Inmunidad Pasiva y Autoinmune: Sueros, Serovacunación y Enfermedades Autoinmunes
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Sueros
Mediante los sueros se consigue una inmunidad inmediata, ya que los preparados biológicos que inoculamos contienen los anticuerpos específicos que la urgencia precisa. Es una intervención rápida, menos duradera e intensa que la provocada por la vacunación.
El paciente no participa en la elaboración de moléculas; es, por tanto, una inmunidad adquirida pasiva.
Existen dos tipos de sueros:
Sueros homólogos: Son sueros obtenidos de humanos que poseen anticuerpos para un determinado antígeno.
Sueros heterólogos: Proceden de otras especies, pero contienen anticuerpos para patógenos humanos. De esta manera, se obtienen, por ejemplo, las antitoxinas, que son sueros frente al veneno de serpientes, escorpiones, arañas, etc.
Serovacunación
Conjunto de medidas preventivas que combinan la vacunación con los tratamientos con sueros adecuados.
Este procedimiento combina la administración del suero preciso con la vacunación. El suero contiene anticuerpos que actúan en los primeros momentos de urgencia y, posteriormente, se desencadena la inmunidad activa producida por la vacuna. Se emplea, por ejemplo, en el tratamiento del tétanos, del botulismo y de la rabia.
Inmunopatología
Descripción del concepto de enfermedad autoinmune y algunos tipos de ellas.
Las células del sistema inmunitario (linfocitos, macrófagos y otras) han de aprender a tolerar cada célula y cada proteína del organismo sin dejar de atacar por ello a los invasores externos.
No obstante, se puede dar el caso de que algunos linfocitos inmaduros respondan ante elementos del propio cuerpo. Ahora bien, normalmente, si una célula inmunitaria reacciona ante un producto del propio organismo mientras se está formando en el timo o en la médula ósea, suele ser destruida o, al menos, inactivada por el propio organismo. Sin embargo, a pesar de este mecanismo de seguridad, algunos linfocitos pueden escapar a la inactivación o destrucción y desencadenar una respuesta inmunitaria contra moléculas o células del propio organismo, generándose una enfermedad autoinmunitaria.
Las enfermedades de autoinmunidad pueden afectar a cualquier órgano, si bien algunos se ven afectados con más frecuencia que otros; por ejemplo: la sustancia blanca del cerebro y de la médula espinal, en la esclerosis múltiple; los revestimientos de las articulaciones, en la artritis reumatoide; las células secretoras de insulina, en la diabetes mellitus juvenil. Ciertas enfermedades autoinmunes destruyen las conexiones entre nervios y músculo (miastenia gravis) y otras producen un exceso de hormona tiroidea en la glándula tiroides (enfermedad de Graves). Las hay que producen ampollas en la piel (pénfigo vulgar) o que destruyen los riñones y otros órganos (lupus eritematoso sistémico).