Justicia como equidad: Rawls, libertad e igualdad en la sociedad
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El deber generará y dará forma a unos principios universales de justicia, de los que cada individuo pueda partir con la finalidad de su búsqueda racional del bien. El concepto del bien depende de los individuos, el concepto del deber ha de ser el fundamento que haga posible la construcción de unas reglas universales para que cada cual determine el bien de forma racional y libre. La libertad y la misma concepción del bien individual están limitados por la concepción de la justicia de la que se parta, que servirá como criterio para diferenciar las acciones virtuosas de las no virtuosas: una acción será virtuosa cuando sea acorde con la teoría de la justicia; en caso contrario, no será virtuosa.
La finalidad de la teoría de Rawls es crear un marco que permita a los individuos poder generar libremente su propia vida y dirigirla hacia lo que considere el bien; pero, con una condición previa: respetar los principios que previamente se establezcan sobre la justicia, que brota de un acuerdo sobre la moral para que los individuos puedan actuar libremente en la búsqueda del bien. Al igual que los filósofos modernos, Rawls parte de una noción contractualista, de tal manera que los individuos llegan a un acuerdo básico, a partir del que se fundamenta la libertad.
Libertad e igualdad: La posición original y el velo de la ignorancia
Al igual que John Locke, Rawls parte de que todos los hombres son iguales y libres. La función del Estado, lo mismo que para Locke, es garantizar los derechos que tiene el hombre por naturaleza, pero que en un estado de naturaleza, sin que existiera el Estado, podrían ser conculcados. La libertad se manifiesta en la elección que puedan hacer los individuos, de forma racional, de su propio proyecto de vida. Esta elección determinada por la razón tiene un origen moral kantiano: El imperativo categórico establecía que los sujetos deben actuar de tal forma que quieran que la máxima de su acción individual se convierta en ley universal de comportamiento. El imperativo no establece el contenido de las acciones morales, sino la forma en que estas deben realizarse.
El principio de igualdad establece que todos los individuos son responsables de sus propias elecciones. Pero, las desigualdades naturales que se producen entre unos hombres y otros deben ser contrarrestadas por el Estado, que ha de procurar compensarlas, mediante la distribución de bienes. Una vez compensadas las desigualdades, los sujetos pueden actuar de acuerdo con la moral autónoma y racional kantiana, siendo responsables de sus propios actos, ya que la igualdad, procurada por el Estado, permite al individuo ser libre en las decisiones. Por tanto, la sociedad debe ser un sistema equitativo de libres e iguales que cooperan entre sí, fundamentada en unos principios de justicia pública, que garantizan la libertad de los individuos. Si verdaderamente hay una cooperación entre los individuos, existe un beneficio para todos. Las instituciones son las responsables de la garantía de la libertad entre iguales. Pero, para que esto sea posible, es necesario que los ciudadanos participen activamente en la definición y la concepción de la justicia, que es el resultado de un acuerdo.