Impacto Ambiental Oculto del Metabolismo Urbano-Industrial: Residuos y Contaminación

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El Impacto Oculto del Metabolismo Urbano-Agro-Industrial

El impacto territorial y ambiental de las demandas de materiales y energía que requiere el metabolismo urbano-agro-industrial permanece en gran medida oculto en el enfoque económico dominante, en las estadísticas oficiales y, sobre todo, a los ojos de la ciudadanía que habita en las metrópolis, principal “beneficiaria” de su consumo y a la vez subyugada por la Sociedad de la Imagen y la Aldea Global. Y, por supuesto, porque las poblaciones urbano-metropolitanas se encuentran alejadas de los impactos de los inputs biofísicos de su propio metabolismo, pues estos en general se manifiestan en territorios distantes o muy distantes.

Pero las secuelas de residuos y contaminación que genera el otro lado del metabolismo urbano-agro-industrial, es decir, una vez realizado este, sus outputs biofísicos, permanecen aún más recónditos, pues es algo que se menosprecia y que simplemente no se quiere ver. Esto es, se cierran los ojos ante las crecientes consecuencias indeseables de la degradación ambiental que conllevan y que están afectando ya al mantenimiento de la vida. Sobre todo porque en muchas ocasiones tienen menor visibilidad física (por ejemplo, gran parte de las emisiones a la atmósfera, ríos, océanos y suelos) y aquejan principalmente a los territorios más periféricos y empobrecidos, mientras que no por casualidad se manifiestan con menor intensidad en los espacios centrales.

Por dos razones: porque cada vez más se exportan las actividades más contaminantes y los residuos a la periferia, y por ciertas regulaciones y medidas correctoras que se tomaron a lo largo del siglo XX en los espacios centrales que, como veremos más tarde, se presentaron como la panacea para hacer frente a sus efectos. Eran las llamadas “medidas de final de tubería”, que permitían reducir los efectos más nocivos en los entornos más inmediatos de los espacios urbano-industriales del Centro Occidental, fundamentalmente, pero que para nada eliminaban o limitaban la acumulación negativa de los outputs biofísicos del metabolismo urbano-agro-industrial a escala global. Principalmente porque la dimensión de estos no hacía sino expandirse a nivel mundial.

En suma, el tratamiento de este lado oscuro del metabolismo ha consistido prioritariamente en meter la “basura bajo la alfombra”, o alejarla lo más posible, para no verla; tan solo se ha resaltado (y no sin tensiones) en el caso de las emisiones de CO2, causantes del efecto invernadero, como más tarde comentaremos. Pero dicha “basura” sencillamente se resiste a desaparecer y a hacerse invisible. Es más, crecen de forma exponencial los residuos sólidos, líquidos y gaseosos, y su carácter en muchos casos contaminante.

Sobre todo porque en la segunda mitad del siglo XX, y especialmente en sus últimas décadas, hemos entrado de lleno en una civilización consumista basada en el “usar y tirar”, lo que ha dificultado aún más el cierre de los ciclos de materiales, y ha agravado las consecuencias de la contaminación urbano-agro-industrial. De esta forma, la “basura” sale por la ventana del capitalismo global hacia la naturaleza, y al ser esta incapaz de asimilarla y metabolizarla, aquella está entrando ya, otra vez, con todas las de la ley, por su puerta principal, desbaratando cada vez más la fiesta. Y eso que solo ha llegado de forma firme hasta 14 el hall de entrada, y todavía no ha alcanzado plenamente los salones principales donde la fiesta continúa, por ahora, aunque algo más mermada en la actualidad por la llegada de la crisis global.

O quizás, mejor dicho, porque no ha adquirido la visibilidad necesaria en dichos salones, para hacer conscientes a los que allí todavía disfrutan, de que las consecuencias del metabolismo de su muy desigual jolgorio ya están entre ellos, y no afectan solo a los desheredados o a los territorios lejanos.

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