El juicio de Paris en la mitología griega

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Afrodita: Yo, de Zeus, incluso si la propia Cática pusieras como juez para nosotras con buen ánimo iré a la exhibición, ¿qué podría criticar de mí? Pero es necesario que este hombre agrade a esas también.

Hera: Tampoco nosotras, oh Afrodita, tenemos miedo, ni siquiera si Ares tu marido juzga el pleito. Si no que aceptamos también a él sea quien sea, Paris.

Zeus: ¿Acaso eso también a ti hija te parece también bien? ¿Qué dices? Te das media vuelta y te sonrojas, es propio de vosotras las muchachas sentir vergüenza ante tales cosas, sin embargo, dices que sí, marchad por tanto y no se lo hagáis difícil al juez las que sean vencidas y no provoques ningún daño al jovencito pues no es posible que todas seáis bellas en igualdad.

Hermes: Vamos inmediatamente a Frigia, yo guio. Vosotros no me seguís lento y tened coraje. Conozco a Paris. Es un joven guapo y, además, enamoradizo y seductor y él más apto para juzgar cosas de esta naturaleza. Yo juzgaría malamente.

Afrodita: Todo esto que dices es bueno para mí, lo justo que es el joven para nosotras. ¿Cuál de las dos está cada, este, o también cualquier mujer que esté ligada con él?

Hermes: No está completamente soltero, Afrodita.

Afrodita: ¿Cómo dices?

Hermes: Una mujer de Ida parece vivir con él, capaz, rural y temiblemente montaraz, pero parece no frecuentarle vehemente. Así pues, ¿Qué preguntas a propósito de estas cosas?

Atenea: Ejecutas mal de embajador, en este, comparto el discurso de esta individua hace tiempo.

Hermes: No dijo nada temible contra vosotras, sino que me preguntó si Paris está soltero.

Atenea: ¿Para qué es, es una liante?

Hermes: No sé, así pues, dice que preguntó con otras intenciones, no intencionadamente.

Atenea: ¿quién, pues?

Hermes: No parece

Atenea: ¿Qué? ¿Tiene interés en cosas bélicas y es alguien honorable o es pastor en todo?

Hermes: La verdad, por un lado, no puedo decirle, por otro conjeturo que es necesario que quizá el joven anhela también estas cosas y quiera ser el 1º en lanzarse a la batalla.

Afrodita: Va, yo no censuro nada ni te acuso de hablar con esta individua en su favor. Tales comportamientos son de personas criticonas, pero no de Afrodita.

Hermes: Y ella me preguntó casi lo mismo. Por lo cual no estés molesta ni creas que eres menos si algo contesté también de forma sencilla a esa. Pero entre palabras ya avanzando nosotros mucho nos alejamos de las estrellas y casi estamos en Frigia. Y yo veo también el Ida y el Gárgoro sino soy engañado, y veo al mismísimo juez de vosotras, a Paris.

Hera: ¿Dónde está? Pues no se aparece ni siquiera junto a mi

Hermes: Por ahí, Hera, mira hacia la izquierda, no en la cima de la montaña sino hacia el costado, allí también ves el rebaño.

Hera: Pero no veo el rebaño.

Hermes: ¿Cómo dices? ¿No ves más bueyecitos por el medio de las rocas que se y a alguno que corre hacia abajo que tiene una callada y que impide que el rebaño se disperse por delante? Temo que ocurra tal cosa

Hera: Ahora veo si es que es aquel

Hermes: Pues es aquel. Puesto que estamos ya cerca, si parece caminemos poniéndonos abajo

Hera: Dices bien, y bajamos así. Pero puesto que hemos llegado abajo es momento para ti Afrodita, de ir delante para que nos guíes en el camino, puesto que tú como es verosímil eres experta en este territorio como se dice, tras acudir muchas veces junto a Anquises.

Afrodita: no estoy muy molesta con esas burlas

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