Interacciones Sociedad-Naturaleza: Desafíos de la Sostenibilidad y el Riesgo Ambiental
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1. Las relaciones mutuas entre las sociedades humanas y los sistemas naturales: complejidad y el papel de las ciencias ambientales y la sociología
El estudio de la relación entre medio ambiente y sociedad implica analizar, por una parte, los efectos sociales de las alteraciones del entorno natural y, por otra, las repercusiones que sobre este tienen las transformaciones y cambios sociales.
La imagen del planeta moviéndose en un espacio limitado y casi vacío introduce la noción de **límite** y nos hace conscientes de la **finitud** del hogar de la humanidad en el universo.
Por otro lado, la **indeterminación** resulta de la relación entre dos sistemas complejos: la sociedad y la biosfera.
Estas dos nociones son fundamentales en la construcción de las **ciencias ambientales**.
Asimismo, un sistema es una parte del universo (del mundo físico), delimitada por una frontera espacial (una superficie, la pared de un recipiente) y por una duración. En lo que respecta a la frontera, los sistemas pueden ser:
- Aislados: No se intercambia materia y energía. No tiene interacción alguna con su medio ambiente.
- Cerrados: Se transfiere energía pero no materia.
- Abiertos: Se permite el intercambio de materia y energía con el medio ambiente.
Las sociedades humanas y otros sistemas vivientes son **sistemas abiertos**. Tras procesar e incorporar la energía y los materiales, devuelven al medio ambiente los residuos generados por ese proceso.
La Tierra es un **sistema cerrado**, porque recibe y emite energía al espacio exterior y el intercambio de materia es muy reducido.
La relación entre sociedad y naturaleza es un sistema abierto cuyo medio ambiente es un sistema cerrado. Por ello, se debe examinar si la escasez de materiales puede imponer un **límite teórico** al desarrollo de la civilización.
La evolución en nuestro planeta se debe a que los organismos vivos cumplen las propiedades de **multiplicación, variación y herencia**.
Las sociedades humanas pertenecen a la clase de **sistemas autoorganizadores** (o **sistemas complejos adaptativos**), capaces de pasar de un estado inicial a otro más complejo, en cuanto al número, tipos de sus componentes y en cuanto a su organización y funcionamiento, incrementando así la información que contienen.
La **autoorganización** es posible porque se trata de sistemas abiertos capaces de absorber **baja entropía** de su medio ambiente y encontrar en él depósitos donde liberar los residuos de **alta entropía**. De hecho, las sociedades humanas solo pueden subsistir y evolucionar de esta manera, al igual que cualquier otro sistema vivo.
Las sociedades humanas son un tipo particular de sistema autoorganizador caracterizado por la capacidad de pensar, acumular información y la capacidad de actuar de un modo consciente guiado por un propósito; utilizan el lenguaje.
El cambio que se ha dado en las sociedades responde a un **cambio social y cultural**, en vez de a uno natural. Este cambio es más rápido que el cambio debido a la selección natural. El **cambio cultural** permite la transmisión hereditaria de características adquiridas y la difusión entre coetáneos.
Podemos hablar de dos creencias:
La primera, que la dependencia de la naturaleza disminuye con la progresión económica.
La segunda, que los incrementos en información o complejidad libera a los humanos de la segunda ley de la termodinámica.
Ambas son **erróneas**.
Por ello, se dice que el desarrollo de las sociedades humanas ha ido en dirección a una menor dependencia respecto a restricciones naturales.
Aun así, las sociedades industriales han eludido los límites de sus entornos locales para obtener recursos cada vez más lejanos, hasta hacerse dependientes de los servicios naturales del planeta entero.
Como hemos dicho antes, los sistemas vivos solo pueden subsistir y evolucionar incrementando la **entropía** de su medio ambiente, esto es, el **desorden**.
Desde esta perspectiva, los sistemas autoorganizadores son también **desorganizadores**, viven a costa del medio ambiente que simplifican o degradan. El conjunto formado por sociedad y su entorno es un contexto en el que las implicaciones de la **ley de la entropía** no pueden ser ignoradas.
Ambiente: Conjunto de factores naturales bióticos y abióticos que rodean a un organismo, población o comunidad humana y del que, como sistemas abiertos, dependen para su supervivencia. Esto es usado para referirse al entorno natural de la sociedad (conjunto de individuos humanos, artefactos, signos y relaciones).
En el contexto de las ciencias ambientales, el concepto de **sostenibilidad** es importante. El problema de la sostenibilidad es el de la adecuación entre la mente guiada por un propósito y el medio natural donde se llevan a cabo las actividades humanas, de un modo en que la organización de estas sea sostenible, es decir, se pueda prolongar en el tiempo.
El **impacto** de las actividades sociales sobre el medio ambiente responde a tres factores:
- Población: Número de individuos que la componen.
- Riqueza: Recursos consumidos por el individuo medio.
- Tecnología: Causada por los procesos productivos que suministran bienes económicos.
De esta manera, la relación entre sociedad y naturaleza se ha propuesto considerarla como un proceso de interacciones entre: **organización social, tecnología, valores, conocimientos y medio ambiente**.
Todo está relacionado con todo lo demás, nada es exógeno o independiente.
2. Las mediaciones sociales existentes entre mente y naturaleza: Antropocentrismo, Ecocentrismo, Excepcionalismo y Exencionalismo
Definimos el **antropocentrismo** como lo que nos lleva a interpretarlo todo en términos de la experiencia y valores humanos; sería entonces una manifestación del mencionado imperativo genérico.
Por otro lado, el **ecocentrismo** expone un amor hacia la naturaleza, se preocupa por preservar ecosistemas y especies.
Antropocentrismo y Ecocentrismo según Morrison: Creencias | Las cosas son así (Ecocentrismo) |
1. Los seres humanos tienen autonomía espiritual, por ello son responsables de sus actos. | 1. Estamos dirigidos genéticamente al igual que cualquier otro animal. |
2. El medio ambiente es inherentemente estable y se recuperará si le damos la oportunidad. | 2. El medio ambiente es un sistema caótico e inestable; si no, la evolución no habría tenido lugar. La recuperación no es característica del sistema. |
3. La mayor parte del daño al medio ambiente es producto y por tanto puede recuperarse. | 3. La mayor parte del daño al medio ambiente es producto de la sobrepoblación. |
4. La tecnología e inventiva humana pueden resolver la mayoría de problemas medioambientales. | 4. Los problemas medioambientales no tienen solución tecnológica. Cuanto más tecnológica sea la solución intentada, mayor será la deuda ecológica. |
5. Sobreviviremos por nuestra inventiva, ingenio y espíritu indomable. | 5. Los problemas medioambientales van a tener un fuerte impacto en una especie como el Homo Sapiens. |
3. Las razones del excepcionalismo
De esta mentalidad antropocentrista nace el concepto de **excepcionalismo**. Esta idea defiende que la sociedad humana es de algún modo “excepcional” y, por tanto, se sitúa como centro de todos los sistemas. Este tipo de mentalidad se basa en tres argumentos principales: la **exigencia de sentido**, el del **residuo cualitativo** y el de la **omnipresencia del cambio**:
La exigencia del sentido
Una de las razones que, en la más estricta teoría, transforma al sistema de la sociedad humana en un tipo particular de sistema abierto es la capacidad para realizar acciones con un propósito, con un sentido. La acción intencional es inherente a los fenómenos sociales. Es decir, por ejemplo, la sociología tiene como una de sus finalidades interpretar y entender las acciones orientadas por un propósito. Así se podría definir la **sociología ecológica** en términos de su deseo de interpretar las interconexiones entre las condiciones ambientales y el disfrute de la vida. En este caso, puede tomarse como ejemplo los términos **sostenibilidad ambiental** y **sostenibilidad social**. Realmente, la definición de una sociedad sostenible sería una sociedad que usara exclusivamente energía solar y materiales de la biosfera, una **sociedad solar**. Sin embargo, nunca ha habido una civilización solar en este sentido estricto: civilización es casi sinónimo de consumo de no renovables. En este sentido, Daly insiste en una regla sintética, según la cual la sostenibilidad implica permanecer dentro de la **capacidad de carga de la biosfera**. Pero también puede definirse sostenibilidad ambiental y social según el sentido que mueva a esa sostenibilidad. Es decir, en el caso, por ejemplo, de las energías renovables, la **sostenibilidad ambiental** postularía una extracción de recursos renovables inferior o igual a la capacidad de regeneración actual, mientras que la **sostenibilidad social** postularía una extracción por debajo de la capacidad de regeneración. Todo depende del sentido que se le dé a la acción y este sentido está en manos de la persona que vaya a realizar esta acción.
El residuo cualitativo
Cuando hablamos de este **residuo cualitativo**, hablamos principalmente del manejo del lenguaje que la sociedad humana tiene. Así, se diferencian conceptos denominados “**aritmomórficos**” de conceptos denominados “**dialécticos**” (Georgescu-Roegen, 1971). Los conceptos aritmomórficos son aquellos que se distinguen entre sí de forma discreta, que se pueden cuantificar, como los números. Por el contrario, los conceptos dialécticos son aquellos cuya extensión no se puede medir de manera discreta pero que inevitablemente son esenciales en las cuestiones importantes. Estos conceptos serían, por ejemplo, el deseo, el amor, la democracia, etc.
