El Legado Inmortal: Poesía, Virtud y Fama en la Antigüedad
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El Poder Imperecedero de la Poesía
No creas que por azar se extinguirán las palabras que yo, nacido junto al Áufido que resuena de lejos, pronuncio, palabras no divulgadas antes por otras artes, que deben unirse a las cuerdas [de la lira]. Aunque Homero el Meonio ocupa el primer sitio, no están ocultas las Camenas de Píndaro, ni las del de Ceos, ni las amenazas de Alceo, ni las solemnes de Estesícoro; y si algo compuso tiempo ha Anacreonte, el tiempo no lo ha destruido: todavía palpita el amor y viven las pasiones amorosas de la muchacha eolia [Safo], confiadas a las liras.
No fue Helena la única de Lacedemonia que ardió por los cabellos bien peinados de un amante, ni fue ella (la única) admirada por el oro que cubría sus vestidos, por su adorno regio y su acompañamiento; ni Teucro disparó el primero flechas con arco cidonio. Ilio no fue devastada una sola vez; no libraron batallas que debían ser cantadas por las musas solo Idomeneo o Esténelo; ni el feroz Héctor o el impetuoso Deífobo recibieron los primeros graves heridas en defensa de sus púdicas esposas y de sus hijos.
Muchos valientes vivieron antes que Agamenón, pero todos, insepultos y desconocidos, son abrumados por una larga noche, al carecer de un poeta sagrado. Poco dista la virtud oculta de la indolencia sepultada.
Elogio a la Virtud de Lolio
No permitiré que seas mencionado sin elogio en mis escritos, Lolio, ni que el envidioso olvido consuma impunemente tus tantas hazañas.
Tienes un espíritu previsor de los acontecimientos y recto, tanto en tiempos prósperos como dudosos; vengador del avaro fraude e indiferente al dinero que todo lo atrae hacia sí; y cónsul no de un solo año, sino cuantas veces, como juez bueno y leal, antepuso la honestidad a la utilidad, rechazó con la cabeza alta los regalos de los culpables, y victorioso, desplegó sus armas a través de multitudes que le estorbaban.
La Verdadera Felicidad
No llamarías feliz con razón a quien posee muchas cosas; más bien, merece el nombre de feliz quien se sirve con sabiduría de los dones de los dioses, está habituado a soportar la dura pobreza, teme la ignominia como algo peor que la muerte, y no teme morir en defensa de sus amigos queridos o de su patria.