John Locke: Origen del Poder y el Estado de Naturaleza

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En el primero de los Tratados sobre el gobierno civil, Locke argumenta contra la defensa del origen divino del poder de la monarquía. La pregunta central es: ¿Por qué algunos tienen el derecho a gobernar, a ser reyes? Locke responde que es imposible saberlo y también determinar el linaje de los presentes monarcas para establecer con certeza su descendencia de Adán y los hijos de Adán, quienes supuestamente recibieron el derecho a gobernar a los demás.

No: el derecho a gobernar de los reyes no proviene de Dios, sino de la sociedad que deposita en ellos libremente el poder. Es el consentimiento de los ciudadanos el que otorga poder al soberano, y el soberano no está por encima de las leyes que el pueblo o sus representantes aprueban. Recordemos que a Carlos I se le ajustició por traicionar las leyes, por ponerse por encima de ellas. Locke es el defensor filosófico de esta concepción.

La obra de Locke solo se entiende teniendo en cuenta su implicación en los cambios políticos de la época que vive. La pregunta a la que responde el segundo tratado entonces es: ¿Por qué tienen entonces derecho a gobernarnos algunos individuos? Para aclarar esto, hay que aludir a lo que Locke llama “estado de naturaleza”.

El Estado de Naturaleza según Locke y Hobbes

Esta idea no es nueva. En 1651, Thomas Hobbes había escrito Leviatán. El pensamiento de este autor defiende la monarquía absoluta y defiende la actitud de Carlos I frente al Parlamento. Este autor cree que, hasta la llegada del poder, del Estado, en el estado de naturaleza, los humanos vivían en una perpetua guerra de todos contra todos. El ser humano, egoísta y traicionero por naturaleza, tiende a apropiarse de lo de los demás, de todo lo que desea. El ser humano es un lobo para el propio ser humano.

El ser humano teme también por su propia vida y está dotado de razón. El miedo y la razón le llevan a realizar pactos que se respetarán mientras los demás también los respeten. La sociedad civil aparece cuando los ciudadanos hacen un contrato con un soberano, un hombre o una asamblea de hombres que van a recibir el poder, que se van a quedar con el derecho natural que todo el mundo tenía a hacer lo que le viniera en gana. Una vez cedida su libertad y derechos, el Estado es soberano y los ciudadanos no pueden recuperar sus libertades ni romper el pacto.

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