La importancia del conocimiento indígena en la ciencia para la paz y el desarrollo
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Cuando Cristóbal Colón llegó al Caribe a fines del Siglo XV, él y su tripulación
habían pasado meses durmiendo en una cubierta dura y sucia, muy
probablemente infestada de alimañas. No es de sorprender que las islas les
parecieran un paraíso. Los marineros no solo volvieron a sentir la tierra bajo
sus pies, sino que conocieron las redes en las que los indígenas dormían
cómodamente, guindados entre los árboles. Fue una gran diferencia respecto
a los meses de insomnio que habían soportado los marineros.
En su viaje de regreso a España, Colón se llevó estas redes con él y no pasó
mucho tiempo antes de que los marineros confiaran en las hamacas para
descansar durante las noches.
Las hamacas no son el único invento que debemos agradecer a las naciones
y comunidades indígenas. Más de la mitad de los cultivos que ahora se
producen en todo el mundo fueron desarrollados por pueblos indígenas en
las Américas, incluido el maíz, que proporciona por sí solo casi una cuarta
parte de la alimentación humana moderna.
En el campo de la medicina, existe una amplia gama de medicamentos que
debemos a la medicina tradicional, incluidos varios analgésicos,
medicamentos para dietas y productos antioxidantes y antibacterianos.
Más importante aún, el conocimiento ecológico tradicional ha ido ganando
terreno en los últimos años como un aspecto crucial de la gestión de los
recursos naturales y nuestra comprensión del cambio climático. Este
concepto se refería a los saberes indígenas y tradicionales sobre el uso
sostenible de los recursos para sustentar a las poblaciones locales.
A pesar de los beneficios del conocimiento indígena, hoy la relación entre lo
que algunos llaman ciencia "occidental" y el conocimiento tradicional es
difícil, en el mejor de los casos. Hoy, la ciencia occidental juega un papel en
todos los aspectos de nuestras vidas, desde los teléfonos y las computadoras
que usamos todos los días hasta la comida en nuestros platos. Pero hoy día
nos preguntamos cómo podemos usar esa ciencia para transformar nuestra
sociedad en una nueva y sostenible, basada en un medio ambiente saludable.
Una colaboración entre la ciencia occidental y los sistemas de conocimiento
indígenas podría ayudarnos a lograr eso, pero, para hacerlo, primero ambos
mundos deben entenderse mejor.
Este Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, que se celebra el
10 de Noviembre de cada año, tiene el tema "Ciencia abierta, sin dejar a nadie
atrás".
La ciencia abierta es el movimiento para hacer que la investigación científica
y la difusión sean accesibles a todos los niveles de la sociedad. Una forma en
que la ciencia abierta podría conducir a un futuro sostenible es ayudar a
capturar la experiencia indígena en futuras evaluaciones del cambio climático
y reflejar el conocimiento de los pueblos originarios a escala mundial.
La división entre la ciencia y el conocimiento tradicional se debe en gran
medida a la incapacidad de los expertos de ambas partes para comprender
completamente los conceptos de los otros. Los textos académicos sobre
sistemas de conocimiento indígenas han sido escritos casi exclusivamente
por investigadores científicos occidentales. Esto no solo actúa como un
embudo para el conocimiento tradicional, sino que también es una avenida de
un solo sentido. Sin una buena comprensión de la ciencia por parte de
quienes ostentan los conocimientos tradicionales, no hay forma de que estos
dos sistemas de conocimiento trabajen juntos de manera efectiva y
sostenible.
La ciencia abierta podría ayudar a mejorar la comprensión y fomentar la
colaboración entre investigadores científicos y poseedores de conocimientos
tradicionales. Esto no solo ayudará a mejorar nuestras posibilidades de un
futuro sostenible, sino también a desmantelar las estructuras coloniales que
persisten en las sociedades, la política y las economías del mundo moderno.
Además de los beneficios para una sociedad global y un futuro sostenible, las
comunidades indígenas también podrían beneficiarse de esta relación.
Muchas comunidades indígenas de todo el mundo no pueden acceder al
agua potable, tienen niveles elevados de toxinas en el agua y el suelo, o están
rodeadas de instalaciones de producción y procesamiento de productos
químicos.
El avance y la ampliación de nuevas tecnologías que minimizan los productos
químicos peligrosos y los desechos, facilitan el reciclaje y la recuperación de
estos desechos, y crean valor a partir de los productos en su etapa de final de
vida podrían cambiar la vida de los más afectados. La ciencia abierta puede
ayudar a aumentar la comprensión pública sobre estas innovaciones,
haciendo más probable la cooperación de gobiernos, comunidades, empresas
y organizaciones.
"Un cambio global hacia la ciencia abierta apoyaría a los países en la gestión
ambientalmente racional de los productos químicos y los desechos", dice
Jacqueline Álvarez, oficial senior de gestión de programas de Productos
Químicos y Salud en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (UNEP).
“La investigación sobre el creciente impacto de desafíos emergentes en la
salud humana y el medio ambiente es crucial para construir planes de
desarrollo efectivos. Asimismo, las evaluaciones de riesgos y el monitoreo de
las tendencias ambientales pueden desempeñar un papel decisivo. Poner esa
investigación a disposición de un público más amplio nos permite actuar a
tiempo en los asuntos más urgentes y, al hacerlo, unir ciencia a política y
política a ciencia", añade Álvarez.
La idea de la ciencia abierta encaja bien en la mayoría de los sistemas de
conocimiento indígenas. Por ejemplo, los pensadores indígenas generalmente
no consideran el conocimiento como algo que puede ser “poseído”, y mucho
menos por un solo individuo. Por supuesto, las costumbres locales regulan el
uso del conocimiento tradicional para garantizar que las personas reconozcan
y respeten la historia sagrada y las connotaciones que tal conocimiento
podría tener. Por estas razones, los pueblos indígenas han expresado la
necesidad de un medio innovador de protección de sus conocimientos que
promueva y fortalezca su contexto intelectual y cultural.
Las mentes abiertas son precursoras de la ciencia abierta y tienen el poder de
cambiar el mundo. Por lo tanto, este Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el
Desarrollo debemos reconocer que hay mucho que aprender de unos y otros,
y que la sociedad global podría beneficiarse no solo de hamacas en el futuro,
sino también de las soluciones a los desafíos de sostenibilidad más
apremiantes.