El Juicio de Paris: Afrodita y la Promesa de Helena

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PARIS: ¡Prodigioso Zeus, qué placer, qué belleza, qué visión! Cómo está la muchacha, que regiamente resplandece, dignamente y verdaderamente de Zeus. Y esta mira agradablemente y tiernamente, y esta se rio de manera incitadora. Pero ya tengo suficiente felicidad. Si les parece bien, también en particular una por una quiero verlas, pero ahora no estoy dudoso y no sé a lo que miro, por completo distraído en las *micedas*.

AFRODITA: Hagamos así.

PARIS: Así pues, marchaos las dos. Pero tú, Hera, quédate.

HERA: Permaneceré, y después de que me mires, es momento para ti también de mirar, si son bellas, pero tú, les regalas al verlo a favor de mí. Si dices, Paris, que yo soy la bella, serás dueño de toda Asin.

PARIS: No en regalos lo muestro. En cualquier caso, verte. Quedará hecho eso que parezcan. Pero tú, acercándote, Atenea.

ATENEA: Estoy colocado a tu lado, Paris, nunca marcharás del amante vencido, sino siempre vencedor. Pues te transformaré en victorioso.

PARIS: Para mí, Atenea, no es necesario nada de guerra y de combate. Pues la paz, como ves ahora, abraza a Frigia y a Lidia, y el poder de mi padre es sin guerra para nosotros. Colócate el casco. Es momento de que Afrodita esté presente.

AFRODITA: Estoy yo cerca, me presento, pero mira una por una minuciosamente, sin pasar por alto nada, sino pasando tiempo en cada una de las partes. Si quieres, tú, guapo, escúchame también esto. Pues yo, viéndote a ti hace tiempo, siendo joven y bello como no sé si Frigia alimenta a algún otro, me felicito de tu belleza, pero me acuso del hecho de que tú vivas en la ciudad, sino que me acuso de que se destruya tu belleza, se pierde en el desierto. Pues que de las montañas tú disfrutarías. En que se beneficiarían las vacas de tu belleza. Pues te convendría ya bien casarte a ti, cuáles son las mujeres de por el Ida, o de Corinto, una de Lasonia como es Helena, joven, bella y en nada inferior a mí y, lo más importante, llena de amor. Pues aquella, si tan solo te mirara, bien sé yo que tras obve… todo y … a sí misma entregada te seguirá y convivirá contigo. Pues de cualquier forma tú también has oído algo sobre ella.

PARIS: Nada, Afrodita, y ahora con agrado te escucharía a ti narrando todo.

AFRODITA: Esa es la hija de aquella heda, la bella, sobre la que Zeus bajó volando transformado en cisne.

PARIS: ¿Cuál es esa en cuanto al aspecto?

AFRODITA: Blanca, cual es verosímil que lo sea la nacida de un cisne, y suave, por haber crecido en un huevo, entre nada mucho y muy de gimnasio, y así de solicitada que incluso se produjo guerra por ella, Teseo al secuestrarla todavía no madura. Sin embargo, después de que se colocara en su plenitud, todos los mejores de los aqueos acudieron al cortejo, fue preferido Menelao del linaje de los Polopidas. Si quieres, yo te arreglaré la boda.

PARIS: ¿Cómo dices? ¿De la que ya está casada?

AFRODITA: Eres joven tú y rústico, yo sé cómo es necesario hacer estas cosas.

PARIS: ¿Cómo? Pues yo quiero personalmente saberlo también.

AFRODITA: Tú por un lado te ausentarás como para la contemplación de Grecia, y después de que llegues a Decedemonia, te verá Helena. Y a partir de ahí sería mi trabajo para que se enamorara de ti y te siguiera.

PARIS: Eso mismo me parece también a mí ser difícil de crear, el hecho de que ella abandonando a su marido quiera navegar con un bárbaro y extranjero.

AFRODITA: Confía a causa de eso. Pues tengo … mis 2 hijas bellas: el Deseo y el Amor. Esas a ti te entregaré para que … guías de tu camino, y el amor, al llegar hasta ella, la obligará a enamorarse, y el deseo que desgarre en torno a ti mismo eso precisamente que es, te hará a ti deseable y amoroso. Y yo misma, estando a tu lado, podré también a las gracias que acompañen; y así todas las convenceremos.

PARIS: Como de hecho eso avanzará, es poco claro, Afrodita. De hecho, estoy yo ya enamorado de Helena y no sé ya incluso creo verla y estoy navegando por Grecia y estoy viviendo en Esparta y volveré teniendo a la mujer y estoy dolido porque no estoy haciendo ya todo eso.

AFRODITA: No te enamores, Paris, antes de que yo, la casamentera y madrina, sea recompensada en el juicio, pues convendría que esto también yo, como victoriosa, también yo acompañara festejando las bodas y los cantos de victoria. Pues todo está en tu mano: el amor, la belleza, el matrimonio, comprar a cambio de esta manzana.

PARIS: Temo que te despreocupes de mí después del juicio.

AFRODITA: ¿Quieres que yo haga un juramento?

PARIS: De ninguna manera, pero promete de nuevo.

AFRODITA: Prometo que te daré a Helena como mujer, y que ella te acompañará y que llegará hasta dentro de Troya, ya acompañaré y ayudaré en todo.

PARIS: ¿Y llevarás al amor, deseo y gracias?

AFRODITA: Ten confianza y tomará también el deseo, además de esos, Paris.

PARIS: Así pues, en esas condiciones te entrego la manzana; en esas condiciones cógela.

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