Un ejemplo claro podría ser la democracia de distintos países en un momento dado. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, no se podría cuantificar exactamente la democracia entre Inglaterra y Alemania (4,7 de democracia vs. 2 de democracia, por ejemplo, sería imposible), pero eso no limita que se puedan establecer distinciones entre la democracia en ambos países.
La omnipresencia del cambio
El cambio comporta la aparición o emergencia de novedades de un tipo especial. Hay, en general, tres tipos de cambios que son relevantes para el conocimiento:
- El primer caso es aquel que puede deducirse antes de ser observado mediante una serie de elementos y una serie de leyes que los relacionen entre sí. Un ejemplo sería el descubrimiento de planetas que no han sido observados gracias a la mecánica cuántica.
- El segundo caso es aquel en el que el cambio solo puede descubrirse una vez observado, pero al descubrirlo es permanente y se cumple. Por ejemplo, la observación de propiedades químicas de un compuesto.
- Por último, en tercer lugar, está el cambio que no puede predecirse su resultado a pesar de observar la misma combinación una gran cantidad de veces. De este tipo, por ejemplo, serían las estructuras familiares a lo largo del tiempo, que han ido variando a pesar de que las características físicas de los humanos permanecen.
Este último tipo de cambio es el que se encuentra omnipresente en las **ciencias sociales y de la vida**. A largo plazo, los fenómenos sociales están determinados por este tipo de cambio y viceversa.
4. Consenso ambientalista: opiniones, percepciones y teorías explicativas del cambio cultural
Las **cuestiones medioambientales** “han dejado de ser materia de preocupación casi exclusiva de grupos minoritarios más o menos radicales, los ecologistas, para convertirse en problemas de importancia general”. Los estudios cuantitativos muestran que los objetivos relacionados con la protección del medio ambiente ocupan una posición relativamente subordinada, en la escala de prioridades, tras los relacionados con la seguridad, la salud, la prosperidad económica y la redistribución.
En muchas de las encuestas realizadas en los últimos años, la preocupación por el medio ambiente ha aparecido subordinada solo al desempleo y al orden público, en niveles similares a las cuestiones relativas a la desigualdad social. Las poblaciones consideran muy mayoritariamente que se trata de un problema serio que debe ser acometido con urgencia.
Los estudios sociológicos acostumbran a examinar tres dimensiones en la percepción social de los problemas medioambientales. La primera de ellas, la «**preocupación**», se refiere sobre todo al ámbito de las creencias: si la cuestión ecológica se considera o no grave y urgente.
La segunda, la «**disposición a actuar**», se refiere sobre todo a las actitudes, a las declaraciones positivas o negativas respecto a determinados comportamientos o la actuación en ámbitos determinados. La tercera, el «**significado**», se refiere sobre todo a la imbricación de la protección del medio ambiente con otros valores, a su presencia en la visión del mundo y del futuro, etc. La complejidad del análisis aumenta a medida que pasamos de una a otras dimensiones. Todas ellas deben tenerse en cuenta cuando nos preguntamos por comportamientos individuales o por la acción social.
Para la mayoría, el medio ambiente es algo de lo que vale la pena informarse, que despierta interés, preocupación o curiosidad. Es algo que también comienza a traducirse en el ámbito del consumo.
En la **sociología ecológica** o **medioambiental**, la investigación cualitativa no se ha desarrollado tanto como la cuantitativa. Algunos rasgos característicos del discurso sobre el medio ambiente de esa mayoría o «**núcleo central**» parecen ser los siguientes:
- La dislocación: la percepción de los problemas ecológicos aparece vinculada al conjunto de procesos económicos, políticos y culturales que suelen denominarse con el término de «**globalización**».
- La contaminación: con ella se significan, al menos, dos tipos de problemas, cuyo origen se atribuye ya a trastornos en la naturaleza, ya al contacto con quienes padecen dichos efectos.
- La culpa: otro tópico ampliamente difundido en el discurso sobre el medio ambiente es el de la autoinculpación. La población de las sociedades industriales evalúa su propia situación como relativamente privilegiada y, en relación con ello, se siente parcialmente responsable del deterioro social y medioambiental.
Algunas encuestas han detectado que las opiniones proambientalistas están ligeramente más presentes entre los y las integrantes de las llamadas «**nuevas clases medias**»: personas relativamente jóvenes, urbanas y consumidoras de mucha instrucción escolar. Por otra parte, cuando se han estudiado los comportamientos en lugar de las opiniones, los matices son a veces de signo contrario: en los estilos de consumo, por ejemplo, las nuevas clases medias son más adictas a las prácticas ambientalmente más costosas que los otros grupos sociales.
Continúa siendo habitual, en nuestra sociedad, la consideración del ecologismo como una ideología específicamente juvenil. La percepción de los problemas del medio ambiente como serios y preocupantes está difundida de un modo bastante regular entre todos los grupos de edad. Sin embargo, la educación ambiental llega a las generaciones más jóvenes, puesto que estas son las principales consumidoras de educación en todos los campos.
Las investigaciones no suelen reflejar diferencias sustanciales entre hombres y mujeres en cuanto a sus declaraciones sobre el medio ambiente. En el caso de las mujeres, la actitud favorable hacia comportamientos ecológicamente responsables en la esfera del consumo o de actividades cotidianas de la vivienda se expresa con algo más de fuerza. Por el contrario, los varones se declaran ligeramente más predispuestos a cosas como la participación en manifestaciones o campañas ambientalistas o la afiliación a asociaciones ecologistas.
Como efecto de los códigos de género vigentes, parece que las mujeres tienden algo más a buscar la coherencia ecológica en la esfera privada y los varones en la esfera pública.
Los resultados de los estudios sobre la opinión acerca de los problemas medioambientales señalan que esta parece distribuirse en los diversos estratos (o clases) sociales de una forma homogénea.
En algunos casos, los estratos medios se muestran ligeramente más favorables a proteger el medio ambiente que los más altos y los más bajos. En los extremos de la pirámide social aparecen algunos matices significativos. Los estratos más altos (los más ricos) se muestran algo más favorables que el resto de la población a aceptar la degradación del medio ambiente como precio a pagar por la expansión económica, siempre que eso no afecte al propio lugar de residencia.
Los estratos inferiores (los más pobres) se muestran algo más favorables que el resto de la población a aceptar la degradación del medio ambiente local como precio a pagar por más oportunidades accesibles de trabajo e ingresos.
Numerosos estudios han detectado una relación significativa entre el nivel de estudios y las opiniones favorables a la protección del medio ambiente.
Diversos estudios, en diferentes países, han detectado una mayor presencia de actitudes ambientalistas entre personas con ocupaciones técnicas y profesionales que en otros grupos ocupacionales. Lo que implica que en este grupo social se encuentren muchas de las personas que absorben y difunden información sobre los problemas del medio ambiente.
Aunque las nuevas clases medias que han consumido mucha instrucción escolar constituyen el grupo relativamente mejor informado, la mayoría de sus miembros están entrenados en conceptos y soluciones, en recetas profesionales que no tienen en cuenta los costes ambientales.
Mucha gente considera deseable la estabilización demográfica, porque tiene la impresión de que el mundo contemporáneo está densamente poblado y, sobre todo, de que la dinámica demográfica de las últimas décadas no puede continuar. Las personas más sensibles a la gravedad de la presente crisis ecológica acostumbran a considerar la baja natalidad como una buena noticia. Sin embargo, casi nadie considera que una expansión demográfica galopante sea algo deseable, porque se asocia al «**subdesarrollo**».
En muchas sociedades del mundo, en diversos contextos culturales y con independencia de su grado de riqueza, de su estructura social o de su orientación política, la idea de que la **protección del medio ambiente** debería primar sobre la **expansión económica** goza de un amplio respaldo. En cambio, el crecimiento económico, en la medida en que es también objeto de consenso, lo es solo como referencia instrumental, como un medio que únicamente se justifica si sirve para realizar otros valores. Por tanto, cuando se trata de opiniones, de formular preferencias en abstracto, la prioridad otorgada al medio ambiente es justamente lo que cabría esperar. El comportamiento, en cambio, tanto individual como colectivo, no depende solo de los valores de referencia, sino también de intereses y deseos, de compromisos con otros intereses en conflicto, etc.
Hay un amplio y complejo debate sobre si está produciéndose (o no) un cambio social caracterizado por la difusión de comportamientos individuales y colectivos más orientados hacia la defensa del medio ambiente. En algunos casos, la emergencia de ciertos fenómenos culturales se considera el punto de partida para la difusión en la sociedad de creencias, prácticas, relaciones y cambios institucionales. En otros casos, el punto de partida es más bien el inverso: los conflictos sociales relativos al acceso de los recursos o al impacto de la contaminación impulsan la movilización de los grupos más negativamente afectados.
