La Inmigración en Argentina: Un Fenómeno Transformador
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La Inmigración en Argentina: Un Fenómeno Transformador
Causas de la Inmigración
A partir de 1880, Argentina experimentó una afluencia masiva de inmigrantes debido al desarrollo de la producción agropecuaria y las nuevas actividades urbanas, que generaron una mayor demanda de mano de obra.
Políticas de Inmigración
La Constitución de 1853 reflejó el interés de los gobernantes por atraer inmigrantes para poblar el extenso territorio. A partir de 1862, se tomaron medidas como la fundación de colonias agrícolas en Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, habitadas por suizos, alemanes, franceses y judíos.
Posteriormente, la mayoría de los inmigrantes comenzaron a llegar espontáneamente, y la intervención del Estado se limitó a la protección y el fomento de la inmigración. Durante el gobierno de Avellaneda, se dictó la Ley 817 que reglamentó la entrada de extranjeros al país. Esta ley instrumentó mecanismos de promoción como la instalación de oficinas y consulados en Europa, el otorgamiento de pasajes gratuitos y el alojamiento temporal en el Hotel de Inmigrantes.
Características de la Inmigración
Entre 1875 y 1914, Argentina recibió cinco millones de inmigrantes, de los cuales 2,5 millones se radicaron definitivamente. Según el censo de 1895, el número de inmigrantes era mayor que el de los nativos.
La mayoría de los inmigrantes eran italianos y españoles, aunque también llegaron en menor medida franceses, eslavos, rusos, sirios, portugueses y otros. Contrario a las aspiraciones de Alberdi, Sarmiento y los gobernantes de la época, la mayoría de los inmigrantes no eran especializados del norte de Europa.
Impacto de la Inmigración
Al llegar al puerto de Buenos Aires, la mayoría de los inmigrantes declaraban ser agricultores, pero pocos se convirtieron en dueños de tierras. Los grandes terratenientes habían acaparado las tierras, que además eran muy caras. Como consecuencia, la mayoría de los inmigrantes se radicó en centros urbanos.
Hacia 1910, el 50% de los habitantes de Buenos Aires eran extranjeros. Las ciudades no contaban con la infraestructura necesaria para alojar a los recién llegados. Ante esta situación, las viejas casonas de los barrios del Sur de Buenos Aires fueron adaptadas y convertidas en viviendas colectivas llamadas conventillos.
Los conventillos se transformaron en un negocio excepcional para los dueños de los inquilinatos. Las condiciones sanitarias eran malas y el precio de los alquileres significaba a veces el 30% de los ingresos de los trabajadores. En ocasiones, una habitación albergaba a más de una familia de una misma nacionalidad.