El Imperialismo del Siglo XIX: Factores Clave de la Expansión Colonial Europea
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Causas Económicas
La Segunda Revolución Industrial multiplicó las necesidades de las grandes potencias, haciendo que la búsqueda de abastecimientos se convirtiera en crucial para la actividad industrial. Esto impulsó la búsqueda de materias primas y fuentes de energía.
Asimismo, la crisis económica de 1873 provocó un giro hacia el proteccionismo económico. Este hecho coincidió con la aparición de nuevos países competidores, lo que precisó la búsqueda de nuevos mercados para colocar los excedentes de producción y capital.
Causas Demográficas
A lo largo del siglo XIX, el continente europeo había experimentado un notable crecimiento de población como consecuencia de los cambios sociales y económicos registrados desde finales del siglo XVII, debido al desarrollo de la sociedad industrial y a una progresiva mejora en las condiciones de vida. La posibilidad de disponer de territorios hacia los que poder dirigir los excedentes de población resultó clave en la expansión imperialista europea y terminó provocando la emigración de millones de europeos a territorios ultramarinos en busca de nuevas oportunidades.
Causas Políticas
El imperialismo también fue impulsado por motivos de prestigio nacional y la rivalidad territorial entre potencias.
Francia
Tras la derrota franco-prusiana (1870-1871), el dominio colonial fue una fórmula para recuperar el prestigio perdido, hecho que explica la intensificación de la expansión imperialista durante la Tercera República.
Alemania
El nuevo estado se convirtió en una gran potencia mundial que consideraba la expansión una consecuencia lógica de su estatus internacional.
Reino Unido
La necesidad de poseer enclaves de apoyo a la marina y el comercio jugó un importante papel en el caso del imperialismo británico, asegurando rutas estratégicas y bases navales.
Causas Ideológicas
El nacionalismo propio de la época fundamentaba el progreso de un país en su extensión territorial. Asimismo, se justificaba la expansión imperialista por la creencia en la misión civilizadora de la raza blanca, al considerarla superior. Se justificaba así con la teoría del progreso y el darwinismo social, según el cual la civilización occidental estaría en la cúspide del desarrollo evolutivo de la humanidad. Este punto desembocó en un marcado racismo, lo que también alimentó el deseo de descubrir nuevas tierras y emprender nuevas expediciones.