El Ingenio Subterráneo: Una Historia de Rivalidad Minera y Victoria
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El abuelo cuenta su historia a un auditorio de jóvenes:
El Conflicto por el Carbón
“En esos tiempos existían solo dos piques: Chambuque y Alberto, ambos muy ricos en carbón. Los de la Playa Negra quisieron quitarnos la explotación del mar que estábamos realizando. Quisieron atajarnos corriendo una galería que iba desde el bajo de Playa Blanca en derechura a Santa María, cortándonos así el acceso al carbón que quedaba al norte bajo el mar. Ya tenían armada la cabina del pique en la orilla del mar.
La Estrategia de Contención
Nuestros jefes nos ordenaron llevar a Alto de Lotilla a los mejores de cada sección; yo llevé a diez barreteros. El ingeniero nos reunió y nos pidió nuestro apoyo. Debíamos abrir un pique y continuar una galería paralela a la playa para interceptar lo que traían los de Playa Negra, pero debíamos llegar antes que ellos al cruce. Todos estuvimos de acuerdo. Se organizaron turnos día y noche; se trabajaba a toda máquina.
La Carrera Subterránea
Luego de dos semanas, los ingenieros bajaron y midieron con sus instrumentos para indicar dónde debíamos abrir la galería. Seguíamos trabajando; estábamos agotados, pero debíamos llegar a la meta antes que los de Playa Negra. Al mes, volvieron los ingenieros y ordenaron parar hasta nuevo aviso. Estábamos tan curiosos que decidimos pegar la oreja en la pared. Oímos unos golpes; era la barrena que venía. Los ingenieros se pegaron también al muro y confirmaron nuestras sospechas. Marcaron con una cruz el muro y bajaron los carpinteros, quienes cerraron una pieza de diez metros en la galería. Colocaron una puerta y esperamos varias horas hasta que bajaron un brasero.
El Golpe Maestro y la Victoria
Cuando por fin la barrena de los de Playa Negra atravesó nuestra galería, el capataz se lanzó y dobló como escuadra la barrena que quedó atascada en el orificio del muro. Nos ordenaron salir rápidamente de la habitación y colocaron sobre el brasero un saco de ají, cerrando la puerta. Corrimos inmediatamente al ascensor; la picazón era insoportable. A los diez minutos sonó la campana de alarma del enemigo; todos los que salían no podían hablar por la terrible tos que les produjo el ají.
Pasaron los días, semanas, meses, pero les fue imposible continuar los trabajos; además, el techo de las galerías sin apuntalar se vino abajo, entrando el mar. Seis meses después, la famosa mina de Playa Negra era solo un pozo.”