Juvenal y Marcial: Maestros de la Sátira y el Epigrama en la Antigua Roma
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La Sátira y el Epigrama en la Literatura Romana
La Sátira: Crítica y Moralidad
En la sátira romana se pueden distinguir tres direcciones principales:
- La autobiográfica.
- La moralizadora.
- La crítica literaria.
Este género da preferencia al monólogo y satiriza los defectos y las debilidades ajenas, volviendo en ocasiones el filo de la sátira contra sí mismo. Algunas de estas sátiras se han convertido en paradigma del género y todavía conservan la gracia y la hilaridad del día en que salieron de sus manos.
La sátira florece en el siglo I d.C., acentuando la mordacidad en la expresión y la tendencia moralizante, quizá bajo el estímulo de la proliferación de los nuevos ricos y la corrupción de costumbres.
Juvenal: El Realismo Crudo
Con Juvenal, el género satírico entra en el más crudo y pintoresco realismo dentro de un estilo declamatorio. Escribió 16 sátiras en las que denuncia los abusos de los que es testigo:
- Los vicios de los romanos (sátiras 2, 9, 12) y de las mujeres romanas (6).
- El envilecimiento de los poderosos en tiempos de Domiciano (4).
- La incomodidad de la vida en Roma (3).
- La miseria del pueblo bajo (5) y de los intelectuales (7).
- La locura de los deseos humanos (10).
Además, contrapone la pietas de los antiguos romanos (15) y la probidad de estos (13). Juvenal es un agudo observador que capta y traslada con hiriente precisión el menudo rasgo inadvertido, la intimidad que revela la bajeza de los corruptos, con noble pasión, con ira enardecida, mas no sin parcialidad y resentimiento.
El Epigrama: Ingenio y Sarcasmo
Marcial: El Maestro de Bílbilis
Nació Marcial en una pequeña ciudad de la Hispania Tarraconense, en Bílbilis. Es enviado a Roma, una vez realizados en su ciudad natal los estudios de gramática y retórica, en un momento en que se hunde el valimiento de sus compatriotas Séneca y Lucano. En Roma se ve obligado por la necesidad a someterse al sistema de la clientela para vivir, es decir, a formar parte del séquito de un patrón.
Después de permanecer 34 años en Roma, cansado de la gran ciudad, regresa a su patria natal, aceptando el ofrecimiento de una admiradora, Marcela, que le regaló una finca donde pasó los últimos años de su vida.
Marcial transformó el epigrama: la pequeña pieza de versos, destinada a ser inscrita en tumbas y monumentos, la convierte en un arma de ironía y sarcasmo. Esto no quiere decir que todos sus epigramas sean poesías satíricas. Hay entre ellos también piezas de circunstancias, agradecimientos, descripciones y dos libros de dísticos destinados a acompañar los regalos a los amigos (Xenia) o a servir de etiqueta divertida para los objetos que se sorteaban (Apophoreta).
Aunque su sátira es violenta y mordaz, permanece un fondo espiritual, de buenas palabras, que revela un espíritu sincero y bienintencionado. Es uno de esos raros escritores de su época que no cedió al influjo del estilo declamatorio a la moda.