Impacto y Beneficios de las Experiencias Organizativas en Educación y Política
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C. Beneficios en la Dimensión Educativa
Las experiencias organizativas son un espacio social y un instrumento clave para el aprendizaje: los procesos organizativos son un verdadero crisol para la formación de destrezas. Los programas y actividades de una organización producen situaciones y suscitan problemas que crean un terreno propicio para aprender: aprender a expresarse, a asumir el ejercicio de responsabilidades, a intercambiar información, a desarrollar la práctica de la planificación, etc. A la vez, los éxitos de la organización en la solución de problemas incrementan la capacidad de la gente para tratar con otros.
Son un espacio social y un instrumento que favorecen la estructuración de la vida cotidiana de la gente al crear un marco de referencias estables. La actividad organizativa se convierte en un punto de referencia potente de la acción personal; a partir de él adquieren significado otras actividades más rutinarias.
Son un espacio y un instrumento que permiten hacer frente a la modestia y la timidez de las clases populares. Permite construir la confianza necesaria para reclamar la participación en la toma de decisiones. Lo que P. Freire llama la cultura del silencio (no tener palabra sobre lo que nos afecta, carecer de interpretación) o lo que L. Milani denomina la timidez de los pobres, etc., son condiciones de la marginación y opresión que sufren.
Son una oportunidad para aprender a expresarse e incrementar la capacidad de exponer una problemática que sobrepasa las preocupaciones individuales y concierne a un grupo amplio.
D. Beneficios en la Dimensión Política
Las organizaciones son un espacio social y un instrumento que es fuente del poder necesario para la resolución de problemas.
Crea un sujeto colectivo que puede relacionarse con otros sujetos colectivos en forma de colaboración, conflicto, etc. Se consigue voz, interlocución, posibilidades de negociación, de protesta. Se refuerza la autonomía y la participación.
S. Alinsky lo expresa de manera potente: «El cambio viene del poder y el poder viene de la organización. El poder es la razón de ser de las organizaciones».
Por ello, el objetivo del organizador desde el momento en que entra en relación con la población es tratar de levantar un poder de base, una organización. Sin estructura de poder, sin organización, no se puede atacar ningún problema fundamental. Sin organización no es posible hablar de democracia participativa.
La organización posibilita la participación en la gestión cotidiana de los proyectos, de incremento efectivo de la autonomía de las poblaciones destinatarias frente a la prescripción profesional.
El grupo disfruta de garantías que le permiten asumir riesgos que un individuo en solitario no podría asumir. En el grupo, en el equipo cada uno puede realizar experiencias nuevas, desarrollar nuevas competencias, etc.