Según otro punto de vista, también bastante difundido, la preocupación por el medio ambiente es una parte del nuevo interés por una mejor calidad de vida. Con un bienestar material consolidado y percibido como seguro, la gente comenzaría a interesarse por la conservación de su entorno.
En este marco, la preocupación por el medio ambiente sería dependiente de la difusión de **valores postmaterialistas**. El origen del ecologismo, entonces, debería buscarse por una parte en las posibilidades abiertas por las condiciones de vida en las sociedades postindustriales y, por otra, en la experiencia del deterioro en la calidad de los ambientes naturales locales.
Si, dado que en general el nivel de riqueza se corresponde con el de la escolarización, cabría esperar que la preocupación por el medio ambiente fuese mayor en los países más desarrollados, lo que tampoco parece ser el caso.
5. Fragilidad de las actitudes proambientales: causas y condiciones
Valores, creencias, normas y comportamientos son categorías diferentes. En caso de discrepancia, el punto de vista más idealista postulará que el cambio de valores y creencias suele ir por delante del cambio de comportamientos. El punto de vista más materialista sugerirá lo contrario: que los comportamientos más asentados socialmente arrastran tras de sí un cambio de creencias y valores.
Ambos puntos de vista son demasiado esquemáticos.
Se trata de integrar la idea del **nuevo paradigma ecológico** en una teoría general de la relación entre valores y comportamientos (Stern y colaboradores):
El modelo valor-norma-creencia aplicado al ecologismo:
- Diferentes orientaciones de valor influyen de forma diferente en la configuración de normas personales que inciden directamente en los comportamientos.
- Las orientaciones de valor se relacionan con las creencias básicas del nuevo paradigma ecológico, favoreciendo o dificultando la adopción de dichas creencias.
- La conciencia de las consecuencias, a su vez, depende en mayor o menor grado de la visión del mundo.
- Otra mediación importante es la creencia de que las acciones emprendidas por uno/a mismo/a pueden ayudar a reducir la amenaza y a restaurar los valores amenazados.
- Son las normas personales las que resultan relevantes, no las normas sociales, puesto que los movimientos son fuerzas orientadas al cambio social y no pueden construir sus bases de apoyo a partir de las normas sociales dominantes.
- Normas del tipo de las anteriores son la influencia más directa de apoyo a los objetivos del ecologismo, especialmente en tres ámbitos: la ciudadanía proecologista, el apoyo político, ciertos comportamientos en la esfera privada.
Stern señala que conviene preguntarse, sin embargo, por qué la norma es resistente incluso en muchas ocasiones en que ya no es asumida. Hay al menos tres factores que contribuyen a explicar la preocupación por el estado del medio ambiente; dichos factores son: la tendencia a descontar la preocupación, el conflicto entre valores-normas de signo contradictorio y la inadecuación de estructuras institucionales.
Descontar es devaluar. Descontar un acontecimiento es devaluarlo respecto al valor que tendrá si ocurriera ahora, si me afectara a mí, si lo percibiera con todos mis sentidos. Las dimensiones de los principios de descuento son: tiempo, incertidumbre, distancia, desconexión personal e incapacidad para la sensación directa y física.
Un caso particular de especial interés corresponden a las situaciones en que se plantea lo que podríamos llamar un «**dilema de concreción**». Se produce cuando se considera deseable un determinado objetivo, pero todos los medios disponibles para conseguirlo son indeseables. Una típica situación sería el caso de una princesa que quiere casarse, pero cuyo padre solo le autoriza a hacerlo con alguno de los príncipes herederos de los tres reinos vecinos. Uno es demasiado feo, otro demasiado tonto y otro demasiado bruto. Ninguna de las oportunidades disponibles para realizar su deseo resulta aceptable. Esto es una metáfora adecuada para la posición en que las sociedades contemporáneas se encuentran frente a los problemas del medio ambiente. Si se considera que el impacto ambiental de las actividades humanas es ya demasiado grande, o que puede serlo pronto, entonces hay que actuar sobre alguno de estos tres factores que producen ese impacto: la **población**, el **consumo** y la **tecnología**. Mejorar las perspectivas de sostenibilidad implica reducir la población, moderar el consumo o cambiar a tecnologías más blandas o más ecoeficientes. Ninguna de las tres vías resulta fácilmente aceptable.
Casi nadie toleraría una regulación que limitase su derecho a decidir el número de hijos que desea tener. Una reducción del consumo en términos absolutos sería vista como una catástrofe en economías. Una tecnología más ecoeficiente no tiene nada de malo, siempre que no reduzca el empleo, la competitividad, el salario, no sea demasiado cara...
En definitiva, muchas de las opciones posibles para un comportamiento ecológicamente benigno aparecen poco deseables.
Se trata de situaciones experimentadas como un **doble vínculo**. Una estructura de doble vínculo es el resultado de la vigencia de dos mandamientos contradictorios, que no pueden ser obedecidos simultáneamente. La imposibilidad de seguir negando la gravedad de la crisis ecológica en las sociedades industriales somete a las poblaciones a una estructura así.
De lo dicho anteriormente se desprende una consideración que, a mi juicio, conviene remarcar. Una estructura inestable e inconsistente, como la configurada por el sistema de valores, creencias, normas, comportamientos, relaciones sociales e instituciones sobre el medio ambiente en la sociedad actual, es también una estructura abierta a muchas posibilidades, abierta al cambio.
6. Cultura de la suficiencia
Existen muchos obstáculos que impiden un cambio cultural favorable a más **sostenibilidad medioambiental**, entre ellos las condiciones institucionales, los hábitos y rutinas a los que estamos acostumbrados. La cultura a la que apunta dicho cambio es la que se conoce como **cultura de la suficiencia**.
La sostenibilidad despierta interés porque se ha difundido la convicción de que la presión ejercida por la sociedad contemporánea sobre los sistemas naturales que mantienen la vida es excesiva. Y viendo que esta presión depende de los factores **población**, **tecnologías utilizadas** y **consumo**, la sostenibilidad implica de algún modo un equilibrio razonable entre el **control demográfico**, la **ecoeficiencia** y la **suficiencia**, de modo que la escala, como la intensidad de la actividad económica, se mantengan lo bastante alejados de los límites naturales como para proporcionar flexibilidad al cambio social, que es relativamente imprevisible.
Lo que sucede es que se trata de una experiencia social de aprendizaje, por lo que comporta tanto ensayo como errores. Por ello, se define la «**cultura de la suficiencia**» como el sistema de valores, normas y estilos de vida capaces de regular la forma de equilibrio mencionado y de construir un significado para ella.
Existen unos principios muy generales que podrían ayudar a la sociedad a conectarse a una perspectiva suficiente y, también, a ofrecer una guía que ayude a identificar en el presente tanto en grupos como en prácticas sociales actuales. Siendo estos:
1. Ajuste demográfico y capital natural
Que el número de seres humanos se ajuste de tal forma que no sea necesario esquilmar (reducir, disminuir) el **capital natural**. De modo que es necesaria una reelaboración cultural del significado de la reproducción, el envejecimiento y la muerte.
2. Avance de la ciencia y sus limitaciones
La cultura de la suficiencia no acepta que algo se deba hacer solo porque técnicamente sea posible hacerlo. No se rechaza la ciencia, pero sí se indagan sobre sus límites y se reclaman sobre ciertos proyectos. Ej. Clonaciones, ADN recombinante...
3. Más consumo no conduce a más felicidad
La cultura de la suficiencia fluye y genera sus efectos, fundamentalmente fuera del mercado y del estado. Se tiende a renunciar a un incremento del bienestar a costa de la posesión y consumo de bienes y servicios producidos por el mercado. Sin embargo, sienten más satisfacción a partir de las funciones útiles del medio ambiente y de los intercambios no mercantiles con otros seres humanos. En resumidas cuentas, menos industria y más conversación fecunda.
4. El progreso mal dirigido
La cultura de la suficiencia tiende a percibir los problemas actuales como manifestaciones de una orientación básicamente mal dirigida del progreso, más que un progreso auténtico. Lo que quiere decir con esto es que el progreso no significa que vayamos por el buen camino si este trae tantos daños consigo, como es la emisión de gases contaminantes, el aumento del CO2, la pérdida de muchos de los recursos hídricos, etc.
5. Rechazo del autoritarismo y búsqueda de democracia sostenible
La cultura de la suficiencia rechaza el autoritarismo, valora la participación y la solidaridad y se cuestiona cómo adecuar la democracia política a la sostenibilidad. Por lo que respecta a la solidaridad y la participación no hay problemática; el verdadero problema viene cuando se plantea la «**democracia sostenible**». El porqué es claro: los ecologistas son más proclives (se inclinan más) a posiciones libertarias o de democracia de base. Pero también está la posibilidad de que se establezca un esquema **ecoautoritarista** que podría resultar muy coherente con una visión más tecnocrática del discurso del medio ambiente. A lo que este se refiere es a, por ejemplo, establecer un **gobierno de sabios ecologistas mundiales** que fijen unas cantidades máximas a extraer de recursos, tasas de emisiones de contaminantes y hacer cumplir estas pautas coactivamente (obligatoriamente).
