El Legado Romano en Hispania: Conquista, Romanización y Persistencia Cultural

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Conquista y Romanización: La Persistencia del Legado Cultural Romano en la Cultura Hispánica

La Conquista Romana de la Península Ibérica

La victoria sobre los cartagineses, a finales del siglo III a. C., en la Segunda Guerra Púnica, marcó el inicio de la conquista romana de la Península Ibérica. En una primera fase, Roma controló la costa levantina y el valle del Guadalquivir. Las guerras contra los celtíberos (155-133 a. C.) les permitieron extender su control hacia el interior peninsular. Finalmente, la derrota de cántabros, astures y galaicos a manos del emperador Augusto (Guerras Cántabras, 27-19 a. C.) culminó una conquista que había durado dos siglos.

La Romanización de Hispania

Los romanos impusieron su modelo cultural, económico, político y administrativo. La asimilación de estos modelos por parte de los indígenas hispanos se conoce como romanización. En el año 197 a. C., dividieron Hispania en dos provincias: la Citerior (la costa levantina y el interior que controlaban) y la Ulterior (Andalucía), gobernadas por magistrados romanos. Posteriormente, Augusto reorganizó el territorio en tres provincias: Lusitania, Bética y Tarraconense. La fundación de múltiples ciudades (Emerita Augusta, Caesar Augusta, Itálica, Barcelona, etc.), unidas por una red de calzadas, consolidó una civilización urbana en la que las diferencias entre indígenas y romanos fueron desapareciendo gradualmente. En el año 72, el Edicto de Vespasiano otorgó el estatuto de municipio latino a todas las ciudades de la Península.

El Legado Cultural Romano

Roma dejó en Hispania un importantísimo legado cultural que sobrevivió al final del dominio romano, a mediados del siglo V, con las invasiones bárbaras. El latín, traído por soldados y comerciantes, al mezclarse con los idiomas indígenas, dio lugar al latín vulgar, del que derivan, entre otros idiomas, el castellano, el catalán, el portugués y el gallego. El derecho romano sirvió de base para el derecho que se aplica en la actualidad. En la religión, Roma impuso sus cultos cívicos, incluido el del emperador, pero permitió la pervivencia de los cultos indígenas, muchos de cuyos dioses acabaron identificándose con los romanos. Especial importancia tuvo la difusión de cultos procedentes del Mediterráneo oriental, como los de Mitra e Isis, y sobre todo el cristianismo, que, tras haber sido perseguido, en el siglo IV se convirtió en la religión oficial del imperio.

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