Instintos, Tendencias Humanas y las Cuatro Virtudes Cardinales

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Instintos y Tendencias Humanas

Los seres humanos tenemos tendencias; los animales tienen instintos. Las tendencias son educables, a diferencia de los instintos (aunque los humanos también poseemos instintos). La primera diferencia clave es que los instintos son rígidos, mientras que las tendencias son plásticas y moldeables.

Las tendencias precisan de información y necesitan educación, por eso se consideran plásticas. Son mediatas: se puede educar a una persona para decir 'no' a una apetencia. El ser humano necesita interpretar lo que siente y, de acuerdo con esa interpretación, genera una conducta. Interpretamos en función de los valores con los que nos han educado y las influencias recibidas.

La Virtud y sus Tipos Fundamentales

La virtud se define como un hábito operativo que tiende al bien. Un hábito se forma por la repetición de actos: la repetición de actos buenos genera una virtud, mientras que la repetición de actos malos genera un vicio. Que sea operativo significa que no es algo meramente teórico, sino práctico, útil para la vida.

Según Aristóteles, las cuatro virtudes fundamentales (también conocidas como virtudes cardinales) son:

  • Prudencia

    Es la disposición a conocer la verdad para actuar de acuerdo a ella (pensar antes de actuar), no por puro afán teórico. La prudencia es la virtud que ayuda a definir el bien y, por ello, todas las demás virtudes fundamentales están relacionadas con ella. La persona prudente busca ser coherente, no se conforma con poco y quiere comprender el fondo de las cosas para no vivir engañada.

  • Justicia

    La justicia consiste en dar a cada uno lo que le corresponde; es decir, tratar a cada ser o situación como lo que es. Por ejemplo, dedicar más tiempo a algo de menor importancia sería injusto.

  • Fortaleza

    Es la disposición para hacer el bien cueste lo que cueste, incluso si implica arriesgar la vida. Hacer el bien a menudo requiere esfuerzo; hay quienes se juegan la vida por la honra. La fortaleza no se improvisa, hay que cultivarla para llegar a ser fuerte. Se alcanza mediante otra virtud: la templanza.

  • Templanza

    Se considera la virtud de la belleza interior, la que reside en el corazón. Aunque a muchos el concepto de belleza interior les parezca una locura y valoren más la belleza exterior, la templanza representa el orden en el interior de la persona. Este orden interior se configura cuando la persona intenta alinear sus pensamientos, deseos y afectos con el orden de la realidad en todo momento.

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