De todos modos, el concepto de **democracia sostenible** aún está por definir consistentemente, por lo que este punto no está definido de un modo conciso.
6. Descentralización y diversidad cultural
La cultura de la suficiencia necesita de un cierto grado de descentralización y diversidad cultural. Esto es así dado que la centralización y unificación cultural excesiva es **antiecológica**.
7. El exceso nunca es bueno
La cultura de la suficiencia no cree que, si algo es bueno, más de lo mismo sea necesariamente bueno. Esto es algo obvio, **el exceso nunca es bueno**, puede llegar a ser contraproducente, como actualmente, la dependencia hacia el petróleo y los combustibles fósiles y su progresivo y no muy lejano agotamiento.
En conclusión, la necesidad de incorporar una dimensión ecológica con ciertas pautas irrebatibles a la comprensión de la sociedad contemporánea se hizo inaplazable desde el momento en que fue posible describir un antes y un después de un proceso de modernización tan estremecedor; el cual nos lleva a un sentimiento de **crecimiento y desarrollo equívoco**, que realmente implica un **decrecimiento asombroso** como bien se nombra en el punto 4.
7. Racionalidades deficientes y dilemas de racionalidad: la tragedia de los bienes comunes y el dilema del prisionero
Las actuales instituciones económicas, políticas, culturales y sociales impulsan la civilización industrial hacia la **autodestrucción medioambiental**, pero, paradójicamente, esto está ocurriendo a pesar de tener posibilidades legislativas para el control efectivo, una alta capacidad científico-tecnológica y unos altos niveles de información y bienestar.
Hoy es un hecho que, paralelamente, el aumento de información no se haya afianzado la dimensión **normativa, ética y prescriptiva** sobre lo que no debemos hacer y sobre lo que sí deberíamos hacer con urgencia para poder afrontar y evitar con cierta eficacia los crecientes males socio-ecológicos que nos invaden por todos los lados. Esta extraña actitud de negociación acompaña a las creencias que dan continuidad al **mito del desarrollo** impulsado por las instituciones más centrales de nuestras sociedades. Pero esto ocurre a causa del desacierto de querer enfrentar los problemas medioambientales con las mismas engañosas “drogas medicinales” que los generan, percibidas bajo los sesgos de los valores culturales predominantes basados en el cálculo, la eficacia y en la simple **racionalidad instrumental** o de los medios.
**Diamond**, un destacado previsor de cómo se desenvuelve la situación actual, destaca **ocho tipos de formas de destrucción medioambiental** que en el pasado fueron decisivas en el colapso de sociedades humanas y que caracterizan la crisis ecológica en el presente:
- La deforestación y eliminación de hábitats.
- Alteración y pérdida de suelos fértiles.
- Escasez de agua.
- El aumento de población.
- El aumento de renta per cápita.
A estos viejos y nuevos problemas de degradación ambiental hoy día también se añaden otros deterioros ecológicos, como pueden ser:
- El cambio climático.
- La escasez de fuentes de energía.
- El agotamiento de la capacidad fotosintética de la Tierra.
Las previsiones realizadas por científicos como **Thomas Malthus** fueron un jarro de agua fría contra la fe en el progreso y la modernidad industrial. Este se refirió a un problema inherente a las relaciones que se dan entre sociedades humanas y un planeta finito en recursos materiales, entre la población humana, sus necesidades y deseos, y los recursos ambientales disponibles para satisfacer el consumo y dichas aspiraciones humanas. Por lo que, si las necesidades humanas de consumo de recursos naturales crecen constantemente y de manera imparable en un planeta cerrado y finito en materiales, ocurre que la presión sobre los recursos ecológicos limitados también crece y con ello estos se reducen y degradan.
Esta idea fue refutándose con los años, en parte apoyada por los avances médicos y tecnológicos, y en parte por la falta de consecuencias directas a corto plazo.
Pero, realmente, hoy en día se actúa de manera irracional situando en primer lugar el bien individual y después el bien del ambiente. Diamond señala **cuatro situaciones frecuentes** que son afrontadas por las sociedades mediante **irracionalidad colectiva** o **racionalidades deficientes**:
1. Calamidades imprevistas
En ellas se producen los efectos antes de llegar a percibir el problema. Este tipo de situación se atribuye más a sociedades que no tengan una memoria histórica sobre la que basarse y, por tanto, no tengan ya una cierta experiencia que les ayude a identificar el problema. En la sociedad actual se tiene conocimiento del pasado, pero este es fácilmente olvidado e ignorado, principalmente por dos causas: la confianza en los avances tecnológicos como solución a los problemas ambientales y la búsqueda del beneficio mercantil inmediato en lugar de mirar a largo plazo.
2. Males imperceptibles
Cuando el problema y sus consecuencias ya están presentes, pero no son percibidos ni tenidos en cuenta. Diamond aporta cuatro causas a este tipo de ceguera: que no se perciban los orígenes de los problemas ambientales, que los responsables estén alejados del problema (cosa muy fácil con la actual globalización), que las catástrofes ecológicas no tengan efectos inmediatos a corto plazo y que no se tenga en cuenta cómo eran los ecosistemas antiguamente y los cambios que han sufrido.
3. Estados irreversibles y fracaso de tentativas
A pesar de que las sociedades disponen de medios y recursos para eliminar o paliar el problema, muchas veces se llega a un estado ya irreversible que no puede solucionarse.
4. Desidia colectiva
Ocurre cuando, a pesar de percibir e identificar los problemas ecológicos, no se trata de resolverlos de forma eficaz. Esta técnica está muy arraigada en la sociedad actual hasta en las instituciones más importantes, a pesar de que eso signifique un acto de irresponsabilidad y engreimiento humano. Muchas veces la resolución de estos problemas de interés común es olvidada por el interés individual. Hay tres formas que normalmente adopta la desidia colectiva:
- La tragedia de los bienes comunes: Esta forma de desidia colectiva responde a una situación que sería compatible con lo que afirmó Malthus: los recursos del planeta son finitos y se degradan bajo las necesidades individualistas sin posibilidad de mejora con los avances en distintos campos. Por tanto, la **tragedia de los bienes comunes** alude a que el libre uso de los bienes y servicios naturales comunes conduce inevitablemente a la sobreexplotación y a la destrucción de dichos recursos a consecuencia de perseguir las metas individualistas de mejora y subsistencia económica.
**Hardin** plasmó esta situación en una metáfora muy clara. Esta tiene lugar en un prado en el que existe un número determinado de animales de ganado y en el que está su alimento y fuente de desarrollo, y unos ganaderos y pastores que viven de este ganado. Si se sigue trabajando con la misma cantidad de ganado constantemente (a pesar de que se sustituyan para comerciar con él), la situación se mantendría en equilibrio. El problema llega cuando los ganaderos y pastores aumentan el ganado para recibir un mayor beneficio económico porque la demanda cárnica sube. En este momento, la situación sería insostenible, ya que no habría prado para mantener a todos, lo que supondría que desaparecería también el ganado y sus beneficios económicos. Esto significa que a partir de la libertad de cada uno de poder utilizar los recursos, se ha llegado a una tragedia común ya que se ha dado la **ruina individual de la economía**, la **ruina colectiva de la economía** y la **ruina del recurso natural**.
La tragedia colectiva es producida por la suma de las acciones individuales y el libre uso de los recursos naturales. Por esto, la solución de este problema vendría dada por el control en el uso de los recursos naturales y con ello la sobreexplotación de los mismos. Una solución sería unos **reglamentos de propiedad** adecuados que restrinjan y privaticen el acceso a los recursos: **propiedad privada, propiedad estatal y propiedad comunal**.
- El dilema del prisionero: Este se da cuando se toman muchas decisiones que a nivel individual son lógicas, pero que causan la ruina conjunta porque a nivel común son irracionales. Para mostrarlo se crea la metáfora del prisionero. Se imagina que hay dos prisioneros, ambos acusados por cometer el mismo crimen. La policía les separa e incomunica para negociar con ellos y les plantea a ambos las siguientes opciones: Si uno confiesa y el otro no, serían dos años de cárcel para el que confiesa y 10 para el que no confiesa. Si ninguno de los dos confiesa, serían dos años de cárcel para ambos. Y si ambos confiesan, serían 5 años de cárcel para cada uno.
En un primer momento, la decisión individual más racional y lógica sería adoptar una postura que beneficiara a los dos y no confesar el crimen; así sería la pena mínima para ambos si los dos hicieran lo mismo. Pero realmente, si se medita la respuesta, habrían de ser irresponsables individualmente (autoinculparse ambos del crimen), optando con ello contra los intereses particulares inmediatos para alcanzar conjuntamente y de manera óptima los intereses que individualmente cada uno persigue de eludir al máximo los años de prisión. La moraleja ecológica de esta metáfora sería que se necesita un compromiso moral que ponga por delante el bien común sobre los recursos naturales, lo que podría evitar un final desastroso para todo el mundo. Es decir, recobrando el concepto anteriormente tratado de **bienes medioambientales comunes**, estos no tendrían que privatizarse si se adoptara una mentalidad común de defensa de los intereses de todos y no solo los individuales.
