Influencia de los pueblos colonizadores en la Península Ibérica

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Pueblos prerromanos

En el sur peninsular, la cultura de Tartessos constituyó una civilización muy avanzada que desapareció hacia el siglo V aC, como consecuencia del dominio cartaginés. No se han hallado resto de ciudades pero sí tesoros de oro y plata (El Carambolo –Sevilla-, Aliseda –Cáceres). Herodoto habla de los focenses como los primeros griegos que emprendieron largas navegaciones y llegados a Tartessos se hicieron muy amigos de su longevo rey Argantonio.

Pueblos iberos

Entre los pueblos prerromanos se encuentran los iberos, que fueron (denominados así asociando este conjunto de tribus con el nombre del río Iberus (Ebro). Habitaron la costa mediterránea, desde del Pirineo hasta la desembocadura del Guadalquivir, y el valle del Ebro hasta la actual Zaragoza. Las principales tribus fueron los Ilergetes, Layetanos, Edetanos y Turdetanos. La formación de la cultura ibérica puede interpretarse como consecuencia de la influencia de los fenicios y griegos sobre la población indígena. La sociedad estaba muy estratificada y era frecuente la forma de estado monárquica. La economía se basaba en la agricultura, la minería y el comercio. Tuvieron una importante metalurgia, en la que destacan la fabricación de armas (falcata ibérica). Entre las manifestaciones artísticas destaca la escultura y la joyería (Dama de Elche y Dama de Baza).

Pueblos célticos

El otro grupo de pueblos prerromanos los constituyen los pueblos célticos, que ocuparon el centro y el norte de la Península: cántabros, astures, galaicos, en el norte (podría incluirse aquí a los vascones, a pesar de su incierto origen); vacceos, lusitanos, arévacos, pelendones y celtíberos, repartidos por la Meseta. Se caracterizaban por una economía rudimentaria y autosuficiente, con un comercio muy reducido. Su organización social se basaba en la existencia de tribus gobernadas por una aristocracia guerrera.

Pueblos colonizadores

Desde finales del siglo XI hasta aprox hasta el final del siglo VI aC, grupos de pueblos indoeuropeos entraron en la Península por los Pirineos. Se instalaron en la actual Cataluña y en el valle del Ebro y, posteriormente, en la Meseta, desde donde se expandieron hacia el norte y el este peninsular. Estos pueblos conocían el hierro, su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, y algunos practicaban un ritual funerario consistente en incinerar el cadáver y enterrar las cenizas. El sur de la Península, rico en cobre, plata y oro, y estratégicamente situado en la ruta del estaño, fue el lugar escogido por los pueblos provenientes del este del Mediterráneo (fenicios, griegos y cartagineses) para fundar establecimientos comerciales.

A finales del segundo milenio, los fenicios fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz), la más importante de las colonias fenicias, además de Malaka (Málaga), Sexi (Almuñercar) y Abdera. Su actividad más destacada era el comercio y no existía el ánimo de conquista.

Los griegos llegaron a la Península desde Massalia (Marsella) hacia el siglo VIII aC, aunque sus actividades no están bien documentadas hasta el siglo VI aC. Se establecieron en el Golfo de Rosas y en la costa levantina, donde fundaron enclaves tan importantes como Rosas y Ampurias (Girona) y Hemeroskopeion, en la actual Alicante. Los griegos ejercieron una gran influencia sobre las poblaciones indígenas llegando a acuñar moneda.

Algo posterior fue la llegada de los cartagineses (siglos VI-V aC), que continuaron la tarea colonizadora iniciada por los fenicios. Crearon colonias como Ebusus (Ibiza) y Villaricos (Almería), aunque Cartago Nova fue el exponente más claro del poder cartaginés en la Península.

El legado de las colonizaciones fue importante, aunque sólo afectó a la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir.

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