Lecciones del Pasado: Reflexiones sobre Identidad y Educación en México
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La historia nos sirve para observar y utilizarla como experiencia para no caer en los mismos tropiezos del pasado, pero parece ser que hemos hecho caso omiso a ella, no hemos aprendido nada de ella.
México se define como negación de su pasado. Su error, como el de los liberales y positivistas, consistió en pensar que esa negación entrañaba forzosamente la adopción del radicalismo y del clasicismo franceses en política, arte y poesía. La historia misma refuta su hipótesis: el movimiento revolucionario, la poesía contemporánea, la pintura y, en fin, el crecimiento mismo del país, tienden a imponer nuestras particularidades y a romper la geometría intelectual que nos propone Francia.
Para obtener una buena educación se debe dejar la imitación o adaptación de formas universales, se debe buscar y modelarse a las necesidades del hombre de acuerdo a su entorno, donde se reconozca y se sobrepase a sí mismo.
Los nuevos maestros no ofrecen a los jóvenes una filosofía, sino los medios y conduce más que a quitarle al ¿Qué hay en el fondo de esto? Lo mismo que en el fondo del Bizkaya de mis paisanos. La cuestión es dar al vocablo cierto aire exótico y extraño para expresar así cierto prurito de distinción e independencia. Por lo visto son menester la B y la k de Bizkaya para recuerdo de que el vascuence es un idioma de distinta estirpe que el castellano y no emparentado por consanguinidad con él. Y de la misma manera han plantado la x los criollos mejicanos para que se sepa que el nombre de su nación ―nombre privilegiado que se escribe de un modo y se lee de otro― es un nombre de origen indígena. Si se escribiera racionalmente México, podría acaso correr peligro la clara conciencia de la personalidad nacional de la próspera república de Porfirio Díaz. Hay que distinguirse, aunque sólo sea por una x. Todo ello no pasa después de todo de un desahogo infantil.
Santo y bueno que los mejicanos quieran dar distinción ortográfica al nombre de su patria, pero no sé por qué les hemos de imitar los españoles que hace tiempo dejamos de escribir con x aquellas voces en que, como en México, representaba un sonido originariamente paladial (una especie de ch francesa). ¿Ha de ser México más que Guadalajara en esto? Sobre todo, igualdad ante la ley. Nada mejor que estrechar cada día más los lazos espirituales entre las naciones todas de lengua española, y estrecharlos sobre la base del idioma común ante todo; pero esta labor ha de hacerse con racionalidad, y no atendiendo a caprichos pueriles.
Quede para la Real Academia el atiborrar su diccionario de palabros guaraníes, aztecas, totlecas, chichimecas, quichúas, charrúas, araucanos o lo que sea.
Es en América precisamente donde más se trabaja por la reforma racional de nuestra ortografía en sentido fonético, que es el más científico.
Yo creo que hay que hacer la lengua española, o hispanoamericana, sobre la base del castellano, pero es combatiendo tendencias como la que se manifiesta en el humildísimo hecho de la x de México.
Si en nuestras universidades se estudiase científicamente el idioma patrio, su formación y vida, mucho de esto iría curándose. Vea el señor conde de Jiquena si puede hacer algo en tal sentido.