregarios, pero además nos gusta asociarnos con quienes nos identificamos. Incluimos cuando nos sentimos iguales y excluimos cuando nos consideramos diferentes. Cuyo, aunque el gregarismo humano no constituye en sí mismo un problema social, puede ser la causa de muchos comportamientos antisociales, racismo, violencia, etc.

b) Jerarquía

Los biólogos han detectado en muchas especies animales comportamientos jerárquicos en los que se dan relaciones elementales de superioridad de un miembro sobre los demás. El ser humano también se organiza jerárquicamente. Prácticamente todas las organizaciones humanas (la familia, las empresas, el Estado, etc.) son en mayor o menor grado, instituciones sometidas a criterios de jerarquía. Ahora bien, hay que tener en cuenta que este tipo de sociabilidad puede crear relaciones de poder; es decir, relaciones desiguales entre unos sujetos y otros.

  1. Relaciones de poder positivas, en las que nos tratamos como sujetos de derechos. Esto permite a la persona y a las sociedades seguir mejorando en pro de la dignidad, la libertad y la igualdad.
  2. Relaciones de poder negativas, en las que se domina y se somete a otras personas. Debido a esta corrupción del poder se llega a la manipulación y anulación de los derechos de los seres humanos.

c) Especialización o división del trabajo

La división del trabajo en funciones específicas dentro del grupo suele ser habitual en muchas especies. Conlleva un grado más alto de sociabilidad que el gregarismo y la jerarquía porque crea relaciones de dependencia hacia el grupo. En algunos insectos, como las abejas, el nivel de especialización es tan elevado que presupone unos sistemas de relación y de convivencia algo más complejos. La capacidad de convivir y relacionarse de estos insectos sociales es asombrosa y estriba precisamente en la diferenciación de las funciones de cada ejemplar, es decir, en el grado de especialización de sus trabajos de la colonia.

Sin embargo, ninguna especie animal ha conseguido especializarse tanto como el ser humano. Nuestras sociedades son complejas y sofisticadas y requieren multitud de papeles, de roles y ocupaciones.

d) Altruismo

En el reino animal es posible detectar conductas altruistas. No tienen una división del trabajo muy acentuada, pero son animales sociales porque se auxilian recíprocamente. Si un miembro cae enfermo el resto del grupo acude en su auxilio. Es la ley de la manada, y cuidan colectivamente de las crías. A este tipo de convivencia los biólogos la llaman altruismo: una conducta que beneficia a los demás con coste o riesgo para uno mismo.

Por lo general el ser humano es altruista. Dedica tiempo y dinero a auxiliar a personas que lo necesitan: a las víctimas de una guerra, etc. En nuestras ciudades creamos y financiamos instituciones para cuidar a los ancianos, a los enfermos o a las personas necesitadas. Sí, somos altruistas, pero en general no solemos entregarnos a los demás más allá de la familia, y dejamos en manos de otras organizaciones la prestación de las actividades altruistas: asociaciones de voluntarios, las ONG, y las instituciones religiosas.

Una vez estudiados los diversos tipos de sociabilidad podemos concluir:

  • La mayoría de las especies tienen capacidad de relacionarse y de convivir. Por eso necesitamos clasificar el grado de convivencia, para poder distinguir mejor el comportamiento social humano.
  • La sociabilidad humana es muy variada. Responde a todos los tipos de sociabilidad descritos. Es gregaria, forma jerarquías, especializada y distribuye el trabajo y es altruista.

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