El impacto de las ciencias en la filosofía
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La agresión de las ciencias
Es a partir del comienzo del siglo XVII cuando nacen autónomas estas ciencias. También se conoce cómo la ciencia moderna llegó a conquistar nuevos terrenos, se constituyeron las ciencias naturales, las humanas, las sociales y las normativas. Al presente vivimos todavía bajo este reventar de las ciencias. La filosofía mantendría la moral, la política y la lógica. Pero poco a poco también las ciencias se lo han adueñado, cómo está sucediendo con la psicología y la lógica o la politiza o poco a poco la sociología con la moral.
Persistencia de la filosofía
Como ejemplo ponemos la ciencia de la medicina que tiene miles y miles de especialidades, y cuando se opera a alguien hay varias personas especializadas en una cosa, dejando de ver a la persona como un conjunto sino más bien cosas concretas, como la sangre, los tejidos, el corazón etc. La ciencia ha destruido el conjunto del ser humano sino ya solo una suma de las partes del mismo. La verdad no es el fin de nuestras pretendidas ciencias, a menos que se transformen y devengan filosofía. Como percibió Hegel, la verdad consistiría en el conocimiento del todo, mientras la falsedad lo sería su mera comprensión unilateral; precisamente la posición del sabio moderno, que toma la parte por el todo. Hegel es un verdadero filósofo por la nostalgia que manifiesta de un conocimiento universal.
Constrictión de la filosofía
No pretendo definir la filosofía. Pero podemos decir que su objeto será el mismo que cuando los griegos la inventaron, salvo el hecho de que se encuentra más aligerado, purificado por el concurso de las ciencias. La filosofía continúa en su tensión a lo universal. De este modo, se opone, como tal filosofía, a las ciencias particulares, comprendidas las ciencias del derecho. Nuestro mundo prefiere la praxis. Las ciencias modernas son auxiliares de la técnica, mientras que la filosofía es esencialmente inútil salvo que tenga por objeto orientarnos hacia el bien, la verdad o lo justo. Es obligado que la ciencia del derecho esté muy difundida y que sea más rara la filosofía, pero ello no impide que sea necesaria.
La filosofía, ¿se encuentra en la historia?
No podemos negarlo: nuestro conocimiento en filosofía tiene un origen histórico, y para aprehenderlos nos es necesario servirnos de la historia, remontarnos a sus fuentes. Pero es por completo falso que todo cambie en el curso histórico: este dogma, típicamente cientificista, procede del abuso de una ciencia histórica que no percibe en la historia sino cambios. La ilusión cientificista es la de que no hay nada permanente. La ciencia histórica cae bajo el control de la filosofía y no al revés. Nada prueba que los verdaderos problemas de la filosofía se hayan desplazado con la historia. Pero los problemas filosóficos lo son de esencia especulativa. Y es por excelencia estable en la realidad: lo universal. El marxismo, del que estamos imbuidos, sostiene el tremendo error de confundir la filosofía con una técnica de la acción. Si tuvieras que resolver un problema jurídico no utilizarías fuentes antiguas para ello, como por ejemplo un código civil de hace 30 años. Pero en cambio en la filosofía esto pasa al revés, la filosofía verifica lo inverso, un filósofo se nutre más con Platón que con uno más actual. Por eso se comprende que las grandes filosofías, y sus principales discusiones se mantengan tal cual a lo largo de la historia, y que toda ella son, en el fondo, contemporáneas a nosotros mismos.
¿Regresión de la filosofía?
Tras las ciencias: sistemas edificados de una experiencia fragmentaria, sin una apertura de conjunto del mundo. Esta erupción de las técnicas y de las ciencias modernas se corresponde a un enfriamiento de la filosofía. La filosofía es hoy un campo abandonado. También nuestras ciencias y técnicas van a la deriva, sin que sepamos controlar ni sus principios ni su dirección.
Sobre ninguno de los temas de la filosofía, la existencia de dios, la naturaleza, el análisis de la voluntad, los fundamentos de la moral etc, se ha alcanzado un consenso común. Las mismas controversias que agitaban a los filósofos griegos resurgen, y no nos parece que estén resueltas en modo alguno.