- Situaciones irracionales: Son aquellas que se llevan a cabo movidas por objetivos y valores erróneos que solo pueden abocar en un daño a los recursos naturales. Un ejemplo de estas situaciones puede ser, por ejemplo, el objetivo de mirar a corto plazo y a favor del beneficio económico en lugar de a largo plazo por el beneficio común de la sociedad y el entorno que lo rodea.
8. Formas de propiedad y evitación de la tragedia de los bienes comunes de acceso libre
Por tanto, se debería comenzar a implantar medidas legislativas eficaces que eviten esta sobreexplotación de los recursos comunes. A pesar de esto, a gran escala, no interesa que estas medidas salgan adelante ya que esto significaría una limitación para las empresas y demás a la hora de utilizar a su antojo los bienes naturales. Una de las medidas más efectivas para evitar es el **régimen de derecho de propiedad**. Este derecho otorga el poder de extraer y aprovechar ciertos recursos naturales sin posible interferencia de los no autorizados. Además, dichos regímenes establecen una serie de restricciones y medidas correctivas por parte de la institución bajo la que esté el control. Existen **tres formas de propiedad**:
Propiedad estatal
Con marco político y jurídico, se basa en una forma burocrática y de gestión pública de los recursos ambientales bajo titularidad ciudadana.
Propiedad individual
Avalada por las autoridades estatales, los titulares son los ciudadanos u otro tipo de asociaciones, grupos e incluso empresas, que tienen una serie de deberes y derechos en el acceso a los recursos. En el modelo capitalista, la **propiedad privada** se convierte en potestad ilimitada para explotar los recursos debido a la visión de aceptable del cambio de recursos por mercancías y dinero.
Propiedad comunal
Es un tipo de propiedad más o menos autogestionada, pero también dentro de un marco jurídico y político que asegura el aprovechamiento común estipulado de un recurso. Es una gestión colectiva de los recursos en la que los usuarios delimitan el uso para que los recursos no se destruyan. Se han dado casos de **propiedades comunales** gestionadas por comunidades del mismo municipio en los que no han accedido instituciones privadas o estatales. El principal problema es que en los últimos años este tipo de propiedad no es promovida como, en cambio, sí lo es la del tipo individual o estatal, por lo que carece de popularidad.
Una vez explicados los tres tipos de propiedad, cabe puntualizar que en todos existen una serie de **límites** que se deben establecer para que sean realmente efectivos, ecológicamente hablando. En muchos casos, la violación de estos límites deriva en una mala gestión de los recursos naturales que, en un primer momento, se querían proteger:
Límites al control estatal
- Al crecer la burocracia en torno a la propiedad, crece también la corrupción y los favoritismos electorales y económicos en torno al acceso a los recursos.
- Muchas veces se anteponen los intereses individuales o la presión ejercida por grupos externos al correcto uso de los recursos.
- Los propios gobiernos pueden ser los que cometan el error de sobreexplotar el terreno, agotando así los recursos en él existentes, como pasa en la metáfora de Hardin de los bienes comunes.
- Las relaciones internacionales a nivel ambiental son prácticamente nulas, por lo que en un momento dado es muy probable que en la gestión de estas propiedades se antepusieran los intereses individuales a los comunes, como ocurre en la metáfora del prisionero.
Límites a la propiedad individual
- La propiedad privada puede adoptar distintas formas, como las sociedades anónimas. Las decisiones en estos casos se toman por las élites directivas y no por los propios accionistas o propietarios. Una lejanía así de los propietarios con los gestores favorece una destrucción ecológica.
- No existe ninguna garantía de que los propietarios ejerzan su poder sobre el terreno de manera ecológicamente respetable.
- A pesar de que, en un primer momento, lo que le interesa al propietario de los recursos es utilizarlos correctamente, puede no ocurrir esto si se interponen otros factores, como tratos económicos.
- En los derechos de la propiedad privada no se especifican normalmente las condiciones de uso de los recursos ambientales.
- Existen recursos ambientales que son prácticamente indivisibles, por lo que resulta muy difícil atribuir derechos de responsabilidad y sanciones.
- La mayoría de las propiedades privadas son concesiones de los gobiernos a ciertas entidades con una serie de ventajas más propias del libre acceso que de la propiedad privada.
- Existen límites antropológicos a la creencia de que el individuo es el que mejor conoce sus intereses y a que la competencia económica es el mejor camino para lograr un bienestar de conjunto social. Esto se discute totalmente con el dilema del prisionero. A pesar de este ultraliberalismo, se oculta que entidades privadas y gubernamentales guiadas por la libertad individual solo pueden llevar a cabo la propiedad individual siendo socialmente excluyentes.
Límites a la propiedad comunal
- Se requiere el establecimiento de una serie de límites legítimos en las actuaciones de los propietarios.
- Ocurriría algo parecido a la propiedad privada o al libre acceso a los bienes comunes si no se establece un acuerdo para no sobreexplotar los recursos y regular su uso.
La actual tendencia que acompaña al desarrollo y al crecimiento económico de las sociedades industriales hace que estas tiendan irremediablemente a la destrucción de los recursos naturales. Por eso, ante esta situación, se plantean distintas formas de actuación de las cuales depende el futuro de nuestro medio ambiente.
El presente que vivimos, en el que estamos sobreexplotando los recursos ambientales, pone a prueba nuestra capacidad de aprender de la memoria histórica. Es necesario para ello una revisión de los problemas que ya se han diagnosticado en un pasado y no dejar que estos sean ignorados por los avances tecnológicos o el beneficio mercantil inmediato. Para ello, es necesaria una reinvención del pensamiento político para ser capaces de poder aprender por antelación, ayudándonos de nuestra historia y siendo realistas con los recursos de los que disponemos y su capacidad de regeneración.
Por otra parte, puede seguir utilizándose la **cultura del “siempre más”** fingiendo una mentalidad proambientalista sin corresponderse con las prácticas llevadas a cabo. Es decir, podemos seguir moviendo coches aunque con una menor cantidad de gasolina o con biocombustibles, pero a costa de males mayores como la destrucción de selvas tropicales para abastecerse de esta serie de cultivos (ej. Borneo y Sumatra con aceite de palma).
Además, con la progresiva crisis social y ecológica, la ayuda humanitaria será cada vez menor y más selectiva, dejando así desamparados a millones de personas que se verán obligadas a convertirse en **refugiados ambientales** y desplazados de sus zonas de origen. A pesar de esto, la estrategia de seguir pensando que todo va bien mientras no afecte a nuestro entorno local no tiene un gran futuro.
Para evitar estas acciones irresponsables que caracterizan la sociedad actual, se pueden plantear **varias propuestas no excluyentes** entre ellas:
- Individualizar los problemas y las soluciones.
- Las soluciones nacionales como estrategia.
- La acción interestatal.
- Futuros pasados y retrospectivas anticipadas.
9. Aprendizaje por antelación: el principio de precaución
La sociedad actual está llena de **políticas de riesgo** y sesgadas percepciones del futuro guiadas por el objetivo del desarrollo económico y no ecológico. Las amenazas que hoy en día se han creado para el ambiente y la continuidad de las poblaciones carecen de precedentes históricos y se acumulan a otros daños que se llevan causando en el mundo desde tiempo atrás.
Por esto, para poder redirigir la situación, se requiere un cambio urgente en los principios organizativos, políticos, legislativos y éticos, basado en la precaución y la responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos. Además de la necesidad de adoptar el concepto del principio ético de responsabilidad ecológica, se requiere adoptar otros términos, como el **Principio de Precaución**. Este principio debería ser utilizado para evaluar todo tipo de acciones y proyectos, tanto para determinar los que se llevarán a cabo en un futuro como para evaluar los existentes, ya que muchas veces se guían principalmente por el beneficio económico que producen y no por sus efectos en el medio ambiente.
La aplicación de este **Principio de Precaución** supone un cambio en la mentalidad que normalmente se tiene de «**el que contamina paga**» o de la compensación de los daños una vez generados. Este principio trata de anteponerse a la creación de estos daños mediante el análisis previo de las consecuencias que un proyecto o acción puede generar, permitiendo así evitar la aparición de los daños.
Criterios de la sabiduría y el conocimiento de la precaución:
- Un riesgo no debería ser aceptable si existen alternativas.
- Los criterios de precaución también han de aplicarse a la gama completa de alternativas, incluyendo entre ellas la posible no acción.
- En los casos de posibles daños graves o irreversibles a los **resortes básicos de la biosfera**, el gran riesgo implicado en la actividad sencillamente no es aceptable.
- La idea de que el **riesgo cero** no existe no ha de ser un blindaje para dañar la biosfera y el futuro, o emprender la actividad o proyecto.
- Las situaciones de parcial conocimiento de los daños posibles no son excusa para llevar a cabo dichas acciones o para retrasar las técnicas que podrían solucionarlas.
- El Principio de Precaución habría de ser incorporado en situaciones donde se opere con **baja certidumbre** en el conocimiento de los procesos.
- El Principio de Precaución ha de aplicarse ante los posibles efectos nocivos generados por la agregación de múltiples pequeños impactos, pero con consecuencias muy grandes aunque sean imperceptibles aisladamente en cada factor implicado.
- El Principio de Precaución debe aplicarse en decisiones ante el desconocimiento de los **procesos biogeoquímicos** específicos implicados en las complejas relaciones causa-efecto que puedan darse.
- También debe aplicarse la precaución ante una posible **baja probabilidad contable** de los daños más extremos e indeseables que se pudieran producir.
Existen **varias formas de introducir este Principio de Precaución** de una manera correcta:
Participación ciudadana en sociedades de riesgo
En primer lugar, deberían ser los posibles afectados los que deberían decidir si exponerse al daño o no. Quizás sería conveniente establecer un principio de cautela político y cívico ciudadana sobre el conocimiento de una realidad muy compleja. Habría de valorarse e incorporarse en las decisiones políticas la parte de la gran incertidumbre que el conocimiento humano tiene respecto a ciertos asuntos, pues esto es igual de importante que las partes conocidas en cuanto a las posibles consecuencias de los actos.
Racionalidad tecnoburocrática de expertos
Bajo la gran importancia que hoy en día se le da al método científico y a la opinión de los expertos, se puede esconder una errónea percepción del principio de precaución. Este puede entenderse equivocadamente como la demostración de que no existen riesgos probada por estudios científicos y experimentos que ciertamente pueden no tener en cuenta ciertos factores, por lo que el riesgo no se considera probado.
A pesar de que estos expertos también tienen la parte de la ignorancia y desconocimiento de algunos temas, son nombrados por las entidades públicas como encargados de cerciorar ciertos temas y sus conclusiones son aceptadas dada la percepción social de la verdad absoluta del conocimiento científico. Ciertamente, sus actos no son controlados ni demostrados por nadie, así como el nombramiento de estos no es consultado al resto de la sociedad.
Las conclusiones de estos expertos suelen ser la única antesala a la aprobación de muchos proyectos, sin tener en cuenta que su actuación puede estar determinada por beneficios e intereses particulares para no bloquear el desarrollo político.
La ciudadanía rehén
En las decisiones que se toman desde las altas sedes no se tienen en cuenta en ningún caso opiniones fuera de los círculos valorados como son los antes comentados expertos en ciertas materias. Actualmente priman las **mentalidades neoliberales** (prioridad del mercado y la competitividad) y la globalización económica, lo que hace que estos canales de comunicación con la sociedad se estrechen.
Con estas mentalidades, los poderes desprecian un campo de otro tipo de conocimientos, como la sensatez, la convivencia con la naturaleza, la salud… Una serie de valores que constituyen una parte imprescindible en el campo social, pero que normalmente desaparecen en el campo político y técnico.
Los problemas medioambientales no tienen voz por sí mismos y debemos hablar por ellos. Muchos de los estudios de impacto ambiental que acompañan los proyectos vienen ya marcados de antemano puesto que son las compañías las que los encargan y guían hacia sus acciones.
Una de las soluciones a esta forma de desarrollo sería incluir los conceptos de la **perspectiva crítica de la ecología política** y la responsabilidad y acción. Deberían comenzar a exigirse frenos a las malas gestiones y un cambio en las formas de hacer política. Ante los poderes del **maldesarrollo**, solo cabe instalar el **Principio de Precaución** y de esta forma limitar los posibles daños causados y no cerrar los canales que quedan abiertos de comunicación con los ciudadanos.
Se hace necesaria la **Modernización Reflexiva**, que se trata de una toma de conciencia sobre la imprevisibilidad. La **Modernización Reflexiva** frente a la **Modernización Lineal** de la sociedad industrial implica una nueva manera de saber y pensar que abandona la vieja perspectiva de un orden unidireccional basado en el **mito del progreso de la razón occidental** y ahora se reocupa por lo **socionatural**, por lo incierto y ambiguo, por lo contingente y por lo contextual.
10. Comentario crítico sobre el concepto de desarrollo sostenible
Actualmente se habla con mucha persistencia de un «**desarrollo sostenible**», pero ¿qué implica este concepto? Este concepto no es precisamente actual, pero sin embargo ahora se usa más que nunca y se refiere a un proceso de desarrollo socioeconómico capaz de prolongarse en el tiempo sin minar catastróficamente la capacidad de la naturaleza de mantenerlo.
La noción de desarrollo se asocia ante todo a una **dimensión económica**, tratándose así de cómo se producen y se distribuyen los bienes que, productos del trabajo humano, satisfacen algunas necesidades humanas, de qué cantidades se han de producir, etc. De todos modos, la idea que más abunda es la que dice que el desarrollo implica crecimiento.
Existen dos posturas manifiestas como es la idea de que un **crecimiento sostenible** es posible sin dañar el medio ambiente siempre que sea posible integrar sistemáticamente la consideración del impacto ambiental en las decisiones económicas. Y otro es lo que se conoce como propuesta «**bioeconómica**», los cuales insisten en la irreversible **degradación antrópica** que implica cualquier actividad productiva.
Estos difieren en aspectos muy claros con respecto a la población, la provisión energética, la visión del desarrollo sostenible, entre muchas otras.
11. La teoría de la modernización ecológica y sus inconsistencias empíricas
La idea de un **desarrollo sostenible** contiene, implícita o explícitamente, una visión del cambio social. En la segunda mitad del siglo XX se ha mostrado dominante: la **sociología de la modernización** o del **desarrollo**. Los conceptos de «**modernización**» y «**desarrollo**» no son completamente intercambiables, aunque tienen muchas cosas en común. «**Modernización**» se refiere sobre todo al tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, así como el resultado de dicha transición. «**Desarrollo**» se ha referido a la aceleración del proceso de modernización, aplicado sobre todo a los aspectos económicos del proceso.
«**Desarrollo sostenible**» y «**modernización ecológica**» son expresiones que aluden a un intento de reformular las teorías del desarrollo y la modernización en base en la consideración de los condicionantes y límites del medio ambiente.
El concepto de modernidad. La **modernización** es, entonces, un proceso a través del cual se pasa de un estado a otro.
¿Qué es una sociedad moderna? Supongamos que nos encontramos con una sociedad en la que la movilidad vertical es baja, las familias son patriarcales, el número de hijos elevado, la autoridad política se basa en justificaciones tradicionales..., no dudaremos en calificarla como “subdesarrollada”. Por el contrario, si encontramos los rasgos opuestos (movilidad vertical alta, familias nucleares, hijos poco numerosos, autoridad política legalista...), estaremos seguros de encontrarnos ante una sociedad moderna o “desarrollada”.
Entre los **rasgos o características** que usamos para establecer la condición o el grado de **modernidad**, encontramos los siguientes:
- Desarrollo de comunicaciones: prensa, radio, TV, cine, teléfono, internet...
- Hedonismo, consumismo, secularización: el habitante de la sociedad moderna es característicamente individualista. El principio de «**autorrealización**» tiende a convertirse en valor dominante. Por otra parte, este desarrollo individual aparece ligado al acceso abundante a bienes y servicios.
- Preponderancia de los grupos asociativos: por ejemplo, la familia continúa siendo un ámbito primordial de relaciones humanas básicas, pero pierde importancia como espacio de la socialización y como unidad económica. Las formas asociativas o secundarias de agrupación (profesionales, sindicales, ideológicas, políticas...) pasan a ocupar un lugar preeminente.
- Autoridad legalista y racionalidad burocrática.
- Industrialización, urbanización: característica de la sociedad moderna es la preeminencia de las actividades económicas de industria y servicios frente a las del sector primario (agrícolas y extractivas).
- Institucionalización del conflicto y de los cambios en la estructura.
En el modelo de «**antes y después**» de la modernización, hay que distinguir la estructura social anterior de la posterior mediante dos conjuntos de atributos dicotómicos (agrario/industrial, rural/urbano, cerrado/abierto, religioso/secular, familia extensa/familia nuclear,...). En la actualidad, la sociedad se caracteriza por un cambio debido al descenso en la presencia de atributo «**tradicionales**» y el aumento de los «**modernos**».
Como ya hemos dicho, hay una estrecha conexión entre los conceptos de modernización y desarrollo. Este último apareció en su forma contemporánea, como un programa de extensión universal de los beneficios del progreso científico y el bienestar material en el contexto internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Bajo la perspectiva del desarrollo, todas las sociedades del mundo aparecen moviéndose a lo largo de un único camino con un solo sentido. En la marcha, las posiciones de cabeza están ocupadas por las sociedades «**avanzadas**», que señalan las metas para las «**atrasadas**», «**subdesarrolladas**» o «**en vías de desarrollo**». El imperativo universal, entonces, es alcanzar a las sociedades de cabeza o «**ponerse a la altura**» de ellas.
Un indicador básico de la modernización ha sido un cambio en la composición sectorial de la población activa: hay una reducción porcentual del sector primario y ampliación del secundario en primer lugar y luego el terciario.
La modernización ha sido el referente principal para la sociología y los estudios culturales, mientras que el desarrollo lo ha sido en economía y en ciencia política.
Las sociedades más «**atrasadas**» pasarán en el futuro por el estado actual de las más «**avanzadas**»; es un proceso sin final, de tal forma que no puede decirse que haya sociedades modernas sino tan solo sociedades más o menos avanzadas en el camino de la modernización. Aunque todas estas proposiciones resultan afectadas por anomalías relacionadas con la imposibilidad de extender a todo el mundo los niveles de consumo de recursos naturales propios de sociedades más industrializadas.
Poniendo por ejemplo a Estados Unidos, **Daly** se preguntó por la posibilidad de universalizar el consumo por persona de recursos no renovables. El resultado fue el siguiente: la población de Estados Unidos es el 6% de la mundial, consume el 33% de la extracción anual de no renovables. A ese ritmo, solo el 18% de la humanidad podría vivir como los norteamericanos. La universalización implicaría un aumento del flujo anual de recursos en un orden superior al 700%.
En las sociedades más industrializadas se utilizan 0,6 hectáreas por persona, en un mundo en el que las previsiones demográficas apuntan a un horizonte de 0,2 hectáreas disponibles por persona y en el que las prácticas agrícolas suponen que cada año se pierdan 10 veces más que lo que se repone de forma natural, la conclusión es que no habría suficiente tierra si todo el mundo se alimentase con la dieta y tecnología estadounidenses.
Resulta ya muy difícil ignorar la cuestión de si existe o no un límite a la expansión física de las sociedades y parece razonable la aseveración de que los países «**subdesarrollados**» no podrán pasar por el estado actual de las economías industriales.
Hay una serie de puntos de vista que definen el subdesarrollo como un efecto de la forma en la que los países industrializados obtienen su riqueza.
Además de poblaciones desarrolladas y subdesarrolladas, podemos hablar de sociedades «**superdesarrolladas**» (que no pueden reproducir su forma de vida sin agotar la capacidad de sostenimiento de la biosfera) y sociedades «**infradesarrolladas**» (que podrían reproducir sosteniblemente niveles de producción y consumo superiores a los actuales).
Se ha intentado reformular la sociología de la modernización en «**modernización ecológica**» cuya hipótesis básica es que un curso de la innovación tecnológica inspirado por la **ecoeficiencia** podría incrementar la productividad de los recursos. Esto generaría espacio suficiente para que las sociedades menos industrializadas pudiesen acceder al desarrollo sin sobrepasar los límites naturales, y entonces se generaría un sistema de economía industrial hoy desconocido, capaz de mantener los rasgos e instituciones de la modernidad, pero materialmente mucho más ligero. Esta hipótesis implica, por una parte, aceptar que las versiones clásicas de la modernización resultan inadecuadas por no haber dedicado la necesaria atención a los límites naturales al desarrollo. Esto es una «**segunda modernización**».
La modernización ecológica, como la modernización a secas, tiene una dimensión normativa y otra descriptiva. Formula, por una parte, una propuesta sobre las vías más adecuadas o más fácilmente practicables para aproximarse a un **desarrollo sostenible**. Por otra parte, interpreta determinados rasgos del cambio social en curso como señales de una efectiva orientación de las cosas en esa dirección.
Si se acepta que la presión humana sobre los sistemas naturales es ya excesiva o puede serlo pronto, por tanto, la viabilidad de la civilización industrial depende de reducir esa presión, y para ello hay tres posibles líneas de actuación: un **control demográfico** (esto es, reducir la población), reducir el consumo y mejoras en la **ecoeficiencia** (esto es, satisfacer las necesidades con un uso menor de recursos naturales). De estas tres, la única viable es la ecoeficiencia, la que se centra en un uso más eficiente de los recursos.
12. Enfoques económicos del desarrollo y sostenibilidad: crecimiento, estado estacionario y conservación bioeconómica
13. El paradigma de la modernización y el desarrollo: valoración crítica de sus limitaciones
14. Historia de la elevación de la **capacidad de carga** de la humanidad mediante cambios tecnológicos
Actualmente, estamos viviendo en un mundo sobreexplotado, y nuestro futuro será el producto de esa realidad, por lo tanto, nuestra primera tarea será crear conciencia de la manera de haber llegado hasta aquí y la clase de futuro que conlleva.
En primer lugar, hace millones de años atrás, nuestros antepasados fueron evolucionando en población y desarrollo de tecnologías básicas que alteraban la **capacidad de carga**. Los primeros fueron los que aprovecharon el fuego para cocinar e inventaron herramientas para cazar y recolectar, lo cual hizo aumentar la **capacidad de carga** derivando en la evolución.
Después llegó el manejo de herramientas por razones hortícolas, por lo que se creó el modo de vida campesino además del cazador; además, supuso una ventaja a la hora de competir con otras tribus.
Con la **Edad de Bronce**, los huesos y piedras fueron reemplazados por metales, hecho que produjo que la población se acercara al límite de la **capacidad de carga**, pero dicha **capacidad de carga** incrementó con la llegada del cultivo en masa (3000 a.C). Con la invención del arado se ganó en capacidad de producir sustento y se produjo el aumento del nivel de vida de algunos y el aumento de población comenzó a ser notable.
Seguidamente, sobre el siglo XIV, con la llegada de las armas de fuego, la **capacidad de carga** aumentó indirectamente porque hizo que cambiara la naturaleza de la organización política que a su vez modificaba las poblaciones humanas.
Llegados a este punto, llegamos a la «**Era de la Exuberancia**» que comienza con el descubrimiento del Nuevo Mundo en el que **Colón** descubrió decenas de miles de hectáreas disponibles para el desarrollo de la población europea, lo que hizo «aumentar» relativamente la **capacidad de carga**, relativamente porque dichas tierras ya estaban ocupadas por los indios nativos, por lo que hubo un desplazamiento del **etnocentrismo** y las sociedades europeas, en auge económico, desplazaron a los nativos americanos.
Entre 1650 y 1800, a pesar de la apropiación del Nuevo Mundo y Oceanía, la población humana se duplicó dos veces, lo cual provocó el cierre de la **capacidad de carga**, y a partir de 1800, se puede decir que el límite de carga se vio sobrepasado debido a la fuerte **sobreexplotación** causada por el cambio de vida agraria por la vida industrializada.
La **industrialización** (**Revolución Industrial**) causó en primer lugar la sobreexplotación de recursos agotables como carbón o petróleo a partir de una mejor maquinaria para obtener una energía no respetuosa con el medio ambiente, todo ello, a pesar de la aparición de energía renovable (solar, hídrica...).
Todo ello supuso un gran aumento demográfico, rebasando más la **capacidad de carga** si cabe, y un aumento de la riqueza y la calidad de vida en determinados estamentos sociales, y hoy en día el aumento de población de los países subdesarrollados aumenta a un ritmo tan grande como su retraso económico.
Otro aspecto que disminuye la **capacidad de carga** es la mejora de la higiene y la creación de antibióticos, provocando una disminución de la tasa de mortalidad, pero también de la natalidad con la aparición de los métodos anticonceptivos.
Nuestra especie ha tenido un enorme **éxito evolutivo**, pero dicho éxito puede ser desastroso. El paso de la **apropiación a la sobreexplotación** ha tenido un éxito excesivo.
15. La sociedad y riesgo tecnológico (Ulrich Beck)
El término «**riesgo**» se refiere a la exposición a un posible daño o pérdida. Su definición incluye dos notas: que uno al menos de los posibles resultados de una decisión sea indeseable y que haya incertidumbre sobre cuál será el resultado efectivo.
La evaluación de los riesgos incluye típicamente una estimación de la probabilidad de que el resultado indeseable tenga lugar. Aunque el término «**peligro**» se usa a menudo como sinónimo de «riesgo», en algunas ocasiones se establece una distinción entre ambos, mediante la cual se identifica el peligro con el daño (con el resultado indeseable) y se entiende por riesgo la medida cuantitativa de la probabilidad de sufrir ese daño.
Una característica de varias de las tecnologías desarrolladas en la segunda mitad del siglo XX (nuclear, química y genética) es su asociación a peligros extremos en más de un factor. Es decir, su capacidad de dar origen a nuevos riesgos definidos por una incertidumbre muy elevada y por posibles efectos dañinos de muy amplio alcance.
**Ulrich Beck** ha escrito: «Uso la expresión “**sociedad del riesgo**” para aquellas sociedades que han de enfrentarse a los desafíos de una posibilidad, oculta al principio y cada vez más visible después, que ellas mismas han creado: la autodestrucción de toda vida sobre este planeta». La **sociedad del riesgo** constituye el reverso de la seguridad proclamada por la modernización. Los riesgos son políticos, sociales, ecológicos e individuales, y son riesgos de nuevo tipo puesto que escapan a los intentos de conocimiento, control y protección de las instituciones.
**Dos fases** destacan en la transición anónima e imperceptible de la **sociedad industrial** a la **sociedad del riesgo**:
- Un primer momento en el que las consecuencias de las autoamenazas sistemáticas no son públicamente tematizadas.
- Los peligros esparcidos por la sociedad industrial comienzan a percibirse y adquieren importancia.
Los **riesgos diseminados** actúan en **tres ámbitos referenciales**:
- En relación a la naturaleza: las sociedades industriales consumen y agotan recursos naturales básicos que se consumen y degradan en el despliegue del propio desarrollo.
- Las relaciones entre la sociedad industrial y los peligros y riesgos que genera desbordan los fundamentos, orígenes y creencias sociales sobre seguridad, que, si se hacen conscientes, pueden empujar un nuevo orden social alternativo a las condiciones de la modernización.
- Los humanos deben entender hoy sus vidas no liberados sino sometidos a la producción de riesgos múltiples y sin control con alcance micro y global.
Los peligros de la civilización tecnológicamente avanzada se diferencian de las sociedades industriales clásicas por varias razones. Por ejemplo, en una sociedad industrial clásica, los riesgos eran los accidentes laborales, mientras que hoy día hay un peligro de desastres causados por el hombre. Mientras que antiguamente los acontecimientos y destrucciones eran regionales y temporales, en las sociedades industriales del riesgo los accidentes no son delimitables. Fallan las reglas establecidas de atribución causal y de responsabilidad o culpa, los peligros no pueden ser del todo controlados por medios tecnológicos, solo minimizados. La ausencia de planes eficaces contra las catástrofes que se multiplican muestra el error de tratar los nuevos riesgos con los medios antiguos.
En resumen: el concepto de **sociedad del riesgo** «describe una fase del desarrollo de la sociedad moderna en la que los peligros, sociales, políticos, ecológicos e individuales creados por el impulso de innovación escapan cada vez más a las instituciones de control y protección de la sociedad industrial». Los viejos problemas y conflictos de la desigualdad humana en la redistribución de los bienes, servicios y derechos se superponen a las nuevas problemáticas generadas en la sociedad de riesgo a causa de las contaminaciones y **riesgos colectivos** (nanotecnológicos, atómicos, químicos, electromagnéticos, genéticos, ecológicos, militares).
En los delitos ecológicos, tanto las responsabilidades como el alcance exacto de los efectos son muy difíciles de determinar.
La economía externaliza los peligros creados por sus propios procesos de producción, descargándolos en el medio ambiente; así da paso a una nueva articulación social en la que los mismos sistemas naturales que son contaminados por una de sus partes (la industria química) son reintroducidos por otras de sus partes (la agricultura, pesca o turismo) como productos en el mercado.
Los debates públicos acerca de las formas de tratar los residuos, de las propiedades de los materiales utilizados, de los procesos de producción, etc., son todavía vistos por el mundo industrial como una anomalía, destinada a desaparecer, pero las cosas no son así. Responden a la naturaleza de los riesgos, que se proyectó más allá de las puertas de las fábricas y afectan incluso a las personas que aún no han nacido.
El movimiento puesto en marcha por la sociedad del riesgo se expresa en la proposición: «¡**Tengo miedo**!» que se suma al grito de «¡**Tengo hambre**!», característico de la sociedad de clases.
Resumiendo, la teorización de **Beck** parte de la afirmación de que los riesgos derivados de las tecnologías química, nuclear y genética son diferentes de los conocidos en fases anteriores de la sociedad industrial. Mantiene que las instituciones establecidas son inadecuadas para tratar con esos riesgos nuevos, lo que da lugar a un conflicto creciente. Ese conflicto está definiendo nuevas líneas de estructuración de las sociedades y planteando la necesidad de nuevas instituciones y nuevas formas de articulación en los ámbitos de la participación, la representación y el conocimiento.
Beck se coloca en un lugar intermedio entre dos posiciones que considera extremas y a las que denomina, respectivamente, «**naturalismo objetivista**» y «**relativismo cultural**». Observa frente a la primera de ellas que los umbrales de riesgo son definidos socialmente, variando de cultura en cultura, de grupo social en grupo social y casi de día en día. Es crítico con la segunda porque ignora las características peculiares de los nuevos riesgos tecnológicos y, en consecuencia, es insensible a la objetividad social de los peligros.
Es el deseo de respirar, comer, beber, lo que se ve amenazado por el envenenamiento ambiental y, de esta manera, las operaciones más primarias de la vida privada se convierten en asuntos de interés público.
Se hace necesaria la **Modernización Reflexiva**, que se trata de una toma de conciencia sobre la imprevisibilidad. La **Modernización Reflexiva** frente a la **Modernización Lineal** de la sociedad industrial implica una nueva manera de saber y pensar que abandona la vieja perspectiva de un orden unidireccional basado en el **mito del progreso de la razón occidental** y ahora se reocupa por lo **socionatural**, por lo incierto y ambiguo, por lo contingente y por lo contextual.
16. Medio Ambiente, estructura y conflicto en los países en desarrollo
Los **conflictos ambientales** no pueden asociarse solo a conflictos económicos, sino más bien a los fundamentos de estos, que son la **estructura social y económica** que puede comprenderse a partir del acceso diferencial a los recursos naturales.
**Durning** (un experto en esta materia) sugiere que la humanidad actual está dividida en **tres clases**: una **clase alta** (consumidores), una **clase media** y una **clase baja**. El porqué de esta clasificación es debido a que este sugiere que la articulación depende del carácter limitado de los recursos, que determina los niveles de consumo de cada una de estas clases.
El gran problema es el reparto de los bienes y el cómo se emplean. Por ello, aquí se plantea un desafío importante para la sociología contemporánea, sobre todo a medida que los sistemas económicos se interconectan en muy distintas partes del mundo y, en consecuencia, la parte sumergida, oculta, de las islas de bienestar se hace más grande.
Un ámbito clásico de los estudios de estructura social es la conexión entre los diferentes grupos definidos de ella y la consciencia y la acción social, entre las distintas posiciones en la estructura y sus expresiones ideológicas y políticas. El libro de **Gadgil y Guha** aborda este aspecto entre otros; se pregunta por las condiciones que harían posible la evolución de la estructura antes descrita sin sobreexplotar los recursos naturales ni incrementar las cifras de personas desplazadas, es decir, mitigando sus impactos ecológicos y sociales más desestabilizadores. En este sentido, es por ello que se considera conveniente reforzar los poderes locales, democratizando el uso de los recursos naturales e incorporando los costes ambientales en los precios, a fin de moderar el ritmo de explotación de los ecosistemas y de reequilibrar la relación entre el sector moderno y el de subsistencia; entendiendo que es necesario también potenciar la iniciativa privada a fin de incrementar la eficiencia y reducir las distorsiones derivadas de una excesiva burocratización, así como promover una distribución más equitativa del acceso a los recursos, la información y el poder.
Realizando un contraste entre estas condiciones con las ideologías políticas presentes en sociedades como India en vías de desarrollo, se encuentran en cada una de ellas elementos contrarios a las mismas, aunque también elementos que lo favorecen como es el hecho de sacar algunos factores del **gandhismo**, marxismo y capitalismo liberal.
Como es el hecho de la equidad y más derechos para los segmentos más débiles, una potenciación de la empresa privada unida a una mayor responsabilidad pública en un sistema democrático y abierto. Una combinación de estas tres filosofías enfrentadas.
Otro punto es lo que se bautizó como el **ecologismo de los pobres**, originario de los conflictos sociales en torno al acceso a los recursos naturales y al control sobre los mismos: conflictos entre campesinos e industria sobre los productos forestales, etc.
Dado que los pobres tratan de mantener bajo su control los recursos naturales amenazados de ser tomados por el estado o por el avance del sistema de mercado generalizado.
Se han formulado **tres objeciones principales** a la hipótesis del **ecologismo de los pobres**. En primer lugar, aunque los conflictos asociados con la captación de recursos naturales y su desvío para alimentar procesos de desarrollo son muy frecuentes, tanto en el registro histórico como en la actualidad, la propuesta de considerarlos como el criterio fundamental de la estructuración social requeriría muchas elaboraciones de detalle y habría de dar cuenta de un gran número de anomalías antes de poder ser considerada una teorización madura. En segundo lugar, esa hipótesis parece suponer que los pueblos y comunidades preindustriales tienen un interés definido en relacionarse con los ecosistemas de un modo sostenible. Dado que su subsistencia depende de los sistemas naturales locales, es cierto que pueden ser más sensibles a su conservación, mientras que los procesos de desarrollo pueden esquilmarlos (empobrecerlos, disminuirlos) para desplazarse a continuación a otro lugar. Es cierto también que, al valerse por lo general de tecnologías menos agresivas, el impacto ambiental de su actividad tiende a ser menor.
Sin embargo, la integración de las comunidades preindustriales con los ecosistemas locales tiene numerosos contraejemplos y, por otra parte, la tecnología no es el único factor del impacto ambiental (la presión demográfica, por ejemplo, puede acelerar la degradación de los suelos). Finalmente, si se produce un conflicto en torno al acceso a los recursos naturales, no necesariamente una de las partes tendrá una motivación conservacionista. Es posible que ninguna de las partes la tenga. En la medida en que la condición de ecologista es atribuida a los movimientos desde fuera, muchos factores causales y motivacionales que escapan a esa atribución pueden pasar desapercibidos o ser inadecuadamente